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lunes, 06 mayo, 2024
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Alfredo Padilla: Al Gobierno le gustaría controlar el trabajo por cuenta propia, pero no puede

Texto y fotos: Vanessa Davies y José Gregorio Yépez

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La Asociación de Trabajadores, Emprendedores y Microempresarios suscribió un convenio de responsabilidad productiva empresarial con Fedecámaras

Alfredo Padilla piensa en cadenas; no las de la cárcel, sino las que hacen, eslabón por eslabón, la libertad económica. Y no puede resumir mejor lo que sucede con el «cuentapropismo» en Venezuela: un gobierno autoritario y restrictivo que, al mismo tiempo, parece fomentar los negocios por cuenta propia. El coordinador general de la Asociación de Trabajadores, Emprendedores y Microempresarios (Atraem) ratifica, con base en la información disponible, que «la fuente principal de empleo en Venezuela es el trabajo por cuenta propia, lo que ocurre porque hay pocos incentivos para el empleo público» y privado.

«Más de 50% del empleo en Venezuela se genera por cuenta propia. Se ha animado por el uso de la tecnología, la gente puede desempeñar su propia actividad. Pero estamos hablando de una corriente masiva que tiene como preferencia económica la iniciativa privada», explica.

El quiosquero posiblemente pasó de vendedor de periódicos, a peluquero o alimentos. «Sigue siendo dueño de su quiosco, pero como el gobierno se apropió de la papelería y no hay periódicos, entonces sigue con otras actividades y sigue siendo dueño del quiosco».

Padilla describe lo que sucede en zonas como Petare: «Reubicación en mercados de la gente que estaba en la economía informal en la calle. Sin embargo, sigue creciendo el trabajo por cuenta propia en la calle, la buhonería, que es la parte más incómoda y la más difícil de resolver». Hacia Palo Verde «vas a conseguir negocios nuevos como licorerías, caucheras, ventas de repuestos». Y más arriba encontrarás en los edificios «una suerte de economía residencial», ya que entre vecinos se genera la compra y venta de productos.

«Vas a conseguir también que mucha gente que se desempeña como trabajadora de la salud en los hospitales, con un sueldo miserable, se han convertido en cuidadores de adultos mayores, o prestadores de servicios», ilustra. Situación similar sucede con los educadores, ya que los maestros que reciben una remuneración exigua en la escuela pública también atienden estudiantes en sus casas, ofrecen clases particulares.

En el sector agrícola, desde el conuquero hasta la industria de alimentos, hay un encadenamiento. «En esa cadena algunos eslabones son informales», como el que vende hortalizas en las calles. En el sector turismo los «playeros» también figuran.

El Estado «no hace ningún esfuerzo para que regrese el empleado público» que se marchó. Antes «creció la nómina pública, mientras podrías mantener los sueldos; ahora la gente se va, y lo que ocurre con el que se va es que no se marcha al delito o al sometimiento, sino a producir ingresos para él y su familia».

El Gobierno no lo promueve, considera, pero tampoco lo puede impedir. Y a lo mejor le conviene que ocurra. Pero, afirma, le conviene que sea en un esquema de sometimiento, condicionado el acceso a recursos a la pertenencia al sistema patria. «Eso no es una libertad económica plena para los emprendedores. Si quieres tener un apoyo del Estado, tienes que pasar por el sometimiento político», razona.

-El gobierno quiere que existan, pero controlados.

-Creo que no puede controlar eso. Le gustaría controlarlo, pero no puede, porque la gente trabaja por su cuenta. El venezolano no ha pasado por el control previo que, en los países comunistas, tuvo un efecto de larga duración. Cuba pasó de una dictadura a la otra; el sometimiento de la propiedad privada fue inmediato. Venezuela vivió un periodo enorme de libertad, en el que la gente decía «yo vivo de mi trabajo». Y al mismo tiempo se creó una cultura rentista. Creo que nosotros estamos cultivando una corriente adecuada a la superación de la cultura rentista. Es una corriente popular, masiva. Es lo que calificamos como economía privada popular. La Venezuela del futuro debe ser un país de desarrollo económico descentralizado. El desarrollo económico tiene que contar con esos señores que están allí, para que se construya una economía diversificada.

