Hace 30 años que la construcción fue declarada Monumento Nacional
En una colina, a un costado de la avenida Universidad, que comunica las comunidades de Maracay y El Limón, en la vía de acceso a la Aldea Bolivariana descolla una casona en los predios de la antigua hacienda La Trinidad de Tapatapa.
Los ilustres visitantes llegaban a la edificación por medio de la escalinata central con descansos y jardines adosados, mientras la servidumbre accedía por empinados escalones laterales.
Lo que queda de su imponente patio central, con aljibe, acogió a la aristocracia colonial. Los robustos muros, varios de los cuales todavía se mantienen en pié fueron testigos de los acontecimientos de la Guerra de Independencia.
Los amplios salones y sus pasillos sirvieron hasta las primeras décadas del siglo pasado de escenario para agasajos y convites. De la fastuosa cocina, en la que se preparaban suculentas comidas criollas y platillos de la gastronomía internacional, no queda vestigio alguno.
El derruido techo del oratorio colonial ha sufrido los embates del fuego devastador y de aguaceros torrenciales. Las desaparecidas habitaciones de la parte alta de la estructura se llevaron consigo los secretos de alcoba de innumerables personalidades de nuestra historia.
La construcción data de mediados de 1700 y la hacienda que regentó el capitán Nicolás Brito, en los Valles de Aragua, estaba dedicada al preciado cultivo del añil para colorear tejidos.
La construcción declarada Monumento Nacional bien podría servir de museo o de centro de historia. La edificación de gran valor artístico, histórico, arquitectónico y arqueológico fue epicentro del poder político, de influencia económica y de trascendencia social del país.
Con el paso de los años ha habido labores de intervención anexaron insólitamente construcciones que incorporaron techos de asbesto y hasta de zinc junto a las originales tejas y travesaños de madera. El esfuerzo de apuntalamiento de techos y muros de comienzos de siglo se perdió, una década después en gran medida, por efecto de la explosión de Cavim.
Por motivos de seguridad el acceso al sitio está restringido. La Casona se divisa desde la UCV y está conectada con el internado benedictino de los tiempos gomecistas devenido en el Instituto de Educación Especial Padre Antonio Leyh.
En el comedor de la útil y necesaria escuela para niños y jóvenes con condición especial reposa una modesta maqueta que da cuenta del esplendor de la residencia colonial. Por fortuna, o por la gracia de Dios, en el lugar se conserva el cuadro de la Santísima Trinidad que presidió el oratorio de la Casona.
Aunque no pocos saben o conocen de La Casona de La Trinidad, en la cual estuvieron el marqués de Casa León, Miranda, Roscio, Páez, Humboldt, Castro y Gómez, entre otros, habría que señalar que el abandono, el vandalismo y la desidia oficial se apoderaron del histórico lugar, declarado monumento nacional hace tres décadas.