Centenares de personas en Bangladesh se han vuelto adictas a yaba, una mezcla de metanfetamina y cafeína que se vende barata en forma de pastillas rojas o rosadas
La respuesta de las autoridades ha sido férrea, con cientos de personas muertas en supuestos incidentes de «fuego cruzado«.
«Me mantenía despierto durante siete, ocho, hasta diez días. Consumía yaba en la mañana, tarde, noche y hasta entrada la noche. Trabajaba hasta la madrugada sin irme a la cama».
Mohamed era un adicto. Después de estar despierto durante tanto tiempo caía exhausto.
«Perdía el conocimiento. Completamente fuera de acción. Después de dos o tres días, me despertaba, comía y me iba otra vez a la cama. Pero, si tenía yaba, la consumía. Si te queda tan sólo una pastilla, seguro que la tomas«.
La adicción de Mohammed a yaba empezó en el trabajo en la capital, Daca.
«Teníamos un negocio de importación con Japón, así que teníamos que trabajar durante la noche por la diferencia horaria. Uno de mis colegas me contó sobre yaba. Me dijo que si la tomaba me ayudaría a mantenerme despierto, tener más energía y trabajar duro en la mañana y hasta tarde en la noche».
Al principio, Mohamed experimentó las beneficios que su colega le describió. Pero no por mucho tiempo. Mohamed empezó a comportarse erráticamente y casi tuvo un colapso total.
«En las primeras etapas del consumo de hay muchos efectos positivos. Todo queda realzado con yaba», comenta el doctor Ashique Selim, psiquiatra especializado en adicción.
«Te vuelves más sociable… Disfrutas más la música, los cigarrillos y el sexo. En Bangladesh hay una relación muy poco saludable entre yaba y el sexo. Te mantienes despierto durante más tiempo, tienes más energía, te sientes más confiado. Si dejas de consumir yaba, no hay síntomas de abstinencias, no es como el alcohol o la heroína. Pero son los efectos de yaba los que son realmente adictivos. Es una droga muy, muy peligrosa«.
Yaba apareció por primera vez en Bangladesh en 2002 y su uso y abuso se incrementó continuamente desde entonces.
Se produce ilegalmente en cantidades industriales en Myanmar (Birmania), de donde se trafica hacia Bangladesh por donde la frontera sigue parcialmente el río Naf.
Fue a través de este río que cientos de miles de desesperados refugiados rohingya huyeron hacia Bangladesh en 2017 escapando del ejército birmano.
Ahora, casi un millón de refugiados desamparados viven en campamentos improvisados en esa región y los traficantes han logrado transformar a algunos en mulas -frecuentemente mujeres- que transportan bolsas de pastillas escondidas dentro de sus vaginas.
Los expertos sospechan que los traficantes han encontrado una oportunidad comercial que no pueden dejar de aprovechar.
Pero los consumidores tienen problemas intentando mantener el hábito en el aspecto puramente recreativo.
Y es la amplia disponibilidad de la droga, y el caos que está causando, lo que ha provocado que el gobierno de Bangladesh endurezca el castigo contra la posesión de yaba y declare una política de «tolerancia cero», una medida que algunos alegan, incluye ejecuciones sumarias por parte de las fuerzas del orden.
Una organización de derechos humanos estima que en 2018, en los primeros siete meses de los operativos antidrogas del gobierno, casi 300 personas murieron en Bangladesh.
En febrero, el superintendente organizó un evento público en Teknaf. En un ambiente festivo, frente a una muchedumbre de miles, 102 hombres lugareños -todos sospechosos de ser traficantes de yaba- se rindieron ante las autoridades.
Entre ellos estaban los familiares de un parlamentario local de la gobernante Liga Awami, y de otros funcionarios electos. 30 armas y paquetes que contenían 350.000 pastillas de yaba fueron desplegadas ceremonialmente.
Los hombres que se habían entregado fueron alineados en fila frente a un podio adornado con flores, donde el ministro de Interior, Assaduzaman Kahn, le entregó a cada uno un gladiolo.
«El país entero está inundado de yaba, hasta los estudiantes de escuela y universidad dependen de ella», dijo el ministro.