Las dictaduras de ayer y de hoy tienen un juez llamado «Casas Muertas»

Texto: Vanessa Davies. Fotos: Rafael Briceño-Contrapunto

«Casas Muertas», de Miguel Otero Silva, se monta en el Teatro Chacao a partir del jueves 23 de enero. La adaptación la hizo Jan Vidal y la dirección está a cargo de su papá, Javier Vidal. La denuncia de la miseria, la represión y las enfermedades corre sola, porque al texto de Otero Silva no se le ha agregado «ni una coma»

Hay muchas enfermedades en Casas Muertas, la novela de Miguel Otero Silva (MOS) que es un mundo mucho más grande que el libro que se leía por obligación en el bachillerato venezolano. Una de las enfermedades es la que mata a Sebastián, el gran amor de Carmen Rosa, la protagonista: la fiebre amarilla. Otra es la dictadura, exhibida en el coronel Cubillos, en el encarcelamiento de Pericote por puro capricho y en los estudiantes presos, para quienes solo había un destino: la muerte a latigazos y un entierro anónimo en la sabana.

También está la enfermedad del pueblo abandonado por el paludismo y la miseria, pero habitado por pequeños gestos de resistencia. «Qué hermosas fueron vivas aquellas casas muertas», dice uno de los jóvenes presos de la dictadura de Juan Vicente Gómez. Y otro le replica: «Será necesario levantarlas de nuevo».

Rafael Briceño Sierralta

El libro de MOS se convierte en obra de teatro que se presenta en la Venezuela del siglo XXI, azotada por idénticas plagas y algunas nuevas, a partir del jueves 23 de enero en el Teatro Chacao.

Una familia de artistas, Javier Vidal y su hijo, Jan Vidal Restifo, se casó con el texto y se comprometió a llevarlo a escena. Jan Vidal adaptó la novela y Javier Vidal la dirige. La productora, Evelyn Navas, adquirió los derechos de la narrativa de Otero Silva y decidió montar Casas Muertas por considerar que es una obra muy vigente.

Rafael Briceño Sierralta

Un libro escrito durante la dictadura de Pérez Jiménez, que alude a la dictadura de Juan Vicente Gómez, pareciera tener plena vigencia. Hoy hay en Venezuela malaria desbordada (más de un millón de casos) y el año pasado hasta se detectó un caso de fiebre amarilla en el estado Bolívar. Si de casas muertas se habla, la migración de más de cinco millones de venezolanos ha dejado atrás barrios y pueblos. Un siglo después «estamos viviendo otra dictadura», sostiene Vidal, aunque «un poco más sofisticada».

Rafael Briceño Sierralta

Es «una metáfora del país», opina Jan Vidal, con su reflexión sobre lo que quiso plantear Otero Silva y su vigencia en el presente. Es, también, un retrato de los pueblos de oriente (como El Tigre, que el escritor contó en su libro «Oficina número 1»), con sus masones y sus maestras.

Al texto de MOS «no se le ha agregado una coma», advierte el director de teatro. No hace falta. «Casas Muertas» siempre será un libro de denuncia de la Venezuela sojuzgada en la que las epidemias matan rápido, pero también, un libro de esperanza de la Venezuela que puede ser.