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lunes, 25 noviembre, 2024
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Diálogos sindicales | León Arismendi: El sindicalismo venezolano necesita un remezón

Texto, fotos y videos: Vanessa Davies

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La conflictividad «no encuentra coordinación. Hay protestas en la calle pero hay varios voceros de aquí y de allá», subraya el abogado, profesor universitario y director del Instituto de Altos Estudios Sindicales. Las organizaciones sindicales deben hacer sus elecciones sin el CNE, reitera

Un mundo laboral averiado «como gran parte del país» y sin datos claros y concretos. Un movimiento sindical fragmentado, disperso, con direcciones diversas y agendas diferentes. El empleo informal en alza, con «infinidad de personas dedicadas a trabajar por cuenta propia» y gente «que se está resolviendo a su manera». El diagnóstico de sindicatos y trabajadores que hace León Arismendi, abogado y profesor universitario, es demoledor. Y no para aquí. Como hombre del oriente del país Arismendi sostiene que se trata de un mundo «culebrero», difícil de transitar.

Con la dispersión «no hay una directriz común» sino que «hay varias directrices; entonces la conflictividad, que está allí, no encuentra coordinación. Hay protestas en la calle pero hay varios voceros de aquí y de allá».

Incluso, «hay partes en ese mundo fragmentado que dicen que estar sentado en el foro de diálogo es una perdedera de tiempo», confirma el director del Inaesin a contrapunto.com.

Los conflictos laborales se reiteran en Guayana, según datos del instituto. «Protestan los jubilados, ponen presos a los trabajadores. Guayana está controlada por los militares. El mundo militar tiene unas reglas, es una estructura jerarquizada en la que hay órdenes y obediencia, y eso genera conflictos, porque el mundo laboral es un mundo rebelde, no hay manera de que eso congenie».

El mundo sindical nacional está averiado, «muy fragmentado», describe Arismendi desde su oficina en la sede de la Apucv. «No sabemos cuánta filiación se ha perdido. Cuántos se fueron, ni el gobierno lo sabe. Ese éxodo afecta a todas las organizaciones, incluida la Central Bolivariana». También está marcado por el paralelismo.

Sin embargo, la crisis avanza. El salario mínimo retrocede. «Se debe definir una política salarial, y es necesario que eso se haga concertado. Para eso necesitas un sindicalismo más cohesionado, con una posición clara sobre ese asunto y un liderazgo que exprese», afirma. «Un movimiento sindical que pueda proponer y presionar para que las cosas se hagan de otra manera»; que logre devolverle el valor al trabajo. Se debería encontrar el modo, a su parecer, de ponerle un cierre al pasado.

-¿Podemos seguir así?

-Con lo cual perdemos todos. Los trabajadores seguirán muy mal, no hay seguridad social, las prestaciones sociales desaparecieron, la inflación. ¿Cuánto pueden ser la prestaciones de un trabajador cuyo salario es cuatro dólares? Se tiene que construir una política salarial.

El programa de trabajo decente de la OIT es, a su juicio, un punto de encuentro para las centrales sindicales. «Debe ser el plan conjunto de todas las organizaciones. Es un programa que el gobierno debería asumir, porque para algo son miembros de la OIT», recuerda. «Pero hay que tener fuerza para decirle ‘vamos por aquí'».

Lo importante es que los grupos se pongan de acuerdo, «porque de esa fragmentación no sale nada que ayude; solo la protesta sola, lo que hay hasta ahora. ¿La política sindical depende del cambio de gobierno? La política sindical debe tener una dinámica propia; puedes decir que el centro de la política es el cambio, cambiar el modelo económico y político. No es un cambio de gobierno. Con el gobierno te tienes que entender, porque en fin de cuentas… ¿quién paga la nómina? En las empresas privadas te entiendes con el patrono; aquí tienes que entenderte con el Estado».

-¿Qué haces con la administración pública?

