Aunque los cruces por la selva del Darién han disminuido en 2025, la travesía de un joven venezolano demuestra que los riesgos, la violencia y las fallas en la atención migratoria siguen siendo parte del camino. Su caso reconstruye una ruta marcada por extorsiones, amenazas, ausencia de protección institucional y escenarios donde los derechos humanos se diluyen entre fronteras.
La reconstrucción de la historia fue escrita por Ayrton Monsalve, quien documentó el relato de Alejandro —nombre ficticio para proteger su identidad—, un joven que salió de Venezuela en 2023, a los 21 años, impulsado por la crisis económica, la falta de oportunidades y la certeza de que su situación no cambiaría en el corto plazo. Su testimonio resume el sentir de una generación que creció en un entorno donde las posibilidades de desarrollo se fueron cerrando progresivamente.
El prólogo de esta historia fue escrito por Lexys Rendón, codirectora del Laboratorio de Paz, quien contextualiza este testimonio como parte de una memoria colectiva de la migración forzada.
Una travesía marcada por abusos y violencia
Alejandro inició su ruta hacia Estados Unidos por vía terrestre, atravesando ciudades fronterizas y territorios donde la presencia del Estado es intermitente o se expresa únicamente a través de prácticas de extorsión y corrupción.
Su paso por el Darién incluyó escenas que reflejan la profundidad de la crisis humanitaria: presencia de grupos armados irregulares, extorsión, abandono y muerte. “Vi alrededor de veinte niños abandonados… eso me mataba el corazón”, relató en su testimonio. Estos hechos coinciden con las advertencias de organizaciones humanitarias sobre el nivel de vulnerabilidad al que están expuestas las personas migrantes.
Nobel de la Paz y la lucha por la dignidad de los migrantes venezolanos
Este 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, la entrega del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado por su defensa de la democracia y los derechos humanos en Venezuela adquiere también un significado simbólico para millones de venezolanos que han debido migrar como consecuencia de la crisis económica, política y social.
La diáspora —conformada en su mayoría por jóvenes como Alejandro— ha sido un eje constante en el debate público. Desde distintos espacios se han denunciado las condiciones que empujaron a millones a abandonar el país, convirtiendo la migración forzada en una de las expresiones más dolorosas del quiebre nacional.
Centroamérica y México: territorios donde la ley se diluye
Después del Darién, la ruta se convierte en un entramado de alcabalas improvisadas, transportes irregulares y situaciones donde el migrante avanza solo si paga, corre o se esconde. En Nicaragua, Alejandro escuchó cómo a un migrante le advertían que, si no pagaba, “le daban un tiro en el pie”.
Por otra parte, en México enfrentó uno de los tramos más complejos. Entre convoys, retenes y rutas improvisadas, pasó noches durmiendo en terminales saturadas, caminó extensos trayectos bajo el sol y debió evadir operativos migratorios que podían devolverlo al punto de partida.
El recorrido en tren, una de las rutas más detalladas por Alejandro, se convirtió en una mezcla de expectativa y peligro. Durante un operativo, las autoridades intentaron obligarlos a bajar del vagón, lo que habría significado su deportación.
Una historia abierta, una memoria en movimiento
El trayecto de Alejandro no se plantea como un cierre, sino como una historia que permanece abierta. Su recorrido se convierte en espejo de miles de jóvenes que aún hoy atraviesan rutas similares, en un contexto donde las garantías siguen siendo frágiles.
La historia completa ya se encuentra disponible en el portal de La TV Calle, como una pieza de memoria periodística que busca documentar no solo una travesía, sino una realidad compartida por millones de venezolanos.






