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miércoles, 27 noviembre, 2024
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Del Pacto de Punto Fijo hay que aprender, dijo Ramón Guillermo Aveledo

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En la historia venezolana signada más por los la confrontación y el monólogo que por el acuerdo,  el Pacto de Puntofijo significó un compromiso de estabilidad democrática y de gobierno de unidad nacional que perduró en 40 años, en opinión del presidente del Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro

El presidente del Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro participó en el foro Puntofijo, valor histórico y presente, donde destacó la significación de este compromiso de unidad para la democracia, que cumple 65 años, el 31 de octubre próximo. “Es posible y necesario hoy en día, pero tiene que hacerse de nuevo, no podemos calcarlo del pasado; es un ejemplo para fijar los objetivos comunes”, dijo en el evento organizado por el Instituto, en alianza con la UCAB,  y la Fundación Formación y Debate de Yaracuy.

En la historia venezolana signada más por los la confrontación y el monólogo que por el acuerdo,  el Pacto de Puntofijo, del cual se celebran 65 años, significó un compromiso de estabilidad democrática y de gobierno de unidad nacional que perduró en 40 años y del que hay que aprender.

 “Una de las enseñanzas es que la estabilidad y la libertad tienen un costo. La democracia exige pluralismo, tanto en su dinámica de funcionamiento en el que hay alternativas y alternancia, reconocimiento de diversidad de intereses, como en su base, para que el sistema político se parezca a la realidad social que siempre es diversa”.

Así lo expuso Ramón Guillermo Aveledo, presidente del Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro, en el foro Puntofijo, valor histórico y presente, que fue  organizado por el Instituto, en alianza con la UCAB y   la Fundación Formación y Debate, en Yaracuy, que preside Germán Moreno. Tuvo el auspicio de la Subdirección de Extensión de la UPEL, el Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio y Extensión San Felipe, y del Colegio Universitario de Administración y Mercadeo, de esa entidad.

Luego de un recorrido histórico que arrancó de 1937 para ilustrar las dificultades en el proceso de democratización del país, destacó las coincidencias, las implicaciones y los resultados del trato que abrió las compuertas de la unidad y del entendimiento. .”Soy partidario de un nuevo pacto; es posible y necesario hoy en día, pero tiene que hacerse de nuevo, no podemos calcarlo del pasado”, dijo.

Un gran encuentro en Yaracuy

El foro permitió conectar a las audiencias de Caracas, de San Felipe, reunidas en el Hogar Hispano, y del exterior, en torno a tema crucial para la sociedad venezolana. Universitas Fundación prestó el apoyo tecnológico.

En Yaracuy, estuvieron presentes las organizaciones partidistas, movimientos políticos, organizaciones de la sociedad civil y  referente. “Sirvió para propiciar el encuentro de todos los actores de la oposición que hacen vida en nuestro estado: tanto los de la Plataforma Unitaria como los que actúan fuera de ésta; y de un número importante de disidentes del oficialismo. La asistencia estuvo cerca de 220 personas, movilizándose por sus propios medios”, señaló  Moreno, quien agradeció al Instituto haber acogido la solicitud de un evento sobre el Pacto de Puntofijo.  

El acuerdo democrático fue suscrito el 31 de octubre de 1958, dos meses antes de las elecciones del 7 de diciembre, por los líderes de los tres partidos mayoritarios de la época, Rómulo Betancourt, de AD; Rafael Caldera, de Copei; y Jóvito Villalba, de URD. El escenario fue la casa del representante copeyano, sanfelipeño, y distinguida con el mismo nombre que su dueño tomó de la montaña ubicada en la antigua carretera de San Felipe a Nirgua.

“El Pacto de Puntofijo, en su denominación, está íntimamente ligado al país”, señaló.

Fracasos que gestaron el Pacto

Aveledo se refirió a los antecedentes, intentos fallidos de democratización, que permitieron a los líderes del 1958  llegar al Pacto. “No podemos desvalorizar la fuerza, la riqueza que puede tener un fracaso en política o en la vida, y si de allí somos capaces de extraer lecciones importantes”.

