Hoy se cumplen 39 años del día que colapsó el tipo de cambio en el país después de una larga tradición de estabilidad cambiaria. Muchas cosas han cambiado en la política y la economía en estas casi cuatro décadas, lo que no ha podido cambiar es la desconfianza que genera la moneda nacional para los actores de la economía
Un día viernes como hoy, 18 de febrero, hace 39 años se produjo uno de los sucesos económicos más importantes de la historia venezolana de la segunda mitad del Siglo XX: El Viernes Negro.
Ese día fueron suspendidas las operaciones cambiarias y se decidió a una devaluación debido a las condiciones económicas existentes, que como generalmente pasa en Venezuela están asociadas a la volatilidad de los precios del petróleo.
En el mismo año del bicentenario del natalicio del Libertador Simón Bolívar, el signo monetario que lleva su nombre recibe un impacto brutal debido a la crisis de reservas internacionales producida por la caída del 30% de las exportaciones petroleras en 1981 y 1983, además de la crisis de la deuda latinoamericana.
El propio Luis Herrera Campins, en su discurso de toma de posesión en 1979 había señala que recibía una Venezuela hipotecada.
Que se decidió
Al suspender las operaciones con divisas se decreta un tipo de cambio que y se entra en un esquema de “cambios diferenciales” y se crea Recadi.
Pedro Palma, en su trabajo “La política cambiaria en Venezuela”, escrito en 2008, explica las decisiones que se tomaron: “Se mantuvo el tipo de cambio de Bs/$ 4,30 para las importaciones decretadas esenciales y para el pago del servicio de la deuda externa, tanto pública como privada se estableció un tipo de cambio de Bs/$ 6,00, para la importaciones no esenciales se creó un mercado libre para la adquisición de divisas, donde privaría la flotación del tipo de cambio, pero en el que el BCV intervenía en forma regular”.
Al evaluar el impacto de estas medidas señala que se produjo una contracción de las importaciones del 52,8% %, “al pasar de $ 13.584 millones en 1982 a $ 6.409 millones en 1983”.
“Ello no sólo se debió a la lentitud en la asignación de divisas por parte de RECADI, sino también por la severa recesión de ese año, caracterizada por una contracción de 5,6% del PIB real”, indica Pedro Palma.
Por otro lado, no se puede dejar de lado el enfrentamiento que se produjo entre el Ministro de Hacienda, Arturo Sosa y Leopoldo Díaz Bruzual (El Búfalo), presidente del Banco Central de Venezuela.
El pulseo se presentó porque desde el ente emisor se objetaba el esquema de cambio diferencial y se argumentaba que debía existir un tipo de cambio único, observaciones que no fueron aceptadas.
El Régimen de Cambio Diferencial (Recadi) fue un centro de polémica. Fueron acusados ministros y empresarios por el aprovechamiento de este sistema para aplicar sobrefacturación.
Solo se dictaron medidas concretas contra Richard Ames François Gauthier, presidente en Venezuela de la verificadora Societé Général Surveillance (suiza); André Marcel Le Dem, presidente de Bureau Veritas (francesa) y Libio Pernetz Janovitz, presidente de Caleb Brett de Venezuela, SA (norteamericana), “quien fue detenido cuando intentaba fugarse en su avión particular”, según los reportes periodísticos de la época.
También hubo medidas contra los empresarios chinos Ho Fuk Shum y Ho Fuk Wing, por fundar 19 empresas para falsas importaciones entre 1984 y 1986.
El único preso fue Ho Fuk Wing, a quien la historia reconoce como “El Chino de Recadi”.
Desde ese momento a nuestros días se han creado diversos esquemas para ejerier el control de cambios en el país y hay nombres para regalar: Cadivi, Sicad I y II, Sitme, Dicom, Dipro, Simadi y todos vestidos con opacidad y sin generar ni siquiera un “Chino de Recadi”.
Todo este “rosario” de nombres y de políticas erráticas no han logrado cambiar la vulnerabilidad y desconfianza que sobre el nuestro signo monetario trajo el «viernes negro» de hace 39 años.
Desde Miraflores se ha enviado el mensaje de recuperar el bolívar y el Gobierno junto al Banco Central se ha dedicado desde mediados del año pasado a tratar de aguantar el proceso de depreciación de nuestra moneda oficial.
Las intervenciones agresivas en el mercado de divisas por parte del BCV le han dado una inusual estabilidad a la paridad cambiaria.
Esto se ha traducido en una reducción del ritmo de la inflación, al punto de que la mayor parte de los economistas coinciden en que estamos fuera del escenario hiperinflacionario.
Hay un bolívar relativamente estable, pero escaso, es difícil encontrarlo. La operación de cambio en este momento se complica.
El país está funcionando con una masa de dólares que flota en la economía y que según los cálculos de las firmas de análisis económico ronda entre los 3.000 y 5.000 millones de bolívares.
Esta cifra implica entre 8 y 10% del Producto Interno Bruto venezolano, entendiéndolo como la capacidad que tiene la economía de producir bienes y servicios.
Luego de darle estabilidad a la moneda el Gobierno propone un impuesto a las operaciones con divisas, que ya fue aprobado en el parlamento, con la finalidad de estimular el uso del bolívar.
Sin embargo, para el mercado no es creíble esa estabilidad y esa es una condición indispensable para que la moneda nacional se fortalezca.
Desde el viernes negro de 1983 al 2022, muchas cosas han cambiado en la política y la economía, lo que ha podido cambiar es la desconfianza que genera la moneda nacional para los actores de la economía.
El gobierno dice que el Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras vendrá a “rescatar el bolívar”, pero se corre el riesgo de transformarse en el freno de la incipiente recuperación de una economía que se volvió enana, luego de siete años de depresión, cargada de decisiones erráticas y erradas y luego unas sanciones que le pusieron la guinda a esa torta.
¿Qué pasará? No tenemos bolas de cristal para ver el futuro, solo andamos con pies planos, pisando tierra, mirando la realidad política, económica y social del país.
El juego sigue.
