Poeta, abogado y diputado, el venezolano Andrés Eloy Blanco logró unir esas vocaciones con el único propósito de elevar al hombre a su máxima expresión, mostrarle sus errores y a la vez el camino para en lo emocional y social ser cada día mejor
«Algunos colegas no han tomado en cuenta mi cualidad de diputado, sino mi cualidad de poeta. Así podría yo negarle a cualquiera de mis colegas que no fuera abogado o médico el derecho a referirse a una materia penal, porque son farmacéuticos o comerciantes. Precisamente he tratado de juntar siempre mi cualidad de diputado con mi cualidad de poeta. Porque tengo del poeta un concepto nuevo; porque considero como la más alta de sus funciones la función social del poeta. Yo debo con todo afecto corresponder a la frase del diputado Manzo, quien en este caso no fue muy ‘manso’ conmigo que digamos, diciéndole que yo no soy un notable abogado. En mí lo único notable como abogado es la falta de clientela«.
Así se refirió Andrés Eloy Blanco a su trabajo como poeta y político, dos pasiones que logró unir con tal asertividad que, hoy en día su nombre no puede faltar si se quiere hablar de Venezuela y sus riquezas.
Integrante del Círculo de Bellas Artes y de la Generación del 28, fue galardonado en diversos concursos literarios y fue electo miembro de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras.
Un 21 de mayo dejaba esta tierra. Para recordarlo, a 64 años de su partida, Contrapunto comparte tres poemas fundamentales de su obra poética.
Coloquio bajo la palma
Lo que hay que ser es mejor,
y no decir que se es bueno,
ni que se es malo,
lo que hay que hacer es amar
lo libre en el ser humano,
lo que hay que hacer es saber,
alumbrarse ojos y manos
y corazón y cabeza
y después, ir alumbrando.
Lo que hay que hacer es dar más
sin decir lo que se ha dado,
lo que hay que dar es un modo
de no tener demasiado
y un modo de que otros tengan
su modo de tener algo (…)
La Hilandera
Las Uvas del tiempo
Píntame angelitos negros
Los hijos infinítos