El Gobierno debe reconocer a la AN y liberar a los presos políticos, y la oposición debe preguntarse si los pasos que propuso son esos y en ese orden, plantea el ensayista e historiador
Rafael Arráiz Lucca no cree que haya militancias que merezcan ser prohibidas en Venezuela, o que sea imposible pensar en un país en el que la gente tenga ideas diferentes que conviven bajo el mismo cielo. Aunque sí, ciertamente, se han abierto muchas heridas, no es menos cierto que es posible tener una nación para todos. “Estamos obligados a hacerlo. No es la primera vez que pasa”, recuerda Arráiz Lucca, historiador y ensayista, y echa mano del Tratado de Coche que cerró el capítulo de la Guerra Federal en el siglo XIX, y del Pacto de Punto Fijo en 1958.
“Los países crecen, progresan, avanzan cuando hay una convivencia pacífica. Cuando una convivencia violenta, tensa, o la diatriba política actual, es muy difícil que haya condiciones para el crecimiento. De modo que los venezolanos estamos obligados a entendernos y a convivir”, sostiene.
-¿Bajo qué premisas?
-La democracia. Es evidente que la asamblea constituyente se eligió mediante un proceso que no era constitucional, es evidente que las elecciones del 20 de mayo de 2018 no fueron democráticas. El Gobierno debe empezar por reconocer estos elementos y sentarse a dialogar con la oposición, reconocer a la Asamblea Nacional actual y negociar una composición del CNE imparcial, como lo manda la Constitución. No hay nada fuera de la Constitución que se le esté solicitando al Gobierno.
–¿Por qué el Gobierno puede verlo en estos términos? Puede decir “yo sigo gobernando así”.
–Si sigue gobernando así vamos a seguir cada vez peor. El país va prácticamente hacia la pobreza total.
–Puede gobernar sobre ruinas.
–Sí puede gobernar sobre ruinas. Lamentablemente creo que lo puede hacer, pero cada vez es más difícil, tanto para el Gobierno como para los venezolanos. Quienes pagamos las consecuencias de todo esto somos los que vivimos aquí.
–¿Falta algún estímulo para que quienes tienen el poder lo dejen?
–Hay una enseñanza interesante de los acuerdos de paz en Colombia. Esos acuerdos se lograron firmar porque se habló de una justicia transicional. Por eso los guerrilleros se sentaron a negociar la entrega de las armas y el fin de la guerra. De no haber esos incentivos probablemente todavía estarían en guerra. Tiene que haber incentivos para el Gobierno nacional sentarse a negociar, más allá de la situación dramática del país.
–¿Cuáles le parecen útiles?
–Ha habido unas señales de la comunidad internacional interesantes en ese sentido. Por ejemplo, al general director de Sebin inmediatamente le levantaron las sanciones. ¿Eso qué señala? Que buena parte de las sanciones que tiene el Gobierno, si accede a una negociación democrática, pueden ser levantadas.
La «ecuación Guaidó» puede cambiar de orden
Arráiz Lucca dice entender a la posición de Juan Guaidó en cuanto a la ecuación que propone: “Cese de la usurpación, Gobierno de transición, elecciones libres. Muy bien. Ese es el deber ser, pero tienes que estar dispuesto a negociar eso. Si no estás dispuesto a negociarlo, ¿cómo puedes avanzar en una negociación?»
Teme que “las posiciones tomadas por el Gobierno y por la oposición, si no están dispuestas a ceder, ¿cómo se puede llegar a una negociación?”.
–¿En qué debería ceder el Gobierno?
–El reconocimiento de la Asamblea Nacional y la liberación de todos los presos políticos. Sería un primer gesto del Gobierno, importante. ¿Qué podría negociar la oposición? Podría revisar si los pasos son esos que dice Guaidó, y en ese orden, o si esos pasos pueden ser invertidos.
–¿Podría haber un Gobierno de transición primero?
–Podría haber un Gobierno de transición primero. O podrían darse unas elecciones supervisadas internacionalmente, con un CNE confiable, sin que haya un Gobierno de transición. ¿Por qué no?
–¿Quién gobierna mientras tanto?
–Ese es un tema que tendría que estar en la mesa de negociación.
–¿Pensando en ese proceso de Noruega?
–Soy optimista con el proceso de Noruega, aunque desconozco qué se está ventilando allí. Soy optimista porque creo que lo mejor para Venezuela es llegar a un proceso de negociación, para lo que se necesita que el Gobierno esté dispuesto a ceder aspectos importantes, y para lo que se necesita que la oposición esté dispuesta a ceder también.
–¿Que no se hable del tema es favorable?
–Creo que es favorable, porque esas negociaciones deben ser secretas hasta tanto se llegue a un acuerdo, a un primer acuerdo. Creo que eso es favorable.
–Una de las cosas que puede generar ruido es la presencia de los dirigentes… Diosdado Cabello debe seguir viviendo en Venezuela, por ejemplo.
–Ese es el tema de lo que tiene que negociarse aquí. Pero mi posición es ésta: Si los colombianos lo lograron con unos señores que estaban en guerra, y que eran narcotraficantes, como las FARC… ¿Cómo nosotros no lo vamos lograr?
–¿Debemos tomar el ejemplo del proceso colombiano?
–Allá hay una luz. Ojalá el nuestro sea mucho menos largo. El proceso de negociación de Colombia duró años. ¿Nosotros aguantamos un proceso de negociación de un año, dos años, tres años? Yo creo que no. Creo que cualquier proceso de negociación tiene que ser expedito. La situación de Venezuela es trágica.
–¿Está pensando en un lapso de cuánto?
–Dos meses. Tres meses. A lo sumo, seis meses.
–¿Para llegar a elecciones presidenciales?
–Para llegar al acuerdo que sea. Pero sin la menor duda el corolario de cualquier negociación son elecciones creíbles.
–¿Cualquiera? Maduro puso sobre la mesa las parlamentarias.
–Que no corresponden en este momento. Corresponden las presidenciales. Siempre les propongo a mis alumnos que la población tiene que tomar decisiones sobre sus gobernantes. La reelección de cualquier tipo en Venezuela es inconveniente.
Eliminar la reelección y el tema militares
–¿Es algo que usted eliminaría?
–Absolutamente. Asumiría el modelo del sexenio mexicano: un presidente que gobierna seis años, con un referéndum revocatorio a los tres años de mandato si lo está haciendo muy mal. Y ese presidente nunca más vuelve a gobernar. Dada la patología que tenemos los venezolanos con el poder, la patología que padecemos los venezolanos a ese respecto, hay que limitar las ansias de permanencia de los gobernantes, y una manera es esa.
–¿Por qué vía haría el cambio?
–Hay muchas vías, pero creo que una enmienda pudiera ser. Por supuesto, es una reforma a la Constitución que hay que hacer. Yo no creo necesario entrar en un proceso constituyente. Creo que se pueden hacer reformas puntuales y seguir trabajando con la Constitución actual.
–¿Qué otra cosa reformaría?
–Volvería a la bicameralidad.
–¿Qué ganamos con eso?
–Tener un mayor control del Poder Legislativo sobre el Poder Ejecutivo. Volvería a la fiscalización del poder civil sobre el poder militar, de manera de que la profesión de los militares sea respetada y fiscalizada.
Profundizaría muchísimo más la descentralización; les otorgaría autonomía tributaria a los estados, de manera de que los gobernadores puedan crear impuestos. Esas son algunas de las reformas que le haría a la Constitución.
–¿Qué hacemos con la Fuerza Armada?
–No encuentro problema en que voten; eso pasa en muchos países del mundo. El tema es que deben regirse por un marco legal muy claro, que establezca cuáles son sus tareas. Eso existe. No se está pidiendo nada que no exista. Es respetar las leyes que definen el perfil profesional de la Fuerza Armada, y que se mantengan como profesionales.
–¿Que vuelvan al cuartel?
–Es que hay tareas fuera del cuartel. Lo que ha venido pasando es que se han convertido en un factor político importante, y eso crea una desigualdad muy grande en una democracia, porque es un factor político que tiene las armas en la mano y los demás estamos desarmados.