El Gobierno de Daniel Ortega autorizó en Nicaragua el ingreso del ejército ruso como parte de una serie de ejercicios militares «de patrullaje contra el narcotráfico» de carácter «humanitario». Esto representa una clara muestra de la estrategia de ambos países de enfrentarse narrativa y fácticamente a los Estados Unidos. Esta cooperación militar entre Nicaragua y Rusia no es una novedad, pero sí es significativa en el actual contexto de la guerra contra Ucrania, e indudablemente, aumenta la tensión entre Washington, Managua y Moscú.
Bajo el argumento de ser “intercambio de experiencias y de comunicación operacional con naves y aeronaves del ejército de Nicaragua en labores de enfrentamiento y lucha contra el narcotráfico”, la Asamblea Nacional autorizó que Rusia opere militarmente en su territorio a partir del 1ro de julio, decisión que resonó fuertemente en el ecosistema de medios rusos, y llegó a provocar respuestas como: «Nicaragua necesita defender su soberanía en el Mar Caribe, amenazada continuamente por Colombia, designada aliada de la OTAN en la región», expresada por el medio pro-ruso de noticias, Sputnik.
Mientras la cancillería del Kremlin habla de un “procedimiento rutinario”, el subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental de EE.UU. tildó la acción de «provocación». Afirmó que “invitar a las tropas rusas en el momento que ese país está invadiendo un país vecino, e incurriendo en violaciones a los DD.HH. en Ucrania, nos parece una provocación.» Una mayor alarma fue encendida por el presidente de Costa Rica, Rodrigo Cháves: «nosotros no tenemos ejército desde el año 1949, imagínese cómo nos sentimos preocupados, y con mucha razón», expresó durante la Cumbre de las Américas, de la que Ortega fue excluido.
Pareciera que la coordinación de estos ejercicios, en este contexto geopolítico, apunta a la intención de avivar la «guerra de palabras» entre Moscú y Managua contra Washington. Si bien la capacidad real de Rusia de instalar bases militares en centroamérica luego del fracaso en la toma de Kiev, ciertamente es cuestionable, de llegar a concretarse, implicaría una gran amenaza para la seguridad no solo del Caribe, sino del continente entero.
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