Por el arboricidio hay parroquias de Caracas que cada año pierden hasta 100 árboles, señala el ingeniero agrónomo. Propone soluciones como planes de mantenimiento y pagar incentivos a quienes protejan los árboles
Arboricidio. Eso es lo que ha ocurrido en Caracas y en otras ciudades del país de acuerdo con el ingeniero agrónomo Eduardo Cudisevich. «Te doy datos. Soy residente de San Bernardino. La asociación de vecinos hizo un censo, en 1987, y levantó 5.500 árboles. Con otros dos vecinos, hicimos otro censo, en 2021, y nos dio 2.063 árboles. De esos, 1.800 no son adecuados y hay que sustituir, y de esos, 400 se van a caer en los próximos años. Es grave: es una tasa de pérdida de casi 100 árboles por año, y unos 85 es porque son talados», describe Cudisevich en entrevista con contrapunto.com.
Otras parroquias, como San Pedro y El Paraíso, sufren condiciones similares. También, otros municipios. «En urbanizaciones que tienen cuatro árboles el arboricidio es menor, porque ya no tienen qué quitar. En las urbanizaciones que van cambiando el uso, se agrava».
Arboricidio es la tala del árbol y el sellado de la acera, puntualiza. «Y como los contratos para hacer aceras se cumplen por metro cuadrado, y no con la condición de dejar la ventana, lo más fácil es tapar y cobrar ese metro».
El ingeniero agrónomo @ECudisevich advierte que en Caracas y las ciudades venezolanas se comete arboricidio https://t.co/dmqoNFADBG pic.twitter.com/NveawxmFEi
— contrapunto.com (@contrapuntovzla) July 13, 2024
El arboricidio, a su juicio, lo cometen las alcaldías, los gobiernos locales. También, Corpoelec, que se basa en el decreto de emergencia eléctrica, «lo que le exime de solicitud de servicio; ellos van y cortan. O dicen que está en peligro la infraestructura eléctrica, y talan. Corpoelec tenía un procedimiento para el mantenimiento de líneas eléctricas y áreas verdes, pero eso se perdió con la emergencia eléctrica, tanto en áreas urbanas como no urbanas. Sencillamente, ‘machetean’ todo. Son contratistas que pagan por metro».
Una foto con el árbol
El árbol es noticia. «Hay dos factores. Muchísima información en redes que mi generación no tuvo. Nosotros solo tuvimos a De La Fuente y los cromos de álbumes. Hoy, parece que está de moda ser ambiental, sin entenderlo mucho, pero la gente tiene un poco más de información. Por otro lado, la pandemia nos hizo conectarnos con el entorno inmediato: estabas encerrado en tu casa y veías un árbol, y eso nos acercó al ambiente», razona Cudisevich.
En la actualidad hay interés por el ambiente y por el árbol, que se ha traducido «en acciones, pero no coherentes, no integrales. Mucha denuncia, pero mal formulada y mal llevada».
Como agrónomo es consciente de que el mantenimiento no se ve, a menos que esté mal hecho. «No se le dice al de mantenimiento ‘qué bien lo hiciste’. Entonces prefieres poner una cosa nueva para que la gente vea el cambio, y dices ‘eso es mío’. Los árboles son víctimas de eso. Eso no ‘vende’, no genera votos. Es más bonito retratarse con una guacamaya azul, que al lado de un árbol aunque tenga flores».
Señala que los dirigentes se pueden tomar la foto luego de sembrar el arbolito, pero después el arbolito se muere porque nadie lo cuida. «Es más importante mantener el árbol, que sembrarlo, porque todos los años se siembran árboles que se mueren».
La falta de información conduce, por otra parte, a que personas le tengan «tirria» al árbol, porque le tienen miedo, porque lo consideran un atraso y un responsable de enfermedades. «Esa parte es difícil de entender para mí. La que entiendo es si el árbol puede caer sobre mi casa, obstruye las redes de servicios. Ante un evento de esos, que de paso tengo que pagar yo, no quiero árboles frente a mi casa».
Algunos comercios, no todos, detestan el árbol y buscan la forma de sacarlo del juego. Así lo describe con base en su experiencia: «Se privatiza el espacio público. Quiero tener un taller mecánico en la acera, necesito vender mi empanada, necesito mi mercancía en la acera y entonces odio el árbol. No existe el árbol frente a un taller mecánico».
