El oficial, fallecido bajo custodia del Estado presuntamente por torturas infligidas por personal de la Dgcim, murió -según el informe oficial- por politraumatismos. Pero el exfiscal Zair Mundaray aseguró que el capitán tenía 16 costillas fracturadas y la nariz rota; excoriaciones en hombros, codos y rodillas; hematomas en los muslos, un pie fracturado y huellas de quemaduras en ambos pies; esto último hace presumir electrocución
La muerte del capitán Rafael Acosta Arévalo, ocurrida bajo custodia del Estado, no sólo generó la condena del oficialismo y de la oposición, sino que abrió las puertas a todas las versiones respecto a lo que le habría sucedido al oficial mientras estaba recluido en la Dirección de Contrainteligencia Militar (Dgcim).
Activistas de derechos humanos aseguraron que el fallecimiento se registró como consecuencia de torturas y tratos crueles. Diputados y abogados exigen la aplicación del Protocolo de Minesota, que incluye -entre otros elementos- que la investigación quede en manos de una comisión internacional, en vista de que el perpetrador del crimen -el Estado- no puede garantizar una pesquisa imparcial.
El periodista Eligio Rojas difundió los resultados de la necropsia oficial, según los cuales Acosta Arévalo falleció por «edema cerebral severo debido a insuficiencia respiratoria aguda, debido a rabdomiólisis por politraumatismo generalizado».
Pero el exfiscal Zair Mundaray difundió en sus redes sociales otra versión respecto a lo sucedido al oficial mientras estaba preso. De acuerdo con Mundaray, el capitán tenía 16 costillas fracturadas y la nariz rota; excoriaciones en hombros, codos y rodillas. Además, presentaba hematomas en los muslos, un pie fracturado, además que se presume electrocución a partir de huellas de quemaduras en ambos pies.