Citó dos aproximaciones, que luego de la muerte de Juan Vicente Gómez, en la primera mitad del siglo XX, cobran nuevos bríos.

El primero, el intento reformista que abarca de 1936 a 1945, llamado “el 23 de enero social” (historiador Manuel Caballero”. Este fue el detonante para que el presidente Eleazar López Contreras, sucesor de Gómez, dictara el Programa de Febrero,  un proyecto de democratización para la reinstitucionalización del país.

“Este intento gradual, cauteloso, de arriba hacia abajo, pues fue conducido por las élites tutelares, la élite militar y civil de los años 36 al 45, y que fue ampliado por Isaías Medina Angarita, va a colapsar en octubre de 1945, porque era menos de lo que el país esperaba. El intento animado por la élite que tenía el poder fracasa a los 10 años”.

El segundo “ya no reformista ni gradual” ocurrió a partir del 18 de octubre de 1945 con la llamada Revolución de Octubre. Participaron jóvenes militares  junto con un AD, nuevo partido político fundado en 1941 (13 de septiembre) Eso ocasionó una revancha, la persecución de todos los que habían estado en el poder y sus cercanías, dijo.” Seguramente la historia habría sido distinta si AD y el medinismo se hubiesen sentado a  conversar, en lugar de agarrar cada uno por su lado para buscar una solución”.

“Lo cierto es que se extravió la política en un momento crucial.  Eso puede ocurrirle a la política en algún momento,  y en nuestra historia ha ocurrido muchas veces, pero ¿qué significa que se extravíe? Que en lugar de los métodos de la reconciliación, el reconocimiento y la diversidad, de la búsqueda de acuerdos para limitar el desacuerdo y fortalecer los consensos,  se toma el camino de la imposición”.

Mencionó también la crisis del sistema político, por el desencuentro de los generales López Contreras y Medina Angarita, antes de octubre de 1945;  los “violentos sectarismos del trienio del 58 que enfrentaron a los actores que luego serán firmantes del Pacto del 58 y  su secuela en el decenio militar que significó para muchos la persecución, el destierro, para unos la muerte. “Eso va a ser una pedagogía difícil”

Indicó que en este decenio dictatorial, el liderazgo civil  y el militar adquirieron una mayor conciencia acerca del papel político de las Fuerzas Armadas en Venezuela y su importancia en el equilibrio del poder, en el país.  Este papel político se observó también en el cambio de 1958  y “va a hacer, sin duda, una maduración importante en el liderazgo. Eso lo vamos a ver en el Pacto de Punto Fijo”, precisó el profesor.

Hacia el Pacto de 1958

Luego de comentar otros antecedentes “más cercanos”, como las diferencias entre opositores en 1952 y  enfrentamientos radicales entre AD y PCV y la separación de sus bases, en el período de la Asamblea Constituyente, Aveledo destacó que para 1957 comenzaron a surgir coincidencias entre la dirigencia opositora, entre ellos futuros firmantes del Pacto de Puntofijo.

Una de ellas fue la necesidad de tomar la vía electoral para1958. Y citó un segmento del libro Frente a 1958 que Luis Herrera Campíns escribió en 1957. “Participar aún en muy malas condiciones… ha sido, hasta ahora –no se olvide- el único medio en el cual se ha derrotado la dictadura” , luego de la cual advirtió sobre la ‘la obsesión de la pértiga’ a causa de nuestras ‘ansiedad e impaciencia’.  Herrera Campíns planteó un diálogo de la oposición con los ofensores (la dictadura) para lograr que esa elección se produjera.  “Hay que echar mano a las reservas de buena fe…”

Mencionó también la creación de la Junta Patriótica, en junio de  1957,  como otro dato relevante de la convergencia de la oposición, con el programa  que contemplaba amnistía, elecciones libres y gobierno democrático. “Dos cosas imposibles existen, perderse con la Constitución y salvarse sin la Constitución”, resaltó Aveledo, al tomar las palabras de Fermín Toro en el Segundo Manifiesto de la Junta Patriótica. “Oportuna entonces y oportuna ahora “, puntualizó.

Tras la crisis militar y la caída de la dictadura, en 1958, surgió la Junta Militar de Gobierno, que encabezó Wolfang Larrazábal, y que luego se convirtió en Junta de Gobierno, con la incorporación de los civiles del sector empresarial,  Eugenio Mendoza y Luis Manuel Peñalver, primer rector de la Universidad Metropolitana.  “La incorporación de Mendoza es una novedad porque representa la primera fila del debate político y juego de poder de los sectores empresariales”.

En medio de las dificultades a lo largo de 1958, como las sublevaciones militares, surgió la idea de formalizar un acuerdo.

El Pacto político y el programa mínimo

Con la idea del equilibrio entre consenso y disenso, como valor; y un marco de “desacuerdo limitado”, luego de diferencias,  se designó una comisión  integrada por Augusto Dubuc, de AD; Ignacio Luis Arcaya, de URD; Herrera Campíns, de Copei;  Gustavo Machado, del  PCV, e Isaac Pardo, del partido  Integración Republicana (IR) que dio a luz el Pacto de Puntofijo.

Este acuerdo implicó un programa mínimo que consistió en pautas de convivencia sin “unanimismo”, un compromiso de respeto a las reglas democráticas, de la defensa de la constitucionalidad y el derecho a gobernar según el resultado electoral, apuntó Aveledo. También, el compromiso de formar un Gobierno de Unidad Nacional, en la cual participaran los partidos firmantes “sin hegemonía de ninguno”, y se establece que la unidad es compatible con la diversidad de candidaturas, tolerancia y mutuo respeto.

También se establece la posibilidad para la unidad, con diversidad de candidatos.

El 6 de diciembre de 1958, los partidos, con la firma de los candidatos Rómulo Betancourt, candidato de AD; Rafael Caldera, candidato de Copei, IR y el Partido Socialista de Trabajadores; y Wolfang Larrazábal, candidato de URD y del PCV se comprometieron en el propio Consejo Supremo Electoral (CNE) con la declaración de principios y el programa mínimo.

Los partidos se comprometieron  en los siguientes puntos fundamentales, como la nueva Constitución; regularización relaciones Iglesia-Estado; y una reforma administrativa, reconocimiento de la iniciativa privada; Plan Integral de Desarrollo, e industrialización en el país de petróleo y hierro. Además, se definió la política social y laboral, la dignificación del Magisterio, así como la  de inmigración. En las Fuerzas Armadas, el perfeccionamiento y modernización;  que fuese una fuerza apolítica, obediente y no deliberante, y se le reconocieran los méritos y servicios de los oficiales.

“Los firmantes tuvieron una lectura común de lo necesario y fueron capaces de establecer objetivos comunes y una estrategia dirigida a alcanzarlos y consolidarlos”.  El PCV no firmó el acuerdo por diferencias con los otros tres partidos, pero fue capaz de rechazar el desconocimiento de la elección que ganó Betancourt.

“El Pacto fue para un gobierno, pero su espíritu se proyectó a la largo de 40 años de la vida venezolana”, destacó Aveledo al hacer un balance de sus resultados. Con el tiempo y la costumbre el  ‘espíritu del 23 de Enero’ se fue atenuando y desviando”.

Aveledo señaló que “hay que aprender de la historia y de la experiencia propia” y citó una de sus frases preferidas. “No basta con concebir un gobierno perfecto, hay que concebir un gobierno practicable”.

Luego, en la dinámica de preguntas, el presidente del Instituto consideró al Pacto de  PuntoFijo “un gran ejemplo”. “Soy partidario de un nuevo pacto, es posible y necesario hoy en día, pero tiene que hacerse de nuevo, no podemos calcarlo del pasado, y se tiene que ver cuáles son las condiciones presentes”. Más adelante, dijo:   “Es muy importante  que la gente lea el Pacto y se dé cuenta  de que eso no era un acuerdo para repartirse el poder, era un acuerdo para adelantar y garantizar el avance”.

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