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jueves, 26 diciembre, 2024
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La UCV cumple 300 años cercada por sombras viejas y nuevas

Texto: Vanessa Davies. Fotos: Mairet Chourio-Archivo Contrapunto

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Problemas presupuestarios, académicos, salariales y políticos empujaron a la Universidad Central de Venezuela a pasar su aniversario -que realmente se celebra el 22 de diciembre- sumergida en una de las crisis más fuertes de su historia. Los actos oficiales se realizaron este 16 de diciembre

Nadie hubiese pensado, el 22 de diciembre de 1721, que la Universidad Central de Venezuela (UCV) cumpliría 300 años con tantas incertidumbres. Aunque el chichero que vende su bebida debajo del reloj logró volver hace dos años, es probable que el retorno del espíritu ucevista necesite mucho más que un carrito, vasos y hielo.

Problemas académicos, presupuestarios, de infraestructura y políticos marcan un aniversario que realmente es el 22 de diciembre, pero que se conmemoró formalmente este jueves 16 de diciembre.

El decano de la Facultad de Arquitectura, Gustavo Izaguirre, recuerda que la universidad no pudo conmemorar sus 100 años porque el país estaba en la Guerra de Independencia. Tampoco pudo festejar los 200 porque «Juan Vicente Gómez, como dictador, había cerrado la universidad». Esta es, entonces, la primera vez que la UCV celebrará un centenario.

Pero no lo hará en las mejores condiciones. Corremos «el riesgo de perder la autonomía académica, que es la única que nos queda. Podría pasarnos como a finales del siglo XIX, cuando Guzmán Blanco limitó a los profesores la libertad de cátedra», expone Izaguirre. Lo que queda es la autonomía académica y la libertad de cátedra, que «están en riesgo todos los días cuando se insiste en que cambiemos las carreras por programas de formación y que nivelemos hacia abajo».

Hay un cerco oficial que no comenzó ayer, manifiesta Jesús Mendoza, consejero universitario. «Pienso que el cómo es darte menos plata para que dependas más del Estado», y ejemplo de ello son los arreglos que ejecuta el gobierno de Nicolás Maduro desde hace pocos meses. La UCV no tenía cómo hacer el mantenimiento a un patrimonio de la humanidad, evalúa Mendoza. «Ahora, ¿quién es el único que lo puede hacer? El Estado venezolano».

¿A qué atribuye el hostigamiento? La Universidad «siempre ha sido un hito importante en los cambios en el país», como la Generación del 28, la Generación del 58, la generación de 2007. Los estudiantes han influido en los cambios políticos y, en el gobierno, «saben que los profesores, los estudiantes pueden ser una amenaza; la universidad siempre ha estado en contra del gobierno de turno». Creo «que el gobierno sabe que la universidad puede marcar un hito en los cambios, y que si alimentas mucho la universidad, se te puede convertir en un monstruo que no puedes controlar». Funcionarios del gobierno «vienen de la universidad» y «saben la capacidad y la influencia de cambio» que tiene la UCV.

Sin presupuesto

La UCV pasó del esplendor a la miseria. «Desde el punto de vista presupuestario es muy preocupante que, desde el año 2012, el presupuesto real en bolívares ha ido disminuyendo progresivamente», explica Gustavo Izaguirre. Recuerda el peor año: 2018, cuando la Facultad tuvo 1.240 dólares «para mantenimiento de 20 mil metros cuadrados, y 3.600 del edificio que tenemos en Barquisimeto» para atender a 1.234 estudiantes y 303 profesores, 76 empleados y unos 40 obreros.

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En 2020 y 2021 ha habido «cero» recursos para mantenimiento, recuerda. Para funcionamiento en 2020 «recibimos 30%, y en 2021 recibimos 2,86% del presupuesto asignado», detalla. El presupuesto para 2022 «es totalmente deficitario: solamente nos asignaron el 11%». Lo compara con lo sucedido en 2008: «En ese momento el presupuesto de la UCV superaba los 300 millones de dólares. Ahorita es menos de 10%: menos de 30 millones de dólares y casi todo se va en nómina. El gasto de funcionamiento no llega a 3 millones y no hay partidas que nos permitan ni el mantenimiento ni el acondicionamiento de la infraestructura».

Si el Consejo Universitario no está de acuerdo con la cuota que le asignan desde el poder central «deciden no mandar el presupuesto», así que deben aceptarlo bajo protesta. El decano advierte que ni la rectora, ni él, han sido llamados de la Asamblea Nacional para discutir los recursos.

Hay materias prácticas «que tenemos dos años que no se imparten», como laboratorios en Farmacia y clínicas en Odontología, debido a la pandemia, pero también a los sueldos, reporta Jesús Mendoza. «El presupuesto tiene muchos años siendo un presupuesto reconducido, no nos dan lo que pedimos. Todos los noviembres la universidad manda a la OPSU lo que necesita para el año siguiente. Para 2020 aprobaron 0,9%, y nada más nos dieron la mitad. Para 2021 nos aprobaron 2,7% y no nos han dado un solo bolívar». Aunque los sueldos son pagados por el sistema patria «el presupuesto de investigación, mantenimiento e infraestructura no llegó».

El Estado «ha invertido poco más de 25 centavos de dólar por profesor investigador al año», pero con premios y financiamiento lo han logrado llevar a 14 dólares por profesor, contrasta Izaguirre. Algo que parece risible: el presupuesto para investigación de la Facultad «es de 286 dólares al año», lo que es «una bofetada a la inteligencia y a la generación de conocimiento».

