Comenzó en 2022 como una respuesta de los docentes de la educación pública a las condiciones de trabajo, y el gobierno lo asumió como política, señala Gricelda Sánchez, presidenta de Fordisi. Afecta a cinco, seis, ocho millones de estudiantes, lo que «va ahondando la brecha entre la educación administrada por privados y la educación administrada por el Estado», indica Nancy Hernández, directiva de Fenasopadres
La pandemia de COVID-19 le puso un candado a la educación venezolana, pero el agravamiento de la crisis una vez superada la emergencia del coronavirus dejó un candado a medias en las escuelas oficiales.
Trabajar dos o tres veces por semana, que debería ser la excepción, se convirtió en la regla para los planteles oficiales venezolanos. Mientras los estudiantes de colegios privados recibían sus clases completas, los de escuelas públicas debían ajustarse a dos o tres jornadas a la semana. Es el horario mosaico, «un plan reducido de las actividades que realizan los maestros cotidianamente producto de que los maestros en Venezuela devengan siete, ocho, 10 o 15 dólares mensuales, y ese salario no permite a docente movilizarse todos los días para la jornada de actividades escolares», explica Gricelda Sánchez, presidenta de Fordisi.
Los maestros, «producto de la crisis que vivimos en Venezuela, nos vimos obligados a establecer un plan de contingencia que el Estado patrono lo llama horario mosaico, con el fin de no suspender las actividades por completo, pero sí, una reducción de las horas académicas que impacta de manera negativa en la formación de ocho millones de estudiantes que van a las escuelas y liceos públicos del país», apunta la dirigente gremial.
El plan de contingencia, confirma Sánchez, «se estableció a partir del 9 de enero de 2022, producto de la crisis y de que no se daba respuesta ni se le presentaba una oferta económica al maestro» pese a las masivas protestas y al vencimiento del contrato colectivo.
Después de la crisis causada por la COVID-19 el regreso a clases no pudo concretarse al 100%. «Muchos docentes habían migrado, no solamente del país, sino de la profesión», rememora Nancy Hernández, directiva de Fenasopadres. En el año 2022-2023, «cuando la crisis se agudizó a pesar de no tener pandemia, hubo una sugerencia informal a los jefes de las zonas educativas, por parte de la ministra de educación, para que se adecuaran a la crisis porque no había dinero para aumentos de sueldo y no estaba en capacidad de gestionar esos recursos». Para la investigadora esto es absurdo, ya que una de las competencias del Ministerio de Educación es procurar los recursos que garanticen el funcionamiento del sistema escolar.
Santaella, refiere Hernández, planteó que los maestros trabajaran dos o tres días a la semana «y que el resto del tiempo lo aprovecharan para generar un emprendimiento». En estados del interior del país, incluso, «hubo acuerdos entre padres y representantes y docentes, porque sabían que no podían ir todos los días a clases porque vivían la misma crisis económica de las familias y por la conciencia absoluta del derecho a la protesta de los docentes».
¿Continuará el horario mosaico? Este año escolar comenzó, con sus altibajos, el 16 de septiembre. El nuevo ministro de Educación, Héctor Rodríguez, informó que el reinicio se hará el 30 de septiembre, pero que eso no impedía las actividades previas en el caso de los colegios privados.
La directiva de Fenasopadres estima que el horario mosaico podría mantenerse en este nuevo año escolar, porque los problemas que lo causaron no han sido resueltos. «Suma que, a la falta de docentes, en los días en que hay clases probablemente no haya jornada completa» debido a otras razones como carencia de servicios públicos, falta de agua, suspensión del Programa de Alimentación Escolar, fallas eléctricas, ausencia de transporte escolar. «Entonces, el día que hay actividad, no es actividad completa» sino que «probablemente a lo sumo lleguen a tres o cuatro horas». Esta es, sostiene, la situación de 85% o más de los planteles venezolanos.
«Podemos hablar de más de 5 o 6 millones de estudiantes afectados por este horario mosaico, lo que tiene consecuencias inmediatas en los aprendizajes que no se dan dentro del aula de clases», subraya. Los estudiantes «no tienen las destrezas, habilidades y competencias» que permitan proseguir la formación o incorporarse al trabajo productivo.
«Esto va ahondando la brecha entre la educación administrada por privados y la educación administrada por el Estado. Hay niños de quinto grado que no saben leer ni escribir: si yo no aprendo a leer, no puedo leer para aprender; si no aprendo a leer, o aprendo a escribir. Si no sé leer ni escribir es muy difícil que pueda transferir este conocimiento a otras áreas, como lógica matemática, referencias geográficas, de territorialidad, históricas».
Sobre el horario mosaico, la presidenta de la Federación Venezolana de Maestros, Carmen Teresa Márquez, dijo esperar que las clases «comiencen con normalidad» el 30 de septiembre, aunque eso queda sujeto «a cómo está el bolsillo de loa maestros, si tienen para pagar el pasaje todos los días». Recordó que fueron los supervisores y jefes de zona los que acordaron el horario mosaico con los maestros. «Los docentes están ganando una miseria», criticó. «Se les depositan 250 o 290 bolívares quincenales» además de un bono, «pero nosotros queremos discutir la contratación colectiva».
Maestras y maestros también han sufrido las consecuencias del horario mosaico, reporta Gricelda Sánchez. «Estamos atendiendo seis casos que tenemos: cinco de San Pedro y uno de El Valle, a quienes se les aplicó el abandono de cargo aunque daban clases con el plan de contingencia. Así puede estar ocurriendo en muchas regiones del país».