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jueves, 05 diciembre, 2024
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Jaime Lorenzo: Para que los médicos no se vayan del país hay que aumentar las posibilidades de que tengan una vida en Venezuela

Texto, fotos y videos: Vanessa Davies

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Nació en Caracas pero se lo llevaron a Porlamar (Nueva Esparta) cuando era pequeñito. Aunque su sueldo como médico de hospital no llega a 70 dólares, responde con un tajante «jamás» cuando se le pregunta si está arrepentido de ser médico. «La medicina me ha permitido ver la perfección del cuerpo humano, entender que nosotros somos simples imitadores al intentar reparar esa máquina perfecta, entender la perfección del cuerpo humano y la dificultad de las relaciones entre las personas», explica el director ejecutivo de Médicos Unidos de Venezuela en esta conversación en primera persona. Este 10 de marzo profesionales como él, que siguen bregando un futuro en el país; y profesionales que optaron por ejercer en otras naciones celebran su día

Mi sueldo básico mensual es de 878,22 bolívares. Los bonos nocturno, fin de semana y feriado son 1.452 bolívares. El de arriba son 24 dólares y el de abajo son 40 dólares. Ese es mi sueldo en el hospital: 64 dólares al cambio de hoy; mañana será menos. Sigo siendo médico, no por el sueldo, sino porque se lo debo a mi formación familiar, a mi madre; y a la Escuela de Medicina (Luis Razetti). Yo era un muchacho feliz e indocumentado en Margarita, y me hicieron un test vocacional en el salió medicina e ingeniería. Dos carreras no suelen ser más opuestas. Escogí medicina con cara o sello. No voy a venir con el cuento de que estaba emocionado. No. Cuando yo estudié se entraba en la escuela básica, en Sebucán, que era el filtro más duro que pudiera haber; estamos hablando de 1978, y el análisis I y II era el mismo que recibían los estudiantes de ingeniería, igual que la física.

El día que terminó de moverme el piso y entender por qué amaba esta carrera fue cuando me puse la bata blanca, el estetoscopio prestado y entré por la puerta principal del Hospital Universitario, a las 6:30 de la mañana, al servicio de medicina II. Fue mi primer contacto con un paciente. Ahí comencé a amar la medicina. Mi primer paciente tenía cirrosis con un problema tremendo de baja de albúmina, aparte de otras cosas. Pero me di cuenta de que mi preparación previa me permitía entender todo lo que le estaba pasando, y me daba una visión diferente de la que puede tener alguien que no entiende el porqué de las cosas. Comencé a amar la medicina. En la Escuela Razetti existían los internados de «pre-pre», que eran hechos en la Cruz Roja y en el Hospital Padre Machado, aunque no era fácil entrar allí. Un grupo de «locos» nos fuimos al Periférico de Catia un día, a hablar con los residentes, y nos dejaron entrar y construir un «pre-pre». Eso fue en 1985. Estoy en el Periférico de Catia desde ese momento.

Amar la medicina es parte de conocerla y entender el dolor y la miseria humanas. Eso, aunado a los valores familiares, dan la ecuación perfecta para amar esta carrera, y más cuando luego haces cirugía: ya no solamente sabes cómo funciona, sino que tienes la condición de entender el dolor de los pacientes y puedes resolverlos. Ahí viene la gran pelea entre las especialidades: los cirujanos resolvemos. Los otros mandan pastillitas, jajajajja. Les pido disculpas a mis compañeros. A esta carrera hay que amarla.

Como Médicos Unidos de Venezuela se nos ocurrió abrirnos a los estudiantes de medicina, y creo que ha sido la fuerza más grande. Nos hemos encontrado con estudiantes de medicina que aman su carrera igual que nosotros, que los ves cuando terminamos las discusiones y hablamos de lo que quieren hacer: ver esas caras de ilusión, ese deseo de esa muchacha que debe tener 22 años si acaso, y ver la ilusión con la que dicen «soy médico» o «voy a ser médico dentro de seis meses», te dice que tenemos un futuro. Eso es lo mejor que puede ocurrir. Son pocas las carreras profesionales que tienen la virtud de tener un estudiante cerca; las carreras de salud pública permiten eso.

Desde el siglo pasado una persona llamada Luis Razetti decidió, cuando regresó de Europa, que era importante que los estudiantes de medicina comenzaran a conocer la realidad de la medicina directamente con los pacientes y en las instituciones. Por eso el personal de salud venezolano tempranamente en sus carreras hacen ejercicio en las instituciones públicas, que lo mejor es que funcionen bien para que esos muchachos estén mejor formados. Recuerdo las grandes amistades que hice con mis pacientes, porque se formaba un vínculo diferente. ¿Cuál es la diferencia con médicos de otros países? Ellos no se toman el tiempo de convertirse en amigos del paciente, y el médico venezolano, y eso lo dice toda la gente atendida en otros países, tiene la capacidad de escuchar, y cuando regresas a la consulta, te pregunta cómo está tu hijo o cómo está el negocio o si vendiste el carro. Tenemos la capacidad de ser un amigo más. Esa formación tan sólida nos permite equilibrar la parte humanista con la parte tecnológica, aunque en la parte tecnológica tenemos un retraso como de 30 años.

