El término hibakusha, que en japonés significa “persona bombardeada”, designa a los sobrevivientes de los bombardeos atómicos que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki los días 6 y 9 de agosto de 1945. Más que una categoría histórica, hibakusha es una identidad marcada por el trauma físico, psicológico y social que dejó la era nuclear en Japón.
En plena Segunda Guerra Mundial, el presidente Harry S. Truman autorizó el uso de bombas atómicas sobre Japón con el objetivo de forzar su rendición. Las explosiones mataron instantáneamente a decenas de miles de personas y dejaron a otras tantas con quemaduras, lesiones graves y exposición a radiación ionizante. Se estima que entre 150.000 y 246.000 personas murieron como consecuencia directa o indirecta de los ataques.
Secuelas físicas y psicológicas
Los hibakusha enfrentaron enfermedades devastadoras como: Síndrome de radiación aguda (ARS): náuseas, fiebre, pérdida de cabello, hemorragias internas. Cánceres: leucemia, pulmón, hígado, estómago, colon y tiroides, con incrementos de hasta el 42% en riesgo entre los expuestos y desfiguraciones y deterioro genético: muchos sufrieron malformaciones y secuelas visibles que los marcaron de por vida.
Además, el concepto de anestesia psíquica, acuñado por el psiquiatra Robert Jay Lifton, describe el estado de defensa emocional que muchos hibakusha desarrollaron para sobrevivir al trauma.
Discriminación y estigma social
A pesar de ser víctimas, los hibakusha fueron marginados por la sociedad japonesa:
- Se les consideraba portadores de enfermedades contagiosas.
- Muchos enfrentaron dificultades para conseguir empleo o formar pareja.
- Las mujeres hibakusha eran evitadas por temor a que sus hijos nacieran con malformaciones, aunque los estudios demostraron que no había un aumento estadístico de anomalías congénitas.
Organización y activismo
En 1956, los hibakusha fundaron Nihon Hidankyo, una organización que lucha por sus derechos y por la abolición de las armas nucleares. Desde entonces, han sido una voz moral en el debate global sobre el desarme, aunque en Japón siguen siendo un tema incómodo y poco visibilizado.
Memoria y legado
Hoy, a 80 años de los bombardeos, los hibakusha son cada vez menos. Muchos han optado por el silencio, pero otros han compartido sus testimonios para que el mundo no olvide. Su historia no solo es una advertencia sobre el poder destructivo de la tecnología bélica, sino también un llamado a la empatía, la justicia y la paz duradera.






