Este 13 de marzo se conmemora un lustro del decreto de estado de emergencia. «Íbamos aprendiendo sobre la marcha», rememora Patricia Valenzuela, presidenta de la Sociedad Venezolana de Infectología
Horacio, su esposa y sus dos hijas entienden el sabor amargo del «quédate en casa» que quedó como el leit motiv de la pandemia de COVID-19. Recuerda que un viernes (el 13 de marzo de 2020) mandaron a la gente a su casa, y el lunes (16 de marzo) ya no se pudo volver a salir porque comenzaron las medidas restrictivas implementadas por el Gobierno. «Yo trabajaba en la administración pública, tenía un cargo de jefatura, reuní al equipo de trabajo y les advertí que no nos veríamos por mucho tiempo. Ellos creían que era una exageración de mi parte».
Como sociólogo, había visto venir una situación complicada. Como ciudadano informado, sabía que en otros países ya había acciones de contención. Por eso se despidió de esa manera de sus compañeros de trabajo. Dos días después, cuando les notificaron que no regresarían a la oficina, sus sospechas se materializaron. «Comenzamos a cambiar por las malas, y de manera forzosa, todas nuestras dinámicas».
El primer golpe fue pasar «de la educación presencial a la educación en casa» sin preparación previa, sin infraestructura ni formación. El colegio necesitó varios meses para organizar una plataforma en línea que no era estable y para la que los maestros no estaban preparados; y en ese «mientras tanto», los papás fueron los maestros.
Horacio debió dejar la administración pública «por una confluencia de factores», y trabajar en lo que pudiera. Su esposa afrontó el trabajo a distancia. La pareja temía que las niñas se contagiaran, riesgo siempre presente si Horacio debía cumplir con la presencialidad laboral.
«Limitamos al extremo las salidas», y es un recuerdo familiar «cómo fue esa primera salida después del 16 de marzo». Sintieron pánico y preocupación, pero tuvieron que hacerlo. «Mi esposa fue a hacer mercado y otras cosas impostergables, y cuando llegó, el pánico por los zapatos, las medias, colocar la ropa en la entrada de la casa. Había mucha prudencia, producto del temor en que estábamos sumidos».
«Había muchas deficiencias»
Este 13 de marzo se conmemoran los cinco años del decreto de estado de alarma en todo el territorio nacional, con el cual el Ejecutivo adoptó restricciones de movilidad y otras acciones para atacar la pandemia. En Venezuela se ordenó tempranamente el uso del tapabocas.
«La pandemia llegó en un escenario bastante preocupante, un escenario complejo» para la salud pública venezolana, recuerda Patricia Valenzuela, presidenta de la Sociedad Venezolana de Infectología. «Había muchas deficiencias en nuestros hospitales, no había equipos de protección personal disponibles y con un abastecimiento continuo para proteger al personal del establecimiento de salud y hasta para proteger a los bomberos». Rememora que fallecieron bomberos que se infectaron durante los traslados hacia los centros de salud: «Ellos se exponían muchísimo» y «no tenían equipo de protección personal».
En el sistema de salud, refiere Valenzuela, también había déficit de guantes y de agua, «no había agua continua en los establecimientos de salud» ni jabón líquido para el lavado de manos; mucho menos, gel antibacterial para desinfectar las manos entre paciente y paciente.
No tener abastecimiento continuo de los equipos de protección personal «dificultó mucho la situación», hasta el punto de llevar a la muerte a los trabajadores del sector. «La Sociedad Venezolana de Infectología perdió a tres miembros de su staff: Yelitza Castillo, de Valencia, una gran infectóloga que atendió a pacientes y cuidó a su hermano; la doctora Millán, también atendiendo pacientes en el interior del país; y Anselmo Rosales, que estaba en Maracay para ese momento, cayó con un cuadro de COVID-19 y falleció».
En el camino la dotación subió y bajó por donaciones o por apoyo de las autoridades sanitarias. Aunque era necesario el control radiológico, explica la infectóloga, «no contábamos con los equipos» en los hospitales públicos.
En dos palabras: «Fue difícil». Y en más palabras: «Fue complejo, porque había muchas deficiencias». Los médicos «estábamos solos» y, encima, «fuimos víctimas de discriminación». A Valenzuela le tocó montarse sola en el ascensor «porque era la que estaba al frente de COVID-19 en la institución en la que trabajo». Les tocó arrear, a pesar de las dificultades.
«Hubo un colapso importante, porque además no había camas de terapia intensiva a escala nacional para la cantidad de pacientes que lo necesitaban. Las pruebas de laboratorio tampoco estaban disponibles, no había reactivos en la cadena de hospitales».

