Los boletines epidemiológicos dejaron de publicarse en 2016. El desabastecimiento en los hospitales obliga a los pacientes a llevar prácticamente todo
Carolina, una mujer de 79 años, se fracturó el fémur derecho. En el hospital de Caracas donde la van a intervenir le piden la mayor parte de los insumos. Solo el clavo de titanio cuesta, sin IVA, 1.400 dólares. También le solicitaron llevar agua oxigenada, yodo, adhesivo, 12 suturas, vendas elásticas y otras cosas más. Lo que vive Carolina quedó plenamente reflejado en la Encuesta Nacional de Hospitales correspondiente a 2022, presentada este miércoles por el doctor Julio Castro. Según el estudio el desabastecimiento en los quirófanos hospitalarios llega a 70%. Tampoco ha habido una estrategia para aumentar la capacidad operatoria, lo que ha confinado a los pacientes a listas de espera, describió Castro.
«No puedes esperar resultados diferentes si las bases de las decisiones del sector salud no cambian. Para que esto cambie tiene que haber cambios drásticos en la forma como asignan los recursos, en cómo decides en política la salud pública con P mayúscula», enfatiza Castro. De haber una política de dotación de insumos «el desabastecimiento se va a cero en dos meses».
Si a esto se suma la caída en las coberturas de vacunación, un brote de sarampión entre 2017 y 2019 (con 84 fallecimientos), el éxodo de médicos y personal de salud, el aumento de la mortalidad infantil, la epidemia de malaria y la desaparición de los boletines epidemiológicos la gestión del mandatario Nicolás Maduro no pasa el examen. Al menos, es la calificación que le adjudica el doctor Carlos Walter, exdirector del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) de la UCV y exministro de Sanidad. Walter considera que, en una escala del 1 al 20, el sector salud apenas llega a 1: «Si me pones en una escala de 1 a 10, yo le daría un punto a la gestión en materia de salud».
Como médico pediatra y vicepresidente de la Academia Nacional de Medicina, el doctor Huniades Urbina afirma que el de Maduro «es el peor balance de los últimos años». Recuerda que desde 2013, cuando no había bloqueo ni pandemia, la salud comenzó a deteriorarse, como lo denunciaron las sociedades científicas y la misma Academia. «Cada vez había menos cosas en los hospitales, menos medicinas, menos atención pública».
De la salud pública una de las grandes fallas es el estado de los hospitales, comenta Patricia Valenzuela, vicepresidenta de la Sociedad Venezolana de Infectología: «Necesitamos una red de hospitales públicos acondicionada, donde nuestros médicos se puedan profesionalizar y nuestros ciudadanos se puedan atender». Y no existe.
«Los hospitales se han convertido en depósitos de seres humanos», y aunque el estudio muestra una leve mejora en algunos indicadores, «en general siguen estando muy mal dotados», señala Urbina.
Las malas condiciones de trabajo y los salarios que no alcanzan para vivir han empujado al personal de salud a abandonar los centros asistenciales. «Han ido migrando para nivel privado, y la mayoría, fuera del país, para buscar mejores condiciones de vida», refiere el pediatra. La Federación Médica Venezolana calcula que se han marchado 50 mil médicos. Más de 800 trabajadores de la salud murieron en el país debido a la pandemia.
La vacunación también se vino abajo. Tanto, que pueden regresar enfermedades ya superadas. «La OPS ha advertido que Venezuela, por la baja cobertura, está en muy alto riesgo de que pueda reaparecer la polio», recuerda. Tal como lo expone la OPS «entre 2019 y 2021 la cobertura de vacunación contra la polio estuvo por debajo de 80% en menores de un año, cuando lo ideal es que esté en 95% o más», y aun cuando «en el país no se presentan casos de poliomielitis desde 1989″, ante las bajas coberturas de vacunación y el riesgo consecuente de brotes por poliovirus importados o emergencias por poliovirus derivado de la vacuna, se impone la necesidad de cerrar las brechas de inmunidad vacunando a todos los niños menores de 6 años.».
En 2016, acota Urbina, «reapareció la difteria después de 24 años de haber sido erradicada de Venezuela», y también volvió el sarampión.
Los boletines epidemiológicos dejaron de difundirse en 2016. Públicamente no se sabe cuántos casos hay de cada enfermedad de denuncia obligatoria, por ejemplo. Tampoco se publica el anuario de mortalidad, que recogía las razones por las que mueren los venezolanos.
Pero la carencia de datos no logra esconder lo que sucede: «El balance ha sido muy malo en estos últimos años en la salud en Venezuela».
Con este gobierno «tenemos una grave dificultad, y es que no tenemos indicadores oficiales, y tenemos que optar por información que producen iniciativas como un observatorio», remarca Walter. Tampoco se dispone de las memorias del Ministerio de Salud. Esta es una falla estructural: «Es fundamental que la toma de decisiones se apoye en información».
«Nos merecemos un sistema de salud mucho mejor que el que tenemos», sostiene Castro. «Tenemos derecho a la información epidemiológica al día, y no la conocemos desde 2015». El desempeño de la salud «es mediocre en general», concluye. El boletín epidemiológico «debe estar disponible», enfatiza Valenzuela, para poder atender brotes y saber si detrás de un rumor hay una enfermedad.
Sin embargo, mientras no haya cambios, continuará la desesperada búsqueda de recursos de cada paciente para pagar hasta el transporte que lo trasladará al hospital. «Necesitamos de tu colaboración y apoyo» es la frase que acompaña los mensajes por wasap y Twitter que siguen estando a la orden del día en Venezuela.
