Los años 60, los del conflicto. Los 70 y 80, los del desarrollo institucional. Los 90, los del desencanto. El siglo XXI, el del cambio. Este es el itinerario que propone la investigadora y curadora de arte Lorena González para el seminario Constelaciones que dictará, a partir del lunes 17 de agosto y en la plataforma Zoom del BOD, sobre arte contemporáneo venezolano
Si el país está en emergencia humanitaria compleja el arte venezolano no podría estar anclado en el aire. Aunque parece que todas las neuronas están dedicadas a las múltiples crisis, los artistas siguen creando y siguen convirtiendo en obras sus ideas y angustias.
El arte venezolano está emergiendo en la crisis humanitaria, señala la investigadora y curadora Lorena González en conversación con contrapunto.com. González grafica en su mente una bitácora para entender qué pasó con el arte venezolano contemporáneo, a partir de la década de 1960.
Los años 60, los del conflicto. Los 70 y 80, los del desarrollo institucional. Los 90, los del desencanto. El siglo XXI, el del cambio. Este es el itinerario que propone González para el seminario Constelaciones que dictará, a partir del lunes 17 de agosto y en la plataforma Zoom del BOD, sobre arte contemporáneo venezolano. Está dividido en varias constelaciones, que comienza con la década de las grandes pasiones políticas.
«Arte y política contra el país cinético» es el provocador título de la primera constelación. Venezuela «es un país que se está reconstruyendo después de la dictadura», con conflictos y creación de instituciones. Dos movimientos avanzan paralelos: «El cinetismo, la abstracción geométrica y la profusa carrera muy lúcida de creadores como Alejandro Otero, Soto y Cruz-Diez, y al mismo tiempo también un país deteriorado, con conflictos, con miseria… Parte de nuestra historia».
Es el conflicto entre lo moderno, los cosmopolita y los problemas eternos «de nuestra subterránea sociedad», explica González.
Considera que el arte venezolano no ha estado de espaldas a los conflictos, y que en los años 70 hubo trasgresiones. Esos son los años del gran crecimiento institucional y del apoyo a las ideas. «La década de los 80 es una locura; es lo que llamaron varios curadores la década prodigiosa, por los formatos de todo tipo», refiere.
En 1989 El Caracazo marcó un quiebre, como también lo marcó la posmodernidad. «Yo les digo a los 90 los estallidos del desencanto. Es una década bastante compleja», reflexiona. «El arte de los 90 nuestro fue un arte crítico».
Trae a colación una video instalación del artista José Antonio Hernández, «In God we trust». exhibida en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg): Por un lado se veía un video que mostraba empresarios y políticos; y por el otro, imágenes de El Caracazo. Los museos financiados por el Estado albergaron las críticas, y por eso González se detiene en los 90 para mostrar cómo «se podía dar curso a una obra de arte que cuestionaba al propio Estado que la patrocina».
Sin embargo, como investigadora remarca que no todo lo que se hizo antes de 1999 fue perfecto. Por el contrario, señala que había muchas cosas que revisar. Y reivindica su experiencia en el Museo Alejandro Otero. «¿De esos modelos qué había qué hacer? Tomar las mejores cosas, y las cosas que estaban enredadas, arreglarlas, darles nuevos canales y pensar en el museo del siglo XXI».