«Íbamos aprendiendo en vivo»
Valenzuela expone que, para el personal de salud, «fueron momentos complejos, porque no entendíamos cómo funcionaba; era totalmente nuevo lo que estaba llegando: un virus desconocido, una enfermedad desconocida, y activar un protocolo de aislamiento, protocolo de triaje en las emergencias para atender a los pacientes con síntomas respiratorios».
Y mucho más: entender cómo ponerse y quitarse los equipos de protección personal para iniciar la faena. «Íbamos aprendiendo sobre la marcha. Íbamos aprendiendo en vivo, a medida que iban sucediendo las cosas. Eso fue muy duro». También lograron los médicos apoyarse entre sí, intercambiar experiencias. «Eso nos ayudó a salir adelante, a entender lo que estaba pasando».
A los factores relacionados con la enfermedad en sí se sumaron los externos, relacionados con la situación del país. No había gasolina, por ejemplo. «Llegó un momento en que no había manera de llenar nuevamente el tanque de gasolina. Eso fue complejo, hasta que poco a poco se fue regularizando».
El escenario «no ha cambiado mucho», subraya, aun cuando ha habido cambios como mayor abastecimiento de agua en los hospitales, plantas eléctricas en la mayoría. «Si bien es cierto que el abastecimiento de reactivos y el funcionamiento de servicios de imágenes está un poco mejor, no funciona al 100%».
La pandemia dejó algunos aprendizajes. «Los establecimientos de salud deben tener agua continua 24/7. Deben tener electricidad 24/7. Debe haber jabón líquido y gel antibacterial a base de alcohol con 70% 24/7. Hay que tener triajes para pacientes con síntomas respiratorios para no exponer en la emergencia a los pacientes con otras patologías». Igualmente se demostró que tener que enviar todas las muestras al Instituto Nacional de Higiene, en Caracas, «no era una estrategia eficiente», porque «si el paciente estaba en Ciudad Bolívar, ¿en cuánto tiempo llegaba esa muestra a Caracas»; por ende, se pensó en una red de laboratorios centinela en todo el país.
También se entendió «que comunicar los datos es importante, porque permite mantener informados a los ciudadanos y darle una organización a lo que estás haciendo», y que la población entienda por qué se hacen las cosas y que el rechazo a las medidas sea menor. «Los planteles, privados y públicos, necesitan directrices sobre qué hacer» y eso debe quedar por escrito.
Vacunas y lavado de manos
Patricia Valenzuela insiste en que las lecciones de COVID-19 deben incorporarse porque «esta no va a ser la última pandemia, no sabemos cuándo va a aparecer otra, tenemos que estar preparados desde todo punto de vista». Pide entender, además, que en el país no hay solo COVID-19, sino también enfermedades como influenza, virus sincitial respiratorio y tuberculosis: «Eso no va a cambiar. Seguramente a esa lista hay que agregar otros microorganismos».
«Nos obsesionamos durante la pandemia, pero después de los años más duros de la pandemia hay que seguir haciéndolo. Lavarse las manos es una de las medidas más eficientes, a lo largo de la vida, para prevenir la transmisión de virus respiratorios y prevenir la transmisión de virus, bacterias y microorganismos que producen enfermedades infecciosas. Es algo que debemos mantener y no dejarlo de lado porque hay menos casos de COVID-19».
Como infectóloga, reitera que hay que lavarse las manos permanentemente, y permanecer en casa ante síntomas respiratorios «porque te pones en riesgo tú y pones en riesgo a los demás».
En cuanto a la vacunación, recomienda proseguir con ella porque el SARS-CoV-2 sigue circulando en Venezuela y el mundo. «El esquema recomendado eran tres dosis, y un segundo refuerzo para personas con factores de riesgo, como personal de salud o enfermedades crónicas». La pauta más reciente de los CDC de Estados Unidos es vacunarse una vez al año con vacunas actualizadas (la más reciente, por la variante ómicron).
«En Venezuela no hay vacunas actualizadas. La Sociedad Venezolana de Infectología, en los espacios que nos han dado para solicitarlas, lo hemos hecho. La verdad es que en el sector público no hay vacunas ahora contra COVID-19, hasta dónde sé. Ya empezando el segundo semestre de 2024 no había vacuna contra COVID-19. Particularmente creo que es necesario vacunarse, actualizar las vacunas». Lo que se llama COVID-19 prolongado es importante, enfatiza, y por eso «no es lo mismo que te dé COVID-19 vacunado, que no vacunado». La inmunización protege contra formas graves y la muerte.
La médica mantiene la defensa de las inmunizaciones: «Es importante actualizar las vacunas. Hacer un consenso, una reunión entre autoridades sanitarias, Organización Panamericana de la Salud, sociedades científicas, Sociedad Venezolana de Infectología, Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría» para ver «qué vamos a hacer y tomar decisiones, todos juntos, en pro de mejorar la salud de los venezolanos».