-Tiene que haber una política salaria que tenga un piso, un punto de partida, y que vaya abriéndose para que las negociaciones tengan algún espacio. La universidad está construida sobre el mérito. Si no desarrollas una política que permita que los méritos tengan espacio para ser reconocidos, no funciona. El salario mínimo es la única política del gobierno, y el sindicalismo ha tenido que actuar con esa política. En 2018 eso se quebró, porque con la reconversión el salario mínimo quedó por encima de todo el mundo. Pero si uno habla de una política, fijarles un punto de partida a las remuneraciones, debes tener un panorama de ajustes. El gobierno tiene que obligarse a contener la inflación.

Sobre los contratos colectivos Arismendi subraya que tienen «un montón de cosas» pero «si no se aumenta el salario no sirven para nada». Que no haya aumento salarial paraliza lo demás. «Supongo que en las zonas industriales los sindicatos algo están negociando con los empleadores, pero el freno es grande; si se moviera el sector público, donde está la mayoría de los trabajadores, a lo mejor eso tendría un impacto en el sector privado. Tenemos que entrar en esa dinámica: fijar una política salarial y que los contratos colectivos se discutan; en eso hay que ser pragmático».

Para Arismendi «una política sindical en este momento debe focalizarse. El problema es cómo se recupera el salario y qué puede hacerse con la negociación colectiva para ayudar en eso. El gobierno tiene que tomar previsiones, no solo para aumentar el salario mínimo, sino para ajustar las escalas».

Lo otro, considera, es que «el sindicalismo nuestro necesita un remezón: a finales del siglo pasado se lo dieron las elecciones. En un movimiento sindical en el que no hay elecciones la dirección sindical se petrifica. La última elección que hubo en serio fue la de 2001. Mal que bien, en el modelo cetevista había congresos quinquenales, y esos congresos imponían elecciones de base en los sindicatos. ¿Cómo se genera una renovación global del sindicalismo? Desde los sindicatos, no es desde arriba. Desde arriba se debe propiciar. Necesitas espacios para que haya otros, para que emerjan otros actores. Si no, no».

Se pregunta, también, «si en 20 años no hay otras caras que mostrar».

La renovación sindical ayudaría a la unidad, afirma, porque «¿cómo acabas con los grupos? Vamos a contarnos?». Hay que «provocar una renovación que te permita reconstruir».

¿Y el TSJ y el CNE? «El CNE es algo contranatura. Había que democratizar la CTV, pero desde adentro. En las recomendaciones de la comisión de encuesta de la OIT está que el CNE debe salir de allí».

-¿Cómo lo quita?

-Una, es que algo se ha avanzado. La otra es promoviendo elecciones sin el CNE. El CNE no organiza ninguna elección, ni la de los partidos, porque no es su tarea. El CNE coopera, articula, apoya; es crear condiciones para que haya elecciones. Para organizar elecciones sindicales se necesita una estructura que conozca ese mundo, que ese mundo acepte. La elección de 2001 la organizó la CTV».

-¿Qué deberían hacer?

-Hacen sus elecciones.

-¿A ver si el TSJ les permite seguir?

-Mientras esté la OIT… El discurso del Ministerio de Trabajo es que cada quien haga sus cosas como quiera. Además, si eso es lo que recomienda la comisión de encuestas… al gobierno y a los sindicalistas del gobierno les conviene que esas cosas se arreglen. ¿Qué gana el gobierno con eso? El sindicalismo oficial no ha hecho elecciones jamás. ¿Cuál era la democracia? Lo que hizo el CNE, en el caso de la CTV, fue que desmanteló la institucionalidad electoral propia. Para hacer elecciones tienen que reconstituir sus estructuras electorales, y hacerlas con todos los grupos, las tendencias. Vamos a organizar un proceso electoral en el que todos estén de acuerdo, o por lo menos, la mayoría. En la medida en que no hay elecciones es la excusa perfecta para que haya más grupos.

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