Petar Borota y su incorrecto legado bajo los tres palos

Arnaldo Fernández l @fernandzarnaldo

No marcó una época, no estuvo entre los mejores del mundo, pero sus excentricidades dentro y fuera del campo lo marcaron y se destacó en el Chelsea sin trofeos pero regalando adrenalina a la fanaticada desde el 79 hasta el 82

Hablar de porteros pintorescos es trasladarnos a épocas de René Higuita al mando, Jorge Campos y hasta aquel arrogante guardameta sueco Thomas Ravelli, el cual finalizó tercero con su selección en la Copa del Mundo del 94.

Sin embargo, estas pintorescas extravagancias ya se colocaban en práctica a finales de los 70 y principios de los 80 con el portero nacido en la antigua Yugoslavia (hoy Serbia), Petar Borota, que vistió camisetas de clubes importantes como el Partizán, Chelsea, entre otros.

Borota además de portero, tenía como hobby pintar, se dice que sus pinturas fueron surrealistas, así como algunos de sus pasajes por el terreno de juego. Sin embargo, las locuras de este portero no fueron impedimento para ser elegido como el mejor futbolista del Chelsea en 1980 y 1981.

En Stamford Bridge lo recuerdan con especial cariño, a pesar de sus excentricidades dentro del campo, fue inolvidable su debut en la casa de los «Blues», una actuación magistral le permitió mantener su arco en cero nada más y nada menos que contra el Liverpool, equipo que para la fecha era muy superior al Chelsea.

En el año 76, Borota era fichado por el Partizan y allí sus locuras no fueron tan grandes como las que acostumbraría posteriormente. En la temporada 77-78, el yugoslavo tuvo una temporada de ensueño en la cual permitió únicamente 19 goles en un total de 34 partidos jugados, convirtiéndose en pieza fundamental y ganando el campeonato ese año.

En 1979, el destino de Petar Borota era Londres, ya que 70 mil libras lo llevarían a fichar por el Chelsea.

Un yugoslavo llegaba a Londres y sería arropado por una de las ciudades más importantes y movidas del mundo, militando en un modesto Chelsea de la época y en el que dejaba una huella a pesar de no haber levantado trofeos.

«Lo más importante para un portero es detener el balón. Da lo mismo que sea con las manos, la cabeza o el culo”, dicha afirmación era dada por Borota al ser consultado sobre su peculiar estilo dentro del campo, que lo alejaba de los porteros correctos y tradicionales de la época.

Se dice, según publicaciones de Libero y otros portales especializados que Borota en una ocasión decidió sentarse a leer el periódico en el banquillo, en medio de un juego donde el Chelsea se imponía de manera cómoda al West Ham, razón por la que casi recibiría un gol desde el arco contrario. También se habla de un encuentro en donde recibió seis goles luego de ingerir una botella completa de vodka.

La pregunta es ¿Donde estaba el director técnico ante estas situaciones? Sin embargo, el portero yugoslavo ante estas actitudes, afirmaba no estar loco y que su juego iba totalmente en serio, era una especie de estrategia tan confusa como su carrera de pintor.

Las locuras de Petar Borota bajo los tres palos eran variadas, iban desde golpear la pelota hacia su propio poste antes de sacar, pasando por gambetear delanteros, llegar jugando a ras de césped hasta la mitad de la cancha y según cuenta la leyenda, hasta encajar un gol por entrar al arco con balón en mano para buscar una gorra que había dejado en las mallas.

Con la selección yugoslava llegó a participar en cuatro encuentros, no fue constante, y es que nuestro personaje de hoy no fue una estrella, pero tuvo pasajes dignos de contar y analizar para los fanáticos del fútbol.

Tuvo un paso por Portugal y posteriormente trabajó como entrenador en el fútbol sudafricano.

En los años 90 Borota volvería a Belgrado, el excéntrico futbolista que compró en su mejor momento un Citroen CX sin siquiera los permisos, volvía a su país natal con una humilde tienda de perfumes, siguió pintando y se le fue rechazada una solicitud para ser el nuevo entrenador de porteros del Partizán.

Se dice que en tierras yugoslavas tuvo problemas con la justicia, al verse implicado en el robo de obras de arte de uno de los mejores pintores del país. Entre Vujadin Boskov y Sinisa Mihailovic, lo ayudaron para ir a Italia, sin embargo, sus últimos días fueron tan difíciles como sus excentricidades en el terreno de juego.

En febrero del 2010, murió a la edad de 56 años y aunque no se puede hablar de legado, para los fanáticos más longevos del Chelsea sigue siendo un portero muy recordado, sin copas pero con el orgullo de ser su mejor futbolista en 1980 y 1981.