Hasta la fecha hay un caso confirmado de fiebre amarilla en el estado Bolívar y varios sospechosos, aseguró el médico Julio Castro, integrante del Plan País del sector salud. La enfermedad se propaga por la picadura del mosquito «patas blancas», el mismo que lleva el dengue de un lado a otro
Hay señales de alarma que son escandalosas a su manera. Como la muerte de monos araguatos en zonas selváticas, uno de los indicativos de que el virus de fiebre amarilla anda haciendo de las suyas; por eso los sanitaristas del otrora Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (hoy Ministerio de Salud) recorrían las poblaciones cercanas a los focos selváticos para preguntar si había monos muertos. El terror a la fiebre amarilla, enfermedad que mata a cerca de la mitad de las personas que la sufren, justificaba tanto denuedo.
Pero hoy no hay quien les siga la pista a los araguatos, señala el médico Julio Castro, internista e infectólogo y profesor del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Por falta de vigilancia epidemiológica, por una crisis que ha hecho resucitar enfermedades que estaban bajo control, la fiebre amarilla vuelve a estar en tiempo presente en el país.
Hasta la fecha hay un caso confirmado de fiebre amarilla en Venezuela, y dos o tres casos sospechosos, explica Castro. Lo que inquieta a los especialistas es que se vuelva urbana, lo que la haría muy difícil de controlar porque el transmisor en las ciudades es el Aedes aegypti o mosquito «patas blancas», el mismo culpable de la diseminación del dengue.
No existe tratamiento contra la enfermedad, recuerda el especialista. Lo único que se puede hacer es atender los síntomas, y esperar que la persona logre recuperarse. Si hay daño hepático el paciente necesitará transfusiones; si se afectan los riñones, requerirá de diálisis. En las condiciones actuales de los centros asistenciales es difícil garantizar lo que el individuo pueda requerir para salir con vida. Otra razón por la cual, cuando habla de fiebre amarilla, el gesto de Julio Castro es de gran preocupación.