«La cultura oriental (asiática, musulmana, rusa) tienen un plan estructurado para poner fin a la democracia occidental», enfatiza el filósofo y profesor de la UCV
Satrapía y gangsteril son dos palabras presentes en el discurso del filósofo José Rafael Herrera, profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV). También lo son oriente y occidente, en permanente contradicción y lucha política. Este 15 de agosto se celebró el Día Internacional de la Democracia, y Herrera aseguró, en entrevista con contrapunto.com realizada por wasap, que la gente está molesta, no con la democracia, sino con los gobiernos que se disfrazan de ella.
-¿Está la gente descontenta con la democracia?
-No, no lo creo. Al contrario, pienso que las grandes mayorías, por lo menos en un 70%, están descontentas con los regímenes tiránicos que se revisten de democracia, que es otra cosa. En estos tiempos de “liquidez”, como los llamaba Bauman, no son pocos los regímenes que ocultan su más brutal rostro detrás de los preceptos democráticos. Formalmente aparentan ser democracias, pero como ya se sabe pronto quedan al descubierto. Mi preocupación actual va, incluso un poco más allá. Es el deslizamiento que muchos regímenes actuales han hecho desde lo político propiamente dicho hacia lo que he venido llamando la gansterilidad, hacia el crimen organizado. Se trata de un fenómeno que no es nuevo, ciertamente, porque, por ejemplo, fue una de las causas por las cuales el Imperio Romano se derrumbó. Pero hoy ha resurgido, desde hace unas décadas, con una extraordinaria fuerza. Es la utilización de lo político para la prosecución de la criminalidad, el cambio de intereses civiles por intereses grupales, de mafias que se apoderan de las riquezas de un Estado para su beneficio exclusivo. Y lo hacen en nombre de la democracia.
Para Herrera, «el descontento que hay en Venezuela no es contra la democracia. Considero que lo que anhela la sociedad Venezolana, después de estos oscuros 25 años, es la recuperación de la democracia. No en el sentido de la era prechavista, sino en un sentido mucho más orgánico, más efectivo. Creo que la gente está cansada de las posverdades, de los discursos vaciados de contenido, de las formalidades de una ciudadanía inexistente. Las palabras tienen que coincidir con las cosas. El “deber ser” es un fiasco, que sólo conduce a situaciones de creciente frustración. Hay que adecuar las formas a los contenidos, hacer que la democracia sea efectiva, concreta y ya no más un desiderato. Los venezolanos queremos poner fin a una era de ficciones, de falsedades y comenzar a construir un país auténticamente democrático, un país de libertades, de justicia y de oportunidades».
La realidad actual «es que cada vez se vive menos en democracia, en el sentido más amplio de este tipo de gobierno, como decía Spinoza en su Tratado Político. Y se corre el riesgo, o más bien, nos encontramos hoy frente al peligro de perderla. No sólo porque la cultura oriental (asiática, musulmana, rusa) tienen un plan estructurado para poner fin a la democracia occidental, sino porque internamente, es decir, a lo interno del propio Occidente, se están colocando las premisas necesarias para que este importante -y yo diría, crucial- valor de la cultura occidental, que es precisamente la democracia, se derrumbe por completo. Sin duda es un plan bien concebido, y está dando alarmantes resultados.
Su análisis es implacable: «La realidad es que en Occidente han comenzado a establecerse satrapías al servicio de los intereses de Oriente. Nos estamos enfrentando, incluso en ámbitos inimaginables, a un monstruo que ya tenemos aquí y que, al parecer no lo hemos comprendido. Ese monstruo es el totalitarismo. El modo de pensar propio de Oriente es ese. Lo decía Carlos Marx en un texto fundamental: “El Modo de producción asiático”. La civilización oriental ha sido y sigue siendo autocrática. Se nos viene la peor servidumbre y la peor pobreza: la del espíritu. Así que creo que bien vale la pena dar esta pelea por la libertad. Hay que recuperar el ejemplo de Leónidas y sus trescientos, quien no sólo fueran los primeros mártires de la lucha por la libertad y la democracia, sino que, precisamente por eso, fueron los auténticos precursores de la fundación de Occidente».
-¿La democracia puede mejorarse a sí misma?
-La democracia es renovación continua en sí misma. Cuando una democracia no se renueva, cuando permanece estática, deja de ser auténticamente democrática. Y es justo eso lo que nos está sucediendo. Las democracias congeladas son el escenario perfecto para el surgimiento de las satrapías gansteriles que se han venido instalando durante los últimos 25 años. A la democracia le son inmanentes el movimiento, las crisis, las discusiones, las confrontaciones, porque sin ellas la democracia pierde su carácter esencial. Lo decía Maquiavelo en sus “Discursos sobre la primera década de Tito Livio” y también en sus “Historias Florentinas”. No hay democracia si no hay dialéctica, y la dialéctica es, desde Heráclito hasta Hegel y Marx, movimiento, devenir. No hay nada que le guste más a un tirano que la ausencia de movimiento, la quietud. Un tirano sería feliz teniendo no una sociedad viva sino un cementerio. Para ellos, la “Paz perpetua”, de la que hablaba Kant, es la paz de los sepulcros, de las mazmorras y los centros de tortura.
-¿Hay una sola democracia? ¿Hay muchas?
-Sí, creo que es saludable que haya muchas democracias, que haya incluso confrontación entre los diversos modos de ponerla en práctica. No solo entre los distintos países sino, incluso, entre distintos municipios o distintos estados de una misma nación. No hay un modelo exclusivo, único. Eso también es antidemocrático. A modo de ejemplo, y para citar una frase de una cuña publicitaria de los años ‘80, que le servía a mi viejo maestro Pagallo para explicar la verdad de la verdad: “cada región tiene su nombre, pero en todas ellas la cerveza es la misma”. Pasa lo mismo con el amor. El “mientras más te doy más tengo” del Romeo y Julieta de Shakespeare, es un modelo conceptual insuperable que cada particular experiencia amorosa tiene la obligación no sólo de repetir sino incluso de superar. Ese es el mejor ejemplo de lo que considero es la democracia efectiva, auténtica.
-¿Cuáles son los atributos de la democracia?
-Para decirlo en los términos de Spinoza, la sustancia de la democracia tiene dos atributos fundamentales: su extensión y su pensamiento. Si hablamos de la extensión, hablamos del cuerpo real de la democracia, o sea de su existencia material. Si hablamos del pensamiento democrático entonces estamos hablando de su continua capacidad para reafirmarse en el cambio. El asunto consiste en que la extensión y el pensamiento se adecúen de continuo, que la realidad se reconozca en el pensamiento y el pensamiento en la realidad, si no hay esta coincidencia de los términos de la oposición, entonces se producen las crisis que terminan en las formalidades y las abstracciones por donde suele colarse la corrupción gansteril, poniendo fin a la Libertad en nombre de inclinaciones populistas y demagógicas que terminan hiriendo de muerte a la vida en democracia, para ser sustituida por regímenes autoritarios de toda ralea que terminarán -no importa el silicón que digan tener- al servicio de los intereses autocráticos de Oriente.
