Cuando se anda a pie bajo la lluvia se comprueba que el agua cae del cielo y también puede subir del suelo. Caminar Caracas bajo la onda tropical, este jueves 6 de octubre, es una experiencia de paciencia y resistencia. Lo primero es que no hay impermeable que resista el chaparrón; lo segundo, que los peatones son el blanco de los conductores que parece que aceleran a propósito para mojarlos más… Si es que eso es posible.

En las llamadas «nalgas de Rómulo», o puente entre Sabana Grande y Colinas de Bello Monte, la primera laguna y los primeros carros eran el preámbulo para observar un río Guaire crecido. El Guaire es un caraqueño al que se le quiere y se le teme: porque siempre está allí y porque puede desbordarse en puntos críticos como Las Mercedes y el barrio La Línea.

En la quebrada El Valle el rugir del agua hizo retroceder a los mototaxistas, y obligó a detenerse a quienes transitaban por la zona.

A pie se pueden ver las cosas que, a la velocidad de un vehículo, quedan atrás. Regresar desde Los Chaguaramos hacia Plaza Venezuela permite ver otra cara del río Guaire, aunque igual de grande.
Permite encontrarse con quienes no tienen dónde guarecerse porque su casa es la calle y caminan de un lado a otro para entrar en calor. También es la forma de constatar que las alcantarillas, en algunos casos, no dan para más, porque no las limpiaron o porque no fueron hechas para tanta agua.