-¿Cómo se incorporan?

-Hay un hilo de asociatividad que existe hace tiempo. Por ejemplo, los mercados municipales tienen sus concesionarios. Los mercados a cielo abierto tienen sus representantes. Hay asociaciones de trabajadores no dependientes. Hay un mínimo de asociatividad. Se debe valorar su existencia, no solamente el valor que le agregan al producto o al servicio; es también el valor de no sucumbir al sometimiento.

Padilla señala que se debe incentivar la formalización y, también, «vincular al movimiento empresarial a sus parientes más cercanos, para que los ayuden a desempeñarse mejor». Se necesita «reforzar la docencia social sobre la importancia que tiene la propiedad privada», para que se reconozca que esa propiedad privada «forma parte de mis derechos y de mi futuro».

-El derecho a la libertad económica es fundamental para la libertad personal. Si no tengo patrimonio, si me tienen sometido, no tengo libertad.

Al gobierno «le gustaría que no estuvieran dedicados a eso, sino a la propiedad colectivista, la propiedad comunal», opina. «Pero ¿dónde está eso? Eso no es una realidad. La gente decidió trabajar por su cuenta. La economía comunal no existe como alternativa para el ingreso; existe como propósito ideológico y de sometimiento».

Lo interesante «es que lo que emergió no emergió como un plan de nadie, sino como una respuesta ciudadana frente a la crisis económica», rememora. Con la escasez comenzaron algunas experiencias, y al superarla «el gobierno tuvo que dejar que la gente continuara trabajando por su cuenta».

Rememora una recomendación de la OIT «que recomienda el tránsito de la informalidad a la formalidad mediante procedimientos ágiles y sencillos», a fin de que haya un incentivo para formalizarse. «También debe haber una política que detenga el retorno de lo formal a lo informal», pero la voracidad tributaria obliga a lo contrario. Los planteamientos de la OIT son para que el trabajador informal se formalice y no sea sometido (como sucede con los buhoneros), «porque aparentemente no es dependiente pero es dependiente».

Si en América Latina entre 50% y 70% de la economía es informal, estima Padilla, eso quiere decir que los venezolanos que migran «deben estar trabajando en la informalidad: salieron de la informalidad en Venezuela para trabajar en la informalidad en otros países». Una tarea, subraya, es «atender a la diáspora venezolana», porque «Venezuela pasó a ser un país de emigrantes». Ese es «un activo productivo que les estamos dando a los países de destino, y que debe ser atendido: allá, para que los aprovechen mejor, y aquí, para que, en la medida en que sean productivos, puedan mitigar la pobreza de sus familias con las remesas». La formalización «le conviene al país de destino y al país de emisión, y tiene que haber políticas para eso».

-Habla de la relación entre lo formal y lo informal. ¿Fedecámaras está dispuesta a recibir a lo informal?

-Acabamos de suscribir, el 17 de julio, un convenio de responsabilidad productiva empresarial y su entorno, un convenio de responsabilidad productiva. Esto es, que las empresas se conviertan en centros de adiestramiento. Si tengo un hotel cinco estrellas en Margarita me interesa que mis visitantes sean bien atendidos en la playa, que quien cocina en la calle lo haga sanitariamente, que quien ofrece deportes marinos lo haga bien.

Con la nueva directiva de Fedecámaras «vamos a ver cómo se implementa el convenio», comenta. «Queremos regionalizarlo y sectorizarlo».

Mirar hacia la economía privada popular es para beneficio mutuo. «A la banca de microcrédito le interesa que esto funcione. Al sector formal de la industria de alimentos. Al sector inmobiliario, porque los espacios desocupados podrían ser ocupados por quienes están en espacios públicos. A la industria de la construcción, porque en la medida en que plomeros y obreros consuman productos ferreteros, para ellos es mejor».

Se debería resolver, por otra parte, la seguridad social: Ante el descalabro de la seguridad pública «hay una posibilidad, y es que los seguros colectivos privados tienen una potencialidad: en la medida en que mejoren sus capacidades pueden comprar seguros colectivos». Es una opción, por ejemplo, para «una masa de delivery que está en la calle».

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