Los productores solicitan a la agroindustria que pague el maíz a 0,47 dólares el kilo. «Nosotros estamos compitiendo con muchos países en el mundo» pero «no nos quieren pagar al precio internacional», subrayó Juan Hernández, representante de la asociación de productores del sur de Guárico. El sector privado ha sembrado y cosechado «a pulmón propio, con un exiguo apoyo del sistema bancario nacional y sin estímulos concretos derivados de la acción oficial», destaca Celso Fantinel, presidente de Fedeagro
Juan Hernández, representante de la asociación de productores del sur de Guárico, puede ser el rostro de los productores de maíz de Venezuela en octubre de 2022. Hernández, ingeniero agrónomo, destaca la riqueza del suelo guariqueño, las lluvias intensas. Pero también, las dificultades para la siembra, especialmente en un momento en el que los productores están solicitando a la agroindustria nacional que les pague la tonelada de maíz a 470 dólares. Ese es el maíz que los venezolanos comerán en las infaltables arepas del desayuno.
La industria está ofreciendo menos de lo que esperan los productores por el maíz venezolano. Como lo informó este miércoles Celso Fantinel, presidente de Fedeagro, a algunos agricultores les han pagado menos de 400 dólares por tonelada. «El punto de equilibrio es 360 dólares», y para que el productor tenga ganancia se debe llevar a 470 dólares. «Muchas industrias se estacionaron en 360 o menos, y eso está por debajo del punto de equilibrio».
La empresa a la que representa Hernández sembró 600 hectáreas en este ciclo. La asociación de productores logró unas 5 mil hectáreas. El fruto de su trabajo debía ser ubicado en los silos de El Sombrero, como lo comentó.
«Con los precios que me están pagando, si yo compraba 10 gandolas de fertilizante podré comprar solo cinco el año que viene, y no podré sembrar a la misma capacidad», explicó Hernández. «Si sembraba 500 hectáreas a lo mejor el año que viene voy a sembrar 400, o 350, porque no tengo flujo de caja».
En Venezuela «nosotros estamos compitiendo con muchos países en el mundo» pero «no nos quieren pagar al precio internacional», lamentó. «Todos los insumos son importados; no nos dicen ‘a ustedes, por ser de Altagracia de Orituco, les vamos a dar un menor precio’. No. Nosotros competimos internacionalmente y globalizados. Pedimos un precio justo para nuestro maíz. Así como estamos compitiendo y comprando los insumos a precio internacional, pedimos que nos reconozcan el fruto de nuestro trabajo».
Fedeagro planteó que solo se importe el maíz necesario para cubrir lo que no se produce en el país, y únicamente «entre el 1 de febrero y el 31 de agosto». Fantinel dijo que esto se acordó en una mesa de balance agrícola, pero no ha sido respetado. «Sabiendo que no estamos produciendo las necesidades totales de maíz blanco y amarillo les dimos la oportunidad a los industriales para que pudieran importar la materia prima, incluso sin el pago del arancel. Creíamos que la industria nos