Al diagnóstico, Cudisevich suma que quienes deben estar a cargo de las políticas de árboles en las ciudades no saben del tema, no estudian, «cometen muchísimos errores que generan esos riesgos». Se introducen especies exóticas, se siembran especies que pueden afectar los servicios, se recurre a viveros forestales donde los ejemplares son enormes y no los mejores para las ciudades. «No hay directrices del Ministerio del Ambiente, de las alcaldías, de nada. Hay muchas instituciones que intervienen, que se solapan, que dejan huecos. Hasta los consejos comunales tienen que decidir. ¿Quién del consejo comunal tiene experiencia en arbolado urbano?». La academia, que debe generar la información, engavetan los estudios «porque no es comercial».
Menos árboles, más calor
Quien camine por Caracas se encontrará con zonas que son un oasis, y lo son gracias a su población de árboles; y áreas que son un infierno porque se quedaron sin sus gigantes verdes. Tres consecuencias, al menos, deja el arboricidio: calor, ruido, polvo, detalla Cudisevich. Otras, son menos evidentes, pero no menos impactantes: «Inundaciones, contaminación, agotamiento del nivel freático. Además, la parte psicológica, la calidad de vida, porque ver naturaleza te baja los niveles de estrés».
Los árboles deben ser protegidos a toda costa, reitera, porque prestan muchos beneficios para las personas. La temperatura debajo de un árbol puede ser 20 o más grados menor que la del asfalto o el cemento bajo el sol. «El árbol baja el ruido al menos 15 decibeles, por el follaje; las ondas rebotan y se disipan. Si tengo un vecino ruidoso, una autopista, amortiguo el ruido», ilustra. El mismo principio funciona para el polvo, porque la copa lo atrapa.
Cuando llueve en el trópico las precipitaciones «son intensas, localizadas y de corta duración. La gota cae con mucha fuerza, y si cae directamente en el suelo, arrastra», y cuando se juntan «hacen un surco, una cárcava y se produce el deslizamiento», grafica. «Si logramos que la lluvia «caiga entre las raíces y la hojarasca, tiene tiempo para infiltrarse, alimentar el acuífero y deja de estar por encima, que es lo que causa el deslizamiento».
Caracas, con base en este diagnóstico, va camino a un desastre ambiental mayor. «Todos nuestros barrios, que no tienen un solo arbolito, se van a venir abajo, Vamos a eso. La construcción hace más impermeable el suelo, concentra el agua. En los barrios, o concentro el agua en un canal para sacarla rápidamente, o la infiltro». En las comunidades populares, entonces, «hay que bajar densidades y sembrar arbolitos».
La mejor poda
«Podar es un arte», destaca Cudisevich. «Eso no lo hace todo el mundo. Cada especie es distinta, cada sitio es distinto, y te lo va dando la experiencia, y ya no tenemos gente con experiencia». Si la poda está mal hecha «el árbol se desbalancea, y ante un viento y agua, se cae de un lado». Cuando se corta mal «entran las enfermedades y se pudre y muere, porque el árbol se puede enfermar por hongos, bacterias y virus».
Sembrar la especie adecuada también es un arte. Jabillos, samanes, tulipanes africanos, ficus, nim, acacia de Siam, bucares, apamates son algunas especies complicadas para las ciudades. En otras palabras, «todo árbol de más de 10 metros no es para áreas urbanas, porque puede generar riesgos», apunta. Ya están presentes, y una opción es podarlos y balancearlos, «no solo cortar las ramas que dan hacia la vivienda o hacia la avenida». Necesitan, también, espacio en la ventana, renunciar al cemento y dejarles tierra.
Su recomendación es definir la imagen objetivo para cada alcaldía «y una planificación para llegar a eso, lo que necesita la consulta a vecinos» y a expertos. «Hay bastantes para elegir. Tenemos 7.500 especies vegetales reportadas en Venezuela, y podemos llegar a 15 mil. Debemos tener 300 especies buenas para las aceras sin necesidad de traernos plantas de afuera». Se requiere de ordenanzas que estén alineadas con el plan local de desarrollo, reitera: «no es suficiente arborizar una calle; es arborizar todo el municipio.
Los años de experiencia le confirman que, igual que se multa a quien tala un árbol, se debería garantizar un incentivo para quien lo protege, como perdonar un porcentaje de un impuesto municipal, o dejar de lado el pago del derecho de frente. Propone, igualmente, crear un fondo con las multas para destinarlo a un plan de mantenimiento de los árboles.
El país precisa de viveros que ofrezcan especies urbanas, ingenieros civiles que piensen en soluciones urbanas para las raíces y no en cortarlas, educadores que enseñen a amar los árboles y no a temerles… Una vida con más arboles, y no, con menos.






