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domingo, 06 octubre, 2024

Edmundo González Urrutia, el diplomático discreto que quiere ser el «hombre de la transición» en Venezuela

Texto y fotos: Vanessa Davies

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Su próximo cumpleaños, el 29 de agosto, lo celebrará como presidente electo o como el articulador de la oposición venezolana. Ponderado, tranquilo y negociador: Así lo describe el diplomático Jesús Mazzei. A las acusaciones de ser, presuntamente, agente de la CIA, responde uno de sus grandes amigos de la infancia, Rómulo Orta: «¿Qué va a andar Edmundo asesinando curas católicos? Eso es impensable. Todo esto es guerra sucia»

Si esta descripción la hiciera el grande Gabriel García Márquez seguramente diría que Edmundo González Urrutia (EGU, en el mundo de la campaña electoral) es un Virgo como todos los Virgos: discreto y observador, de larga escucha y menos habla, extenso en el entendimiento y corto en la confrontación, de esas inteligencias que no necesitan alardes porque están allí, tenaz y estratega. Un venezolano destacaría, en cambio, su formación en esa escuela de la Cancillería venezolana de los años 70 y 80, según la cual no existen enemigos sino adversarios. Este Virgo que dibujaría García Márquez, y este funcionario del servicio exterior que fotografiaría un periodista local son, en fin de cuentas, la misma persona que espera llegar a la Presidencia de la República como abanderado de la Plataforma Democrática.

El comentario más duro que pudo formular durante un acto reciente con profesores universitarios fue referido al programa Con el mazo dando, que lidera el diputado y referente del chavismo, Diosdado Cabello, y la verdad es que ni lo nombró ni despotricó sobre el espacio televisivo. Cuando los periodistas le preguntaron por qué no acudió al Consejo Nacional Electoral a suscribir el acuerdo anunciado por el mandatario Nicolás Maduro, González Urrutia reiteró las razones que ya había explicado en redes sociales; al insistir en las preguntas, prefirió no contestar, darse la vuelta y despedirse.

El profesor Rómulo Orta lo conoce de los tiempos de infancia y estudio en La Victoria, de cuando lo conocían como «cucho». «Estudié con él desde la primaria, porque mi papá era director del grupo escolar donde la mamá, Hilda Urrutia, y su tía Magaly, daban clases. Su tía Magaly era maestra mía. Nos conocemos desde esa época, luego compartimos el Bachillerato. Él estudió en la UCV y yo me fui a la Universidad de Carabobo, y siempre hemos mantenido la amistad». Se conocen desde hace más de 60 años. «Él va a cumplir 75 años en agosto y yo cumpliré 77 en octubre. Nos conocemos desde hace 60 años y con familias muy unidas».

La Victoria era un pueblo en el que todo el mundo estaba cerca, «todos eran padrinos de todos», rememora. En ese lugar se formó González Urrutia, y como él mismo lo ha recordado en los actos de la precampaña, es «hijo de la educación pública».

Ese hijo de la educación pública aceptó ser el candidato presidencial ante la inhabilitación de la ganadora de la primaria, la dirigente María Corina Machado; el veto electrónico con el que se encontró la candidatura de la profesora Corina Yoris; y las diferencias en la Plataforma Unitaria en relación con otras opciones, como el gobernador zuliano Manuel Rosales.

González Urrutia «aceptó la responsabilidad de liderar un movimiento de cambio» como ocurrió, en el pasado venezolano, con Eleazar López Contreras, Wolfgang Larrazábal y Ramón J. Velásquez, expone Jesús Mazzei, docente, diplomático y articulista. «No ha sido político de partidos como tal, sino que ha desempeñado funciones en el servicio interno y en el servicio exterior que le hicieron acopiar experiencias interesantes».

De todos los signos

El joven de La Victoria que se formó en la Universidad Central de Venezuela (UCV) se toma fotos, recibe papeles y ha asumido el rol de consolar a las almas rotas que se le acercan. Diplomático de carrera, representó al país en varios destinos; como embajador, al menos, en Argelia y Argentina.