La facultad de Arquitectura, por ejemplo, está cercada por el ejecutivo en cuanto a la posibilidad de actuación, alerta. Han perdido convenios de doble titulación. Desde hace seis años no reciben estudiantes del extranjero. «Las universidades no les permiten que vengan por el riesgo país», y se ha ido cerrando el envío de estudiantes a otros países.

Sin embargo, en una década «hemos entregado más de 12 mil egresados de posgrado» y centenares de estudiantes de pregrado, además de los cursantes de diplomados. La poca inversión del Estado ha llevado a la UCV a asumir nuevos retos, como el fortalecimiento de la educación a distancia que ha permitido aumentar la oferta de cursos de posgrado y diplomados. «Es un reto interesante para la universidad en el futuro», refiere Izaguirre.

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La situación laboral no es mejor. Izaguirre subraya que hay un empeño, por parte del ejecutivo nacional, de controlar el pago de nómina de la UCV. «Las prestaciones la paga el ejecutivo, con un retraso; estamos en 2021 y todavía están pagando prestaciones de 2012. Tenemos un profesor titular que se jubila con 14 bolívares, o como sucedió hace dos semanas con un obrero que me dijo ‘profesor, vine a Barquisimeto a cobrar mis prestaciones, pagué 300 bolívares y el cheque que me dieron fue de un bolívar con 87 céntimos, porque se han devaluado tanto mis prestaciones que quedaron prácticamente en cero. Es triste, pero es lo que nos está pasando».

Los bajos sueldos son un problema real. Un profesor titular con 20 años experiencia «gana 14 dólares al mes, y pudiera llegar a 50 con la prima doctoral y la prima de estímulo», calcula, pero un profesor, con todos los beneficios, «no llega a ganar más de 30 dólares». Izaguirre se pone como ejemplo: «En 2001, como profesor instructor, ganaba 2.100 dólares y ahora mi sueldo, como decano, no llega a 60 dólares mensuales». Hay obreros que ganan siete dólares, recuerda, y se pregunta cómo pueden ir a trabajar si el pasaje puede costar 30 bolívares a la semana. «Hace tres años el Ministerio decidió que los obreros y empleados no tienen seguro. Los profesores no tenemos, nosotros nos pagamos nuestro propio seguro y el Estado no le da la parte».

La UCV cumple 300 años «con unos sueldos por el piso», que varían entre cinco y 15 dólares al mes, indica Jesús Mendoza, consejero universitario. «Es una situación salarial muy crítica, que lo que ha hecho es que los vigilantes no vayan a arriesgar su vida por cuidar un salón o un laboratorio, y que tengamos espacios sin seguridad». Muchos profesores «tienen que ‘matar tigritos’ o hacer actividades para tener un sustento», y ese es «uno de los elementos por los que ha costado tanto que la universidad regrese» a la presencialidad, puntualiza Mendoza.

En marzo de 2022 «cumpliremos dos años con la universidad con actividades presenciales suspendidas, y nos ha costado mucho que la universidad se reactive porque el profesor está trabajando en otros ámbitos, está haciendo otras actividades y está recibiendo más dinero por esas actividades, y no quiere regresar a dar clases por 15 o 10 dólares», describe Mendoza. Hay, a su juicio, falta de voluntad.

Tampoco escapa de las fallas de los servicios públicos, como la escasez de agua debido a la distribución. Como lo refiere Izaguirre, hace unos 10 años «un jefe de mantenimiento del Hospital Universitario, militar de alto rango, decidió que la sala de bombas y manejo del sistema de llaves dentro de la Ciudad Universitaria iba a ser administrado por el Hospital, sin reparar las fugas». Por eso falta el agua, lo que limita las actividades académicas y el aseo de las aulas.

Los polémicos trabajos de recuperación que adelanta el gobierno de Maduro, remarca Mendoza, son adelantados por contratistas de la Vicepresidencia y el Ministerio de Educación Universitaria. «Nosotros no hemos percibido un bolívar de esos arreglos. Son contratistas manejados directamente por la Vicepresidencia y el Ministerio».

Perspectivas a futuro

Incongruencias como las de un sueldo que no permite ni pagar el pasaje «deben ser resueltas, porque tan pronto acabe el COVID, o en enero, si el Consejo Universitario decide que tengamos actividad plena, mucha gente se va a ir o no podrá volver a trabajar porque el sueldo no le alcanza ni siquiera para pagar el transporte», plantea Izaguirre.

La Constitución «no permite que cobremos, pero tenemos que buscar alguna forma en la cual la universidad pueda tener algún tipo de renta y mejorar su infraestructura, invertir en investigación y compensar de alguna forma el esfuerzo que hace el personal docente y de investigación, los empleados y los obreros», considera el decano.

Por otra parte hay un problema de renovación, porque «tenemos 14 años con las mismas autoridades universitarias, los mismos decanos; más de 12 años con la misma representación profesoral; tenemos 10 años con los mismos representantes de los egresados y tenemos dos años y medio con los mismos representantes estudiantiles», sintetiza Mendoza. El cambio en la UCV pasa, en su opinión, por «una renovación total de los cargos de elección».

Para los próximos años, ratifica Izaguirre, «uno de los retos que tenemos es seguir abiertos, seguir luchando por la libertad y la democracia y por lograr formar las generaciones y el talento que necesitamos para el futuro».

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