Los que adversamos al gobierno, aun no siendo políticos, estamos en la obligación de concebir y promover el diseño de una estrategia cuyo objetivo ineludible sea garantizar una victoria electoral en las próximas elecciones presidenciales, capaz de viabilizar la transición política en paz que tanto deseamos.
Sería una insensatez desaprovechar la oportunidad que nos brindan las elecciones presidenciales del 28 de julio próximo. El gobierno tomó la decisión de adelantarlas y estableció las condiciones que le son más favorables. Escogió para el sufragio una fecha que tiene un significado político simbólico para el chavismo, con el propósito de aglutinar y animar a su menguado electorado. Redujo dramáticamente el plazo para la inscripción y la sustitución de candidatos para así dificultar la selección de un representante unitario de la oposición. Asignó un lapso muy corto para la inscripción de nuevos votantes, porque le teme al voto joven. Nada de eso nos puede sorprender.
La oposición venezolana no debería eludir este reto impuesto por el gobierno. Tampoco tiene chance de mejorar el escenario planteado. El tiempo apremia. Le toca a la oposición desarrollar su estrategia, ahora y en esas condiciones. Y prepararse para que éstas empeoren, más adelante en el transcurso del proceso.
Lo más grave que puede pasar es que la propia oposición continúe promoviendo la abstención, propiciada por el gobierno. Si cae en esa trampa, el chavismo volverá a ganar las elecciones. Por otra parte, sería funesto que, por falta de acuerdos, los opositores no sean capaces de seleccionar un candidato de consenso capaz de presentarse y conquistar la victoria. Promover la abstención y la divisiónde la oposición son las principales estrategias del gobierno. Para ganarle, es necesario desbaratar esos planes, rectificando las conductas erráticas de la oposición aplicadas en el pasado.
Otra amenaza que enfrenta la oposición es que este proceso se desarrolla en medio de inhabilitaciones y persecuciones. Para complicar el panorama – aunque parezca insólito – la propia oposición ha venido actuando en un ambiente de desconfianza, traiciones y egoísmos, promovidos e incentivados por el gobierno, cuya intención siempre ha sido debilitarla para apartarla del objetivo electoral. Con seguridad los obstáculos se incrementarán en la medida en que avance el proceso electoral.
La principal debilidad de la oposición ha sido la falta de grandeza de algunos de sus actores que anteponen, a los intereses de la patria, sus ambiciones políticas. Esto los lleva a presentarse desunidos frente a un adversario que, a pesar de ser rechazado por el 80% del electorado, se mantiene cohesionado, con un aparato clientelar de control social que le permite ejercer su hegemonía. Además, cuenta con una aceitada e ideologizada maquinaria electoral, organizada bajo un esquema tipo militar que funciona con precisión.
No se necesita ser muy versado en estas materias para entender lo que está muy claro y evidente. Si tal como dicen las encuestas, el 80% del electorado rechaza al gobierno, la mejor estrategia es atacar en su punto más débil, presentando un solo candidato que aglutine a la mayoría de las fuerzas opositoras para captar ese inmenso caudal de votos. Esto derrumbaría las estrategias abstencionistas y divisorias que aúpa el gobierno y que tanto perjuicio ha causado al universo opositor.
La principal dificultad para seleccionar un candidato unitario es el estéril enfrentamiento entre los dos grandes frentes que conforman a la oposición. Por una parte, está un grupo de partidos y líderes que han tenido el protagonismo de la oposición venezolana desde los comienzos del gobierno del presidente Chávez. Este grupo hoy lo representa la Plataforma Unitaria (PU) que tiene como candidata a María Corina Machado (MCM), luego de que ganó ampliamente las primarias en octubre de 2023.
Por la otra parte, está un grupo de partidos y de líderes políticos, más disperso, al cual llamaremos “Grupo Opositor Alternativo”. Este grupo no comparte las estrategias de la PU a la que acusa de sectarismo y de ser responsable de los fracasos electorales de la oposición, al promover golpes de estado, convocar a la abstención y buscar salidas violentas en las que murieron muchos venezolanos.