«Edmundo tiene formación y experiencia política inmensa», reivindica Orta. No solo estuvo fuera del país en distintos cargos diplomáticos. También se desempeñó en la Cancillería venezolana. Por haber tenido relaciones con gobiernos extranjeros durante su desempeño como diplomático, asevera, el embajador posee la experiencia necesaria para atender la crisis venezolana.

Mazzei lo conoce desde 1989, cuando González Urrutia ejercía como ministro consejero en la Embajada del Reino Unido. «En aquella época yo estaba en el proyecto de la revista Política Internacional y se le pidió un artículo sobre la década del gobierno conservador en Gran Bretaña», recuerda. «Cuando el embajador vino al servicio interno, como coordinador de gabinete de la oficina del canciller Reinaldo Figueredo, nos conocimos personalmente». Incluso, se incorporó al proyecto de la revista.

Con la mirada que dan los años de proximidad, Mazzei define a González Urrutia como una persona ponderada y tranquila, que sabe trabajar en equipo y sacar el potencial de cada individuo. «Trabajé con él en la Cancillería en dos momentos de mi carrera. Él coordinó la parte protocolar y diplomática de unas 10 visitas presidenciales, como la visita de Su Santidad Juan Pablo II en 1996. La parte protocolar y diplomática la manejó impecablemente con el equipo de ceremonial». Impecable, en este caso, es la ubicación del cuerpo diplomático, saber qué funcionarios debían estar en cada parte de la visita, el que el sumo pontífice obsequiara a los trabajadores de Cancillería un rosario bendecido. «Supo colocar a cada funcionario en la mejor función, porque sabe trabajar en equipo, sabe gerenciar en equipo».

Le correspondió, con Figueredo como canciller, organizar una reunión de países consumidores y exportadores de petróleo, que Mazzei califica como un éxito. Igualmente propuso el perfil del funcionario venezolano dedicado a la política exterior para un proyecto de reforma del Estado

Como jefe «no fue un superior de dirección autoritaria», aclara. «Nunca le oí alzar la voz a un funcionario, aunque pudo ser muy firme si alguna cosa no salía bien». A lo largo de su carrera «tuvo que compartir funciones con funcionarios de diferentes caracteres y visiones, y supo armonizar un espíritu de cuerpo, de trabajo en equipo».

En el servicio exterior estuvo en Bélgica, Estados Unidos, Reino Unido, El Salvador, Argelia. «En Argentina fue embajador de los presidentes Rafael Caldera y Hugo Chávez».

Al jubilarse de la Cancillería, relata, el hoy candidato colaboró con el Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro. Manejó una parte del trabajo internacional de la Mesa de la Unidad Democrática y coordinó el libro «Brasil cercano y lejano». Dictó clases en la Universidad Metropolitana y escribió la biografía de Caracciolo Parra Pérez.

¿Cuál ha sido su relación con Copei? «Simpatizante, pero no militante, de Copei. Ingresó a la Cancillería en 1971, cuando era canciller Arístides Calvani, y sirvió al Estado venezolano en diferentes gobiernos de diferentes signos», precisa.

«El embajador fue presidente de la tarjeta MUD. Si alguien conoce la MUD como organización es González Urrutia, porque siempre ha sido trabajador de esta causa», plantea Robert García, secretario general de Copei-ODCA. «Justamente se le escogió porque tiene la confianza de todos para que en ese momento preservara la tarjeta». Su esfuerzo no era de exposición pública, pero siempre «ha sido un gran colaborador de la Unidad, y cuando se habló con él para que ayudara a salvaguardar la tarjeta de la Unidad, no lo dudó, a pesar de los riesgos que implicaba».

¿Agente de la CIA?

