“No es que te mandan el Sebin; te mandan el Seniat y te cierran la sala de cine”, afirma el presidente del Circuito Gran Cine.
Aunque su humildad no lo quiera, el nombre de Bernardo Rotundo estará siempre unido a dos palabras: “Cine venezolano”. Su vida ha girado en torno a esas horas oscuras que se sufren y se gozan. Por eso, no duda en afirmar que esa producción cinematográfica a la que ha dedicado su vida no pasa por su mejor momento.
“Hay censura. Claro que sí. El autoritarismo se está expresando en distintos campos de la realización cinematográfica venezolana, cuando observas que muchas películas no tienen libre circulación”, expone Rotundo, presidente del Circuito Gran Cine, en entrevista con Contrapunto.
Lleva la cuenta: No ha sido estrenada “El pueblo soy yo”, de Carlos Oteyza. “Las mujeres del caos”, de Margarita Cadenas, podría ser objeto de autocensura, porque la directora teme exponer a sus protagonistas. “Está todo bien”, de Tuki Jencquel, se exhibió puntualmente.
“En estos tres casos, los mecanismos del autoritarismo llevan a que la gente se limite, tenga temor”, advierte. En los últimos dos o tres años unas 10 cintas han sido objeto de alguna restricción, asegura.
Hay que sumar el caso de la película sobre el Inca Valero, con una sentencia del TSJ que impide que sea vista, o siquiera exhibidos sus tráiler, aunque es “una ficción muy respetuosa”. También se agrega la prohibición de mostrar “La peste del chavismo”, título que “a mí no me gusta, pero es la libertad de creación”.
“Ahora pareciera que cualquier opinión adversa al gobierno es invocación al odio, y eso significa que la libertad de creación está siendo limitada”.
Bernardo Rotundo, participa en el foro sobre cine venezolano, en el que comparten cineastas de todas las corrientes ideológicas y todos coinciden en defender la libertad de creación.
“Hay una preocupación, incluso de los cineastas partidarios del gobierno, por este tema. No es solo de los que adversamos el modelo político”, señala. La comunidad cinematográfica “está preocupada y sensible porque observa que estamos limitados en capacidad de creación”.
El cine nacional siempre ha sido contestatario. “Si históricamente ha sido crítico ¿por qué en esta era, representada por una élite que gobierna el país, se nos impide expresarnos libremente?”, se pregunta. “¿Por qué el cine venezolano ahora debe ser dócil, complaciente y hablar solo de películas históricas que supuestamente reivindiquen los 200 años de la liberación? La idea del cine nacional es que refleje los lados oscuros y brillantes de nuestro país”.
-¿Quién censura?
-El CNAC es el ente rector de la cinematografía. Ellos tienen que certificar las obras como venezolanas, que es el caso de “Infección”. La película no tiene sentencia de prohibición, pero se usan mecanismos sutiles para limitar la exhibición.
Fue exhibida el 28 de enero, día nacional del cine, en la plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes.
-¿Es el CNAC el que censura?
-En este caso está impidiendo certificar “Infección” como obra nacional. En los otros casos ha habido una mezcla de autocensura. En el caso del Inca fue por el TSJ. Es una mezcla sofisticada de mecanismos que se articulan para limitar la libertad de expresión. Pero a la hora de la verdad la responsabilidad es del presidente de la República.
Hay, afirma, “una política nacional que coarta la posibilidad de que la gente se comunique libremente y se coarta la libertad de pensamiento. Si eres disidente político te excluyen de la sociedad porque no eres confiable. No hay posibilidades del disenso político. En el cine, si no son políticas lindas y bonitas para ellos, no se pueden pasar”.
Rotundo, lo dice sin cortapisas: “No es que te mandan el Sebin; te mandan el Seniat y te cierran la sala de cine. O te mandan las brigadas. Lo que hicimos el 28 de enero fue un acto de resistencia cultural”.
Como presidente del Circuito Gran Cine, Rotundo ratifica que “hay un decaimiento absoluto en la producción de las películas”, porque hacer cine “es costoso”.
Para el cierre del año 2015 “teníamos 30 millones de espectadores de cine”, pero las fallas eléctricas, los problemas de transporte, la inseguridad, la crisis económica tumbaron esos números. “La gente tiene que usar lo poco que gana para cubrir sus gastos de alimentación, y esto ha hecho que se disminuya progresivamente el número de espectadores desde 2015 hasta 2019”.
El año pasado, “siendo generosos, cerramos con 12 millones de espectadores. La caída es de casi 60%”.
No es solo que va menos gente al cine; es que ese 5% de contribución del público –como lo norma la ley- también se reduce. Los cineastas no se animan a presentar proyectos para el CNAC porque es poco el dinero que conseguirían para sus creaciones.
“El sector aspira a producir unas 12 películas al año”, estima. “En 2014 logramos estrenar 29 cintas y meter 4 millones de espectadores”. Eso se derrumbó: “Ahora el promedio es penoso, y una película venezolana exitosa tendrá entre 4 mil y 6 mil espectadores”.
Como colectivo de cine tienen propuestas: disminuir los impuestos para las empresas que apoyen el cine nacional; que el gobierno pague las deudas con Ibermedia (unos 1,2 millones de dólares), porque el desinterés actual “es lamentable”; y sacar de la gaveta el Reglamento de la Ley de Cine.