La PU no busca la unidad perfecta. Se considera “la auténtica oposición”. Desestima y desprecia al Grupo Opositor Alternativo. Lo acusa de traidores cuando estos se reúnen con el gobierno en Miraflores. Despectivamente, los llama “alacranes”. La PU no manifiesta ningún interés en negociar con sus pares. Pero, si lo hace con el gobierno, por separado, en secreto y lejos del país.
Lo irónico es que a los dos grupos los une el mismo propósito: derrotar al gobierno en las próximas elecciones presidenciales. Buscan el mismo objetivo. En consecuencia, por lógica elemental y por el bien del país, deberían aliarse para garantizar la derrota aplastante del gobierno en los próximos comicios. Lamentablemente las emociones y las ambiciones personales de ambos grupos, nublan la lógica y la posibilidad de la unidad.
El panorama se torna complicado, ya que los hechos revelan que el gobierno no permitirá que MCM participe en las elecciones, porque corre un gran riesgo de perder el poder; incluso en una contienda en la cual los “Opositores Alternativos” presenten otro contrincante que divida el voto. Por eso, el gobierno jamás dejará que MCM sea una candidata real en los próximos comicios. Además, invalidará a cualquiera otra opción que ella apoye o proponga. ¡Es así de simple! Pero, para agudizar el entuerto, MCM insiste en “llegar hasta el final” y de no concretarse su inscripción en el CNE, expone a muchos de sus seguidores a una gran decepción que avivará el abstencionismo, reduciéndose las posibilidades de que la oposición derrote al gobierno.
Esta tragedia plantea la necesidad del surgimiento de un “outsider verdadero” que capte las simpatías de quienes apoyan a MCM, no privilegie intereses partidistas particulares y concilie a todo el universo opositor. Debe ser una persona destacada con amplios conocimientos de la política global y local, ducho en economía internacional, desarrollo económico y social. Un negociador avezado y con experiencia, que negocie en condiciones ventajosas nuestra deuda pública. Cuente con excelentes relaciones en las élites políticas, económicas, tecnológicas y financieras del mundo. Hablando en términos bíblicos, necesitamos un Moisés, obediente a Dios, que salve al pueblo venezolano en su travesía por las procelosas aguas rojas.
Ese Moisés también tiene que ser un consumado demócrata que rompa con la vieja forma de hacer política. Dispuesto a atacar y vencer todos los males que nos aquejan. De tal rectitud moral que no dé cabida a privilegiar a un grupo político en detrimento de los otros. Un líder compasivo para conciliar con el chavismo en el proceso hacia una transición pacífica que promueva la convivencia, en la cual todos nos reconozcamos.
Siendo fiel al título de este artículo, nos permitimos sugerir a los factores políticos opositores a Moisés Naím, por ser el venezolano más preparado, para tomar la bandera opositora unitaria en estas elecciones presidenciales. Naím es fundador y presidente del Grupo de los Cincuenta. Es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, el Diálogo Interamericano y el Foro Económico Mundial. Autor de más de 15 libros sobre política global, economía internacional y el desarrollo económico. Sus obras han sido éxitos internacionales. Dirigió entre 1996 y 2010 la revista Foreign Policy. Además, colabora en medios de máximo prestigio internacional como The Atlantic (EEUU), El País (España), Reforma (México) y La Repubblica (Italia). En 2011 recibió el Premio Ortega y Gasset, el galardón más importante del periodismo español. Es un miembro distinguido del Carnegie Endowment For International Peace. Fue ministro de Fomento de Venezuela, Director del Banco Central de Venezuela y Director Ejecutivo del Banco Mundial. La revista británica Prospect lo incluyó en la lista de los intelectuales más destacados del mundo y el Gottlieb Duttweiler Institut de Suiza lo seleccionó como uno de los 100 líderes del pensamiento global.
Alrededor de la figura de Naím, como candidato opositor, pueden concitar grandes voluntades que garanticen la derrota de un gobierno que ha perdido el favor popular, que nuevamente se aferra a sus recurrentes triquiñuelas y que, con desespero, echa mano de la figura de su “líder eterno” como su mejor oferta electoral para mantenerse en el poder. En resumen, buscan que un difunto haga un milagro.
En resumen, y por nuestra parte, elevamos esta plegaria: ¡Dios, ilumina a María, y llama a Moisés para que, obedeciendo tus designios, nos lleve a la tierra prometida!