La Encuesta Nacional de Hospitales, medición que se realiza en 40 centros asistenciales del país, muestra que la crisis de la salud no termina de resolverse
Son 114 minutos los que tarda un hospital venezolano, en promedio, para atender a una persona que llega con un infarto. El estándar internacional se mueve entre 30 y 60 minutos. Venezuela duplica o cuadruplica los tiempos de respuesta requeridos para salvar vidas. Son datos de la Encuesta Nacional de Hospitales del año 2023, presentados este miércoles 3 de abril por el coordinador de la investigación, el infectólogo Julio Castro.
«Tiene que ver mucho con el desabastecimiento. Los infartos, hoy día, requieren alta tecnología, medicamentos que disuelven el coágulo», recuerda; también, cateterismo «ya» para que la sangre llegue de nuevo al corazón. Eso no está disponible en la mayoría de los centros asistenciales.
En un país aquejado por fallas en los servicios públicos los hospitales no están a salvo. «Seguimos teniendo problemas con el agua. Lo que siempre decimos es que el agua en el hospital refleja la dificultad en el entorno. El Hospital Universitario de Caracas tiene el mismo déficit de agua que Los Chaguaramos o que Santa Mónica o que Valle Abajo. En teoría los hospitales deberían tener un servicio de agua exclusivo; independientemente de que alrededor no haya agua, en el hospital debería haber, pero eso no es así», puntualiza Castro.
Solo 25% de las terapias intensivas y 27% de las emergencias tienen agua todos los días. «Únicamente 32% de los quirófanos tienen agua todos los días», explicó. Es decir, que uno de cada tres servicios críticos puede disponer de agua a diario, mientras la mitad tiene «a veces sí, a veces no». Incluso, 10% «no tiene agua nunca», y los familiares deben resolver el déficit con potecitos.
La crisis no escapa del «caraqueñocentrismo»: «La situación es peor mientras más lejos de Caracas estamos».
Aunque «pareciera haber una disminución de las fallas eléctricas, sigue habiendo fallas», hasta el punto de que 43% las sufrieron. «Un 15% vive con fallas todos los días», y los centros que las registran pueden pasar una hora sin electricidad. «Pareciera haber una tendencia muy discreta de disminución del número de fallas, pero siguen ocurriendo». La ayuda humanitaria garantizó plantas eléctricas para algunos hospitales, especialmente para emergencia y terapia intensiva. «82% de las plantas funcionan cada vez que se va la luz», destacó.
La Encuesta Nacional de Hospitales mide, también, las muertes asociadas con las fallas eléctricas. «El número de fallecidos en 2023 disminuyó, durante los blackout, de 261 a 175. Esto obedece a que hay menos fallas de luz y a que las plantas, después de tres años, siguen funcionando».
No se puede decir lo mismo de los ascensores, ya que apenas en 38% de los hospitales funcionan diariamente.
Sobre las muertes evitables, aclaró que se trata de las vidas que pudieron salvarse de haber tenido los insumos: «Necesitamos una placa de tórax y no hay placa de tórax», por ejemplo. «los números bajaron en relación con 2022» al medir infartos y traumas, «probablemente relacionado con la disminución del desabastecimiento».
Los familiares agreden al personal de salud, y lo que interpreta Castro es que se debe a la falta de insumos. «¿Con quién va a pagar? Con el médico o la enfermera», declara.
Jaime Lorenzo, director de Médicos Unidos de Venezuela y médico de hospital, calcula que el retraso tecnológico en los hospitales es de unos 30 años. Los médicos venezolanos están formados teóricamente para usarlas, aunque no tengan acceso a ellas, aporta.
Se necesita un sistema hospitalario que mantenga la equidad, que garantice la atención «porque cualquier persona, en cualquier autopista, puede ser llevada a un hospital», reitera Lorenzo.