Las familias han optado por separarse antes de colapsar o por migrar todas juntas, señala la nutricionista y agente humanitaria. «La desnutrición aguda bajó, pero los niños (de 0 a 5 años) con retardo de crecimiento subieron de 11% a 35% en todo el país. Eso es brutal. 35% de los niños con retardo de crecimiento es brutal», subraya
La palabra es la mejor arma de la nutricionista Susana Raffalli. Con la palabra ha salvado vidas, y con la palabra sigue retratando la realidad que constata con su trabajo como trabajadora humanitaria. Su trabajo le ha permitido constatar que hay niños venezolanos desnutridos porque nacieron desnutridos. Que hay familias sometidas a condiciones extremas, a trabajo sexual, a esclavitud moderna. Siguen afrontando una situación «que todavía no mejora para ellas». Que, aunque la situación ha mejorado un poquito, para los más pobres se ha vuelto aún más compleja.
Ha verificado, también, las estrategias que las familias utilizan para «poder seguir afrontando la situación», y al menos seis de cada 10 reportan estrategias ya en el extremo: «Liquidación total de activos, recurrir a actividades ilegales, separarse como familia antes de colapsar o migrar toda junta».
Hay «un agotamiento de la base de recursos materiales para afrontar la crisis, y luego de seis años, la familia no da para un empeoramiento más», la situación sigue siendo grave, enfatizó.
En 2014 «lanzamos el primer grito de auxilio», recordó Raffalli en conversación con los medios de comunicación durante el foro «¿Es necesaria hoy la acción humanitaria en Venezuela?», realizado este viernes en Caracas y organizado por Laboratorio de Paz, Prepara Familia, Provea, Civilis, Convite y Laboratorio de Paz.
La de Venezuela es una emergencia «de progresión e instalación lenta», en la que «se han muerto muchos» y los que trataron de sobrevivir «se fueron» y los que se quedaron «enfrentan problemas cada vez más complejos». Aunque tal vez la emergencia venezolana ha perdido interés internacional «la situación es absolutamente crítica en los sectores más pobres del país».
Raffalli aboga por una acción humanitaria lo más nacional que se pueda: «Es hora de darle más protagonismo al cuerpo humanitario del país, a esta ayuda humanitaria de venezolanos para venezolanos».
Calcula que entre 11 y 12 millones de venezolanos tienen necesidades humanitarias urgentes. «El plan humanitario que se ha sacado tiene una meta de atención de 4,8 millones de personas, digamos que 5 millones de los 15 que hay que atender. Son unos 760 millones de dólares. Multiplica eso por 5 y tendremos una cifra bastante aproximada de lo que se necesitaría para atender las necesidades humanitarias, que es evitar que una persona se muera y aliviar su sufrimiento». Para la atención urgente de 5 millones de personas «el plan humanitario amerita unos 700 millones u 800 millones de dólares, pero para la atención de toda la población que está en esta situación es cinco veces esa cantidad, y este es un trabajo que no podemos hacer solos». Se necesita apoyo internacional «y la suma del Estado».
La atención humanitaria incluye alimentación y nutrición, salud, educación, protección y agua y saneamiento. Quince millones de personas la necesitan.
«La desnutrición aguda bajó, pero los niños (de 0 a 5 años) con retardo de crecimiento subieron de 11% a 35% en todo el país. Eso es brutal. 35% de los niños con retardo de crecimiento es brutal. Es una cosa sumamente preocupante. Estamos de segundos después de Guatemala, y Guatemala es el cuarto del mundo. Venezuela, con los recursos que tiene, se ha permitido hipotecar el capital humano de esta manera», subraya. Estos no son niños con hambre, no tienen desnutrición aguda, pero «son hijos del mal comer; es el hijo de la caja CLAP, del aceite, del arroz, de la lenteja. Es el niño que no ha comido una proteína fuente de hierro en sus dos o tres años de vida, o nació ya con retardo del crecimiento».