El chavismo acusa a González Urrutia de ser agente de la CIA. Por grupos de wasap ha circulado profusamente un supuesto carné de la agencia estadounidense. Dirigentes del sector oficial lo señalan por presuntamente haber participado en la «guerra sucia» en El Salvador, que se cobró miles de vidas, y lo han vinculado con el asesinato de seis sacerdotes jesuitas.

El Observatorio Venezolano de Fake News alertó que el carné es un montaje; que se le está construyendo un pasado ficticio.

«La tía Magaly Urrutia estuvo asociada con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (guerrilla) de El Salvador, y ha dicho que todo eso es mentira; que su sobrino no ha estado implicado en nada de eso», sostiene Orta. «Viene de una familia católica, muy católica. Su abuela, Josefina, nos formaba a los niños victorianos para hacer la primera comunión. ¿Qué va a andar Edmundo asesinando curas católicos? Eso es impensable. Todo esto es guerra sucia. ¿Qué va a ser él asesino de curas si es un católico que va todos los domingos a misa?».

Por ser embajador de carrera «fue embajador de Hugo Chávez en sus inicios; era un diplomático a quien nadie le puede negar su rol. Pero como estamos en campaña electoral se genera confusión, se deja la duda», insiste García.

-¿Tiene cómo demostrar lo contrario?

-Estoy convencido de que sí, pero le corresponde al gobierno demostrarlo. Sí te puedo decir que es un hombre de familia. Conozco bien a su esposa, a sus hijas. Su ejemplo es el de un padre de familia, consciente de la difícil situación que atraviesa Venezuela. El oficialismo cree que en campaña todo se vale, aunque hay una línea ética que no se debe pasar.

Esta es, considera Mazzei, «una campaña muy sucia y muy asquerosa». González Urrutia «estuvo en El Salvador con Leopoldo Castillo como embajador, en un conflicto militar muy difícil. Estuvo en la primera línea como funcionario acreditado del gobierno venezolano, y nunca le conocí empuñar un arma ni nada por el estilo». En El Salvador se desarrollaba una guerra civil cruenta. «El Estado venezolano, dirigido por el presidente Luis Herrera, apoyó a la junta cívico-militar, y después, al gobierno de Napoleón Duarte. González Urrutia salió de allí y fue enviado a Argentina».

Incluso, Orta recomienda a los votantes chavistas «que hablen con él y vean su talante cordial y pacífico. Es impensable que Edmundo haya participado en algo así».

Talante para el diálogo

Las personas que lo conocen aseguran que su carácter es el mejor para un proceso de diálogo. «Ha dado un mensaje muy bueno, que hay que dialogar para construir nuevamente el país. Eso tienes que hacerlo con todos, con los sectores del oficialismo porque no son enemigos sino adversarios. Él ha dado ese mensaje de buscar la conciliación y el acuerdo. Es una expectativa que me llena mucho», explica Orta.

El suyo es «un talante negociador, que busca el consenso, la conciliación y la negociación, lo que va a ser muy importante en los tiempos que se avecinan. No necesitamos el talante que hemos tenido en los 25 años de la exclusión, de ver al adversario como un enemigo a que hay que destruir y aplastar de manera inmisericorde», destaca Mazzei. Para González Urrutia la política se hace entre adversarios que tienen posiciones diferentes «y no con el aniquilamiento de quienes están del otro lado».

¿Iría al canal 8, por ejemplo? «Yo creo que sí», responde García. «Ojalá pueda ir a todos los medios. Pero estoy convencido de que sí porque González Urrutia es el hombre de la transición, tiene una posición ecuánime, de entendimiento y reconciliación».

A su juicio «los atributos de negociador, persona amplia, con talante tranquilo y no volcánico ni autoritario, van a ayudar a este proceso». Cabe agregar: pase lo que pase el 28 de julio.

A Edmundo González Urrutia, Virgo, diplomático, o ambos, le tocará su cumpleaños ya con noticias claras sobre el país: sentado en la silla presidencial o, de nuevo, articulando otro ciclo de lucha para la oposición venezolana.

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