Hace seis años, el mundo del arte perdió a uno de sus más visionarios creadores: Carlos Cruz-Diez, el maestro venezolano que liberó al color de la forma y lo convirtió en protagonista absoluto de la experiencia estética. Su legado, sin embargo, no ha cesado de expandirse.
Nació en Caracas en 1923, Cruz-Diez fue mucho más que un artista plástico. Fue un investigador incansable, un teórico del color que entendía este fenómeno como una “realidad autónoma en continua mutación”. Desde sus primeras fisicromías en 1959 hasta sus ambientaciones cromáticas en espacios públicos, su obra se basó en la interacción entre el espectador, el tiempo y el espacio. “Nos han condicionado a ver el color como acompañante de la forma. Yo lo concibo como una situación efímera que evoluciona”, decía el artista.
Un legado venezolano por el mundo
Aunque vivió en París desde 1960, Cruz-Diez nunca dejó de ser profundamente venezolano. Su obra está presente en museos como el MoMA de Nueva York, el Tate Modern de Londres y el Centre Pompidou de París, pero también en espacios urbanos como el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, donde su “Cromointerferencia de color aditivo” se ha convertido en un símbolo de despedida para miles de migrantes venezolanos.
Para Cruz-Diez, el arte no debía limitarse a la contemplación pasiva. Sus instalaciones, como las cabinas de cromosaturación o los cromoprismas espaciales, invitaban al espectador a vivir el color, a implicarse emocionalmente en su transformación. “No hacemos cuadros, hacemos situaciones”, afirmaba.
Premiado en la Bienal de São Paulo, condecorado por la Legión de Honor en Francia y homenajeado en múltiples países, Cruz-Diez fue un artista universal. Pero su mayor reconocimiento quizás sea la vigencia de su obra en el siglo XXI. Artistas, diseñadores y arquitectos siguen estudiando sus investigaciones sobre la percepción cromática, mientras su fundación y su familia continúan difundiendo su pensamiento.
Carlos Cruz-Diez falleció el 27 de julio de 2019 en París, a los 95 años. “Viví sin la esperanza de que mi obra fuera comprendida, pero ahora recibo el regalo de que las nuevas generaciones la disfrutan”, dijo meses antes de su partida. Hoy, seis años después, su obra no solo se comprende: se celebra, se estudia y se vive.
Con información de artmiamimagazine.com