Hoy en Venezuela la principal dificultad es poder hacer para lo que fui formado. Independientemente de mi alta formación como médico, y con una escuela francesa que es la que rige en las universidades venezolanas basada en la observación, el interrogatorio y el examen físico para tener una idea de cuáles son los exámenes que vamos a mandar a hacer u orientar la patología para que tenga un diagnóstico, necesito los recursos para un mejor diagnóstico. La gran fortaleza del estudiante de medicina venezolano es el tiempo que hace vida en un hospital, caminar por los pasillos, estar en contacto con el dolor; eso te da una formación que no está en los libros. Recuerdo compañeros que buscaban ropa en su casa para los pacientes, o los ayudaban a pagar un estudio.

Si estoy formado para resolver el problema de una persona que tenga una enfermedad, y no puedo hacerlo porque estoy limitado por la propia organización, me voy limitando. Ese muchacho con aspiraciones y deseos de crecer no puede avanzar. Ahora el muchacho nuestro tiene que esperar las vicisitudes del problema socioeconómico de cada persona para poder tener los estudios.

La remuneración te la pongo en tercer lugar. El segundo problema es la depresión, porque nadie puede aceptar ver lo que sufre otro ser humano. Una mujer de 32 años con un cáncer de cuello uterino, sabiendo uno claramente lo que hay que hacer y cuál es el tratamiento adecuado, y tener que ver cómo esa mujer se va deteriorando y perdiendo sus posibilidades de resolución temprana, produce frustración. Somos seres humanos. No tengo una coraza.

El tercer elemento son los recursos económicos. Una persona, cualquier profesional que termina la carrera universitaria, tiene la aspiración de tener una vida, un plan de vida con casa, familia, vehículo, ayudar a los suyos a crecer. Tuve compañeros de la Escuela de Medicina que trabajaban como camilleros para poder estudiar, y en lo que se graduaban, el primer sueldo fue para ayudar a resolver los problemas de su casa. Pero si tienes que volver a depender de tu familia, o no puedes participar en la compra del mercado, eso te crea frustraciones que cada día son mayores.

El Estado venezolano, que gastó en la formación de un profesional de alto nivel durante siete años de carrera, un año de rural y tres o cuatro de posgrado, pierde a sus profesionales. Los médicos se van a un país que recibe un médico totalmente formado y con experiencia sin haber gastado nada. El déficit de médicos en Venezuela es cada vez mayor. Lo vemos en los hospitales. Detrás de mí deberían estar adjuntos de 50 años de edad, y detrás de ellos deberían estar adjuntos de 30 años, y ya no están. Las nuevas generaciones pueden ser muy buenas, pero les falta la guía y la experiencia necesarias para formarse su propio criterio. El criterio se hace con el tiempo y la práctica.

No creo que nos quedemos sin médicos, pero sí nos vamos a quedar prontamente con ciertas especialidades en las que faltarán médicos. Estamos hablando de neonatología, perinatología, terapia intensiva, neurocirugía, medicina familiar… en anestesiología hubo un repunte, pero volvemos a ver una disminución importante porque ingresan residentes, se gradúan y se van. Si no se soluciona el problema del futuro de nuestras generaciones de relevo ellos van a buscar su futuro, porque tienen la capacidad de labrárselo donde sea.

Quienes detenten el poder, sean los que sean, deben sacar de salud y educación el componente ideológico-político. Si no lo sacas, vas a continuar en esta visión errada de la construcción de un sistema de salud, con desigualdades terribles que van a aumentar y vas a tener una población sin ningún tipo de asistencia. Necesitamos un gran acuerdo entre todos para construir un sistema que mantenga ciertas cosas: que mantenga la equidad, que le garantice la atención a toda persona de cualquier nivel socioeconómico. Esto vale para las emergencias y para las enfermedades crónicas. Hay que ponerse de acuerdo y atender. Es hora de hacer estas cosas por el bien del ciudadano venezolano.

Para que los médicos no se vayan hay que aumentar la posibilidad de que ese médico y todo el personal de salud tengan un estatus de vida posible en Venezuela. Hay que garantizar buenos ingresos económicos, garantizar áreas de trabajo adecuadas y darles la tranquilidad de que no tengan preocupaciones. No es que me den una laptop o me regalen un carro, sino tener la capacidad de labrarse un futuro solamente con la medicina pública. En el siglo pasado muchos médicos trabajando solamente en una institución pública se labraron un futuro para ellos, sus hijos y sus nietos. Hay una realidad social que debe mejorarse, y que solo se puede mejorar cuando quienes tienen las riendas del poder entiendan que es Venezuela lo principal.

La medicina me ha permitido ver la perfección del cuerpo humano, entender que nosotros somos simples imitadores al intentar reparar esa máquina perfecta, entender la perfección del cuerpo humano y la dificultad de las relaciones entre las personas.

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