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miércoles, 24 abril, 2024
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Hacer libros en Venezuela es una vocación que el coronavirus no logró doblegar

Texto: Vanessa Davies. Fotos: Alonso Calatrava Rumbos

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«Con una cuarentena radical prolongada, las editoriales están en coma, reducidas y apenas manteniendo la actividad mínima para no perder sus signos vitales. Su fortaleza proviene del capital humano que, tercamente, se empeña en seguir produciendo conocimiento y editando literatura de calidad», subraya Ana Carola Fernández, presidenta de Cavelibro. Editores como Carlos Parra, de Editorial Galac, y Asdrúbal Sánchez, de Editorial Laboratorio Educativo, defienden el oficio de hacer libros y tratan de buscar opciones: compra a plazos, delivery y apoyo a las librerías son algunas estrategias

Dicen que la realidad supera a la ficción, y parece que en Venezuela esa frase se cumple palabra por palabra. La economía hecha agua, la huída de millones de personas, tener que decidir entre comer o tomar un medicamento… «Dejo a un lado todos los detalles inútiles», afirma William Shakespeare en «Medida por medida». Si fuese medida por medida, en el país de la emergencia humanitaria compleja sin guerra, hoy cercado por la COVID-19, no se publicaría un solo libro. Pero los editores venezolanos están hechos de bambú, la planta que aprendió a vivir con el viento, y han buscado la forma de mantenerse a pesar de todo lo que se les opone. El coronavirus SARS-CoV-2 es el colofón de varios años de depresión económica, hiperinflación y empobrecimiento de la población.

La hiperinflación y su sombra

Hacer un libro es un proceso que comienza con un acuerdo entre un autor y un editor, o la decisión de una persona de publicarse a sí misma, puntualiza Carlos Ortiz, docente de la Escuela de Letras de la UCV, asesor editorial y profesor de diplomados en edición.

El paso siguiente es el proceso de producción del libro, que incluye definir si va a ser impreso o electrónico, o si combinará los dos soportes, agrega Ortiz. También hay que sumar la preparación del texto original, con la corrección de estilo, el diseño y la corrección de las pruebas finales. Todo eso está a cargo de la editorial, empresa que puede contratarlo a terceros.

«Para las editoriales la situación ha sido difícil y se ha deteriorado por varios años, y mayormente desde 2017. La hiperinflación ha impactado la producción y las ventas. El negocio estaba funcionando en sus límites históricos mínimos. Hay menos lectores, menos editoriales, menos librerías, no se importan libros y el poder adquisitivo del consumidor común es muy bajo», explica Ana Carola Fernández, presidenta de la Cámara Venezolana del Libro (Cavelibro).

«Se han ido del país las editoriales transnacionales (por ejemplo Planeta, Random House, Océano) y las pequeñas editoriales, aunque con plena capacidad instalada, están produciendo escasos títulos y pocos ejemplares de cada uno», detalla Fernández en un cuestionario para contrapunto.com.

No solo desaparecieron las ferias y festivales del libro, sino que «al menos un 70 % de las librerías y editoriales han cerrado o disminuido sus espacios en los últimos diez años», precisa. «Se han desvanecido silenciosamente editoriales e imprentas. Hemos visto desaparecer tanto librerías connotadas (Suma, Lectura) como librerías pequeñas… e incluso muchos puntos de venta y hasta cadenas completas de librerías (Nacho, Muchos Libros), porque este es un negocio de baja rentabilidad y muy sensible a los aprietos de la economía».

Por supuesto que hay gente que lee, y mucho. Incluso con tapabocas y en plena epidemia de coronavirus quedan pasajeros del Metro de Caracas con libros en las manos. «Las personas aún muestran interés por la lectura y un cariño especial por los libros, pero los niveles de ingresos son muy bajos, y jerárquicamente destinados a cubrir necesidades de supervivencia», asegura.

Sin embargo, y siempre con la buena voluntad por delante, el editor Carlos Parra, de Editorial Galac, piensa que los venezolanos siguen leyendo a pesar de las dificultades. «El que se acostumbró a leer, lee. El que se acostumbró a comprar libros aparte de su presupuesto», expone Parra en conversación telefónica con contrapunto.com.

Decidido a mantener el sueño de hacer libros, pero con los pies sobre la tierra, Asdrúbal Sánchez, de la Editorial Laboratorio Educativo, resolvió abrir oficina en Colombia y mantener las operaciones en Venezuela. «Tenemos una marca, que es el optimismo», enfatiza Sánchez en entrevista por zoom con contrapunto.com.

Antes de la COVID-19 «nos estábamos defendiendo como gata panza arriba, con las uñas; estábamos trabajando muy duro, peleando con el casero para que no nos sacara del local, buscando posibilidades, las librerías estaban cerrando, cambiando toda la fórmula del negocio de papel».

Editorial Galac, fundada hace 35 años, publicó seis títulos en 2019, con tirajes de mil ejemplares. «Vendimos más o menos (entre 30% y 40%)», comenta Parra. «Incluso uno se agotó: ‘Allá viene’, de Andrés Aguilar-Pérez». Galac ha tenido sus best-sellers, como los textos del psicólogo Manuel Barroso y el libro «Abril, golpe adentro», escrito por el periodista y hoy ministro de Cultura Ernesto Villegas.

La crisis venezolana «nos llevo un día a sentarnos y a detenernos, y a decir «qué estamos haciendo? Estamos jugándonos la supervivencia de la editorial», rememora Sánchez. Fue cuando decidieron comenzar en Colombia lo que han llamado «la plataforma de resistencia», que es «cómo defender la Editorial Laboratorio Educativo en Venezuela, que es nuestra semilla y es nuestra alma» y cómo mantener la vida personal. La solución que encontraron es la apertura de la oficina en Colombia. «Ha sido una buena decisión porque hemos podido mantener Venezuela», pero «nuestro arraigo, nuestro origen está en Venezuela» y «va a seguir estando».

Entre 2018 y 2019 la Editorial Laboratorio Educativo logró editar 10 títulos, entre físicos y electrónicos.

La mudanza al libro digital ha sido una salida para abaratar costos. No obstante, editores como Parra y Sánchez están enamorados del papel y la tinta y quieren mantener el libro físico. «El olor a papel y el olor a tinta no lo voy a abandonar», promete Parra.

Foto: Alonso Calatrava Rumbos

Y encima, la COVID

A una industria ya muy golpeada por la crisis venezolana le llegó el tsunami de la COVID-19. La situación se ha agravado, señala Ana Carola Fernández.

—¿Cómo está funcionando el negocio editorial en Venezuela debido a la pandemia de COVID-19?
-Precariamente. La pandemia llegó en una coyuntura que ya era muy crítica para las editoriales y, durante la cuarentena, la situación se ha agravado por no poder abrir durante un período que ya va por cinco meses. Las empresas del sector han tenido total respeto a la cuarentena, pero cerradas no tienen ningún ingreso para hacer frente a los gastos. El teletrabajo y las ediciones digitales alcanzan solo una parte
marginal de la actividad del sector. Con las librerías cerradas, se venden pocos libros. Con las imprentas cerradas, no se imprime. En cuarentena solo son medianamente viables los procesos de corrección y diagramación, pero son parte de un sistema y no tienen sentido en forma aislada.

Difícil y duro, por decir lo menos, ha sido el año 2020. «Hemos tenido que ingeniarnos», subraya Carlos Parra. Doce libros en estudio y unos seis que debían ser publicados en físico se tropezaron con la cuarentena. «Fue la COVID-19 la que nos paró».

La epidemia aceleró el tránsito al digital, «aunque siempre estemos primero con el impreso, con el libro en papel», defiende Parra.

Las editoriales están, literalmente, en coma, advierte Ana Carola Fernández.

—¿Cuántas editoriales están operativas hoy día en Venezuela en medio de la epidemia de COVID-19?

-Con una cuarentena radical prolongada, las editoriales están en coma, reducidas y apenas manteniendo la actividad mínima para no perder sus signos vitales. Su fortaleza proviene del capital humano que, tercamente, se empeña en seguir produciendo conocimiento y editando literatura de calidad. Operativas en el sentido de estar imprimiendo y distribuyendo, muy pocas y en pequeña escala. Están concentradas en los otros aspectos del trabajo editorial: diseño, corrección, diagramación, y tratando de imaginar nuevas formas de replantear sus objetivos en este contexto tan adverso.

—¿Cuántas editoriales han cerrado en los últimos cinco años? ¿Han cerrado editoriales venezolanas debido a la epidemia? ¿Cuántas?

-No tengo números a la mano, pero prácticamente se han retirado todas las transnacionales y las venezolanas que se han mantenido, han reducido su producción a menos del diez por ciento en los últimos años. No es posible en este momento saber cuántas editoriales venezolanas podrán superar el año 2020.

Para 2020 Editorial Galac preparaba dos reimpresiones. Una de ellas del libro «Ascenso y caída del puntofijismo», de Oscar Battaglini. Planeaban la impresión de «Salir de la Colonia», de Vladimir Acosta, que Carlos Parra no duda en calificar como un texto «muy importante» para Venezuela y para América Latina. La epidemia obligó a lanzarlo al ruedo en digital.

Aunque hay unos gastos fijos (como la revisión y la diagramación) «es más económico el digital: Puede costar 40% a 50% menos», calcula Parra. En cambio, imprimir mil ejemplares de «Salir de la Colonia» puede llegar a 5 mil dólares.

Foto: Alonso Calatrava Rumbos

Editorial Laboratorio Educativo, en lo que va de año y a pesar de todos los obstáculos, ha editado casi 20 títulos. Proyecta otros 10 para lo que resta de 2020: «Ocho son nuestros y dos son de gente cercana a la editorial», anuncia Sánchez. Sin embargo, «si la suerte nos acompaña», cerrarán con 40.

Venta por partes y otras estrategias

Dificultades para movilizarse, alcabalas, escasez de combustible. El libro sufre en Venezuela más retos que un maratonista de 42K. Son pocos los que están vendiendo por internet, señala Ana Carola Fernández.

—¿Cómo se vende?

-La forma natural de venta de las editoriales es a través de las librerías. Unas pocas librerías han podido establecer un sistema de entregas (delivery) para sus ventas, pero el alcance es limitado por varios factores. Entre ellos, que nuestra forma habitual de aproximarnos a los libros es más de contacto directo, a través de las conversaciones con los libreros, de la visita física a ver, tocar y hojear los libros y no tanto a través de búsqueda por internet. Se requiere una inversión inusual en mercadeo digital y que solo muestra una pequeña parte de los catálogos. Se suma la grave escasez de combustible, que nos cohíbe de hacer largos traslados para hacer entregas. Adicionalmente, hay limitaciones para movilizarse de una zona a otra por las alcabalas que se han establecido con ese fin. En resumen, unos pocos que están vendiendo, lo hacen por Internet, con delivery, solo en las zonas más próximas y en muy pocas cantidades.

Cada quien ha buscado la mejor estrategia. Por ejemplo, Editorial Galac vende por partes. La persona escoge el libro y lo va pagando a plazos, con abonos a la medida de sus posibilidades. «Lo estamos implementando este año», comenta Carlos Parra. «Nos vamos a defender y vamos a ayudar a los lectores».

La COVID-19 «cambió para nosotros la comercialización de material», relata Asdrúbal Sánchez. «Ya no podíamos ir a las universidades, ya no podíamos ir a las ferias del libro», ya no fue posible el contacto cercano con los usuarios, con los autores. También han tratado de darles oxígeno a las librerías que están a punto de morir.

Con la pandemia, ilustra Sánchez, «la producción crece, la comercialización se reinventa, hasta el punto de que la página web adquiere una nueva fuerza». Como editores han entregado libros en las manos de los lectores.

«La COVID-19 nos va a obligar a todos a reinventarnos. A mí, como editorial, no me interesa que desaparezca una librería. No me interesa», enfatiza. Pero las librerías también tienen que reinventarse, ver «cómo ofrecen fórmulas que nos permitan a los editores seguir editando tranquilamente y no convertirnos también en distribuidores». Ese es otro capítulo.

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