El recinto todavía necesita grandes obras, como el mantenimiento de las nubes de Calder y la sustitución del aire acondicionado y de las maderas del escenario, explica Pablo Molina, director de Copred. Después de la juramentación de las nuevas autoridades ucevistas volverá a cerrar sus puertas. En el Paraninfo se entregará esta semana la Orden José María Vargas
Aquí se han graduado miles de universitarios. Se han hecho asambleas de trabajadores. Se manifestaron los sobrevivientes de la lucha armada en un acto que quedó para la memoria colectiva. Se instaló la asamblea constituyente. Se ha velado a dirigentes políticos e insignes académicos. Habló Fidel Castro y cantó Chambao. Se incendiaron las risas con la Cátedra del Humor. Es el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, Patrimonio de la Humanidad. Está cerrada y abierta. En proceso de recuperación por parte de la Comisión Presidencial y sus empresas contratistas, además del Consejo de Preservación y Desarrollo de la UCV y otras dependencias ucevistas que sufren la ausencia de un presupuesto real por parte del Estado.
«Seguimos trabajando para la recuperación del Aula Magna». El mensaje en las carteleras colocadas a las puertas del referencial salón de actos es muy explícito. Y si quedan dudas, las aclara el director de Copred, el profesor Pablo Molina: «La reapertura es parcial y provisional, porque los arreglos han sido parciales». Es decir, «al Aula Magna se le hicieron arreglos provisionales para prepararla para obras mayores de restauración que todavía no han llegado».
Los «pendientes» del Aula Magna
Ya se ejecutó la desinfección profunda, al igual que la impermeabilización y la revisión de sistemas eléctricos. Las luces funcionan, aunque no con las distintas modulaciones. «La instalación eléctrica sirve para poner pantallas, videos», apunta Molina.
Una de esas obras mayores por venir es la sustitución del aire acondicionado. «Tiene aire actualmente, pero no cubre la totalidad, porque son máquinas donadas por la Embajada de Estados Unidos en 2016 para la Sala de Conciertos, que se decidió llevar al Aula Magna», apunta. Por eso se trabaja con un aforo reducido (60%), «y solo se abre para los actos de grado y se abrirá para la toma de posesión de las futuras autoridades».
Ya la ductería está lista, pero falta máquina, «que se aspira a que llegue en diciembre», adquirida por la Comisión Presidencial.
El sonido tampoco está listo. «Ahora hay un sonido que se instala y se desinstala. Hay que evaluar si el actual se sustituye totalmente, lo que debe ser casado con el patrimonio», expone.
Las nubes de Calder «no se han tocado, tienen una capa de polvo gigantesca», precisa. Lo primero sería la limpieza general y la evaluación de su estado. «En 2018 se tenía un diagnóstico que decía el grado de deterioro de algunas de las 38 nubes» debido a goteo, filtraciones, hongos. «Ese diagnóstico hay que validarlo, y aunque no es urgente, requiere atención». Hace cinco años se llegó a la conclusión de que necesitaban mantenimiento profundo y limpieza especializada, para lo que habría que instalar andamios y cerrar las instalaciones durante un tiempo. La Fundación Calder debería venir «para validar el programa de mantenimiento».
El Aula Magna tiene 101 puertas, algunas de las cuales han sido atacadas por polillas; otras están deterioradas. Muestra al público menos de la mitad de su rostro, porque la mayor parte es lo que está detrás del escenario y en los sótanos. «El escenario, donde se pueden montar 100 o 120 personas, se ha reparado varias veces a lo largo de la historia», rememora, «pero esas reparaciones han sido rebajas de la madera, y llega un momento en que la madera no aguanta una lijada más. Nosotros proponemos la sustitución de las maderas».
De las más de 2 mil butacas no son pocas las que están rotas. «Es una tela muy especial, que viene de Escocia, hecha con ovejo. Si vas a restaurar, tienes que colocar la misma, con el mismo dibujo». Molina cuenta que ha contado «39 deterioros visibles en butacas, otros deterioros en la estructura de las sillas».
Las nuevas autoridades, encabezadas por el profesor Víctor Rago, tomarán posesión el 18 de julio. El acto se efectuará en el Aula Magna. Después, volverá a cerrar sus puertas. Si se decidiera «meterle el pecho» a todo lo que falta, calcula Molina, se necesitarían unos tres años durante los cuales estaría cerrada. La otra opción es trabajar por fases: «Ir encargando las telas de las sillas, sustituir las maderas de los escenarios, ir trabajando las puertas». Habría que pensar en una programación «que respete el monumento, pero que entienda que es un patrimonio vivo». El arquitecto se inclina por esta alternativa, sin perder el compromiso con la restauración total y sin olvidar que falta .entre otras cosas- el sistema contra incendios adecuado a la norma (ruta de escape, iluminación de emergencia).
El Paraninfo: otro espacio para recuperar
Pablo Molina ingresa al Paraninfo de la UCV, espacio que no todos los ucevistas conocen, y muestra algunas de las lesiones que tiene esta sala. Las 240 sillas de madera, movibles, contrastan con los vitrales. «Aquí no se ha entrado con el plan de acciones y obras de la Comisión Presidencial en el que participa Copred, Mantenimiento y Cultura», puntualiza.
Ahora los tiempos solo alcanzan para pequeñas intervenciones que adelantan Copred y las direcciones de Cultura y Mantenimiento, porque en el Paraninfo se entregará la Orden José María Vargas esta semana. Félix Bellorín, director de mantenimiento de la UCV, detalla que pidieron prestada una grúa para algunos trabajos.
Una pared interior celeste, a la que le faltan varias piezas, tiene en la parte externa un mural de Mateo Manaure. ¿Qué corresponde? Atender ambos, evaluar las filtraciones. «Son 400 metros cuadrados de mural que hay que restaurar», estima Molina. A la pared interior habría que quitarle las piezas, arreglar la causa de la humedad y volver a cubrirla con piezas nuevas.
«Hay que hacer una evaluación de los acabados de piso», explica. «Hay que sacar las sillas, hay que ver el estado real de todo el piso. El trabajo serio». La iluminación original debería mantenerse «aunque no sea la más adecuada para los cánones del siglo XXI. Es una luz amarilla, no muy potente, que hace que los vitrales funcionen». A esos vitrales les toca mantenimiento.
Con los fondos requeridos estas acciones se cumplirían sin cerrar el recinto. «Pretender que todo esté siempre nuevo es una ilusión», especifica el profesor, y cita los ejemplos de museos y teatros en los que los espectáculos y los turistas comparten la historia con las reparaciones. «Hay que convivir con el patrimonio, y eso tiene sus bemoles».
Deterioro también presupuestario
El presupuesto para la UCV es irrisorio: «Por 14 años seguidos hubo presupuestos cada vez más reducidos, y cada vez el bolívar valía menos», critica Molina. «Este año pagaron 1,27%», refiere Bellorín. Los años sin dinero se convirtieron en huecos, maderas levantadas, polvo, hongos.
Ahora «hay una inversión fuerte del gobierno en la universidad, pero mediante mecanismos parainstitucionales, aunque la ley de universidades es clara: el gobierno debe transferir los recursos a la universidad. El convenio con la Unesco es claro: Copred debe tener los recursos para emprender los trabajos, y no los tenemos. Copred recibe 1.200 bolívares al mes. Mil 200 bolívares». Es «mucho más que el presupuesto que recibe mantenimiento», bromea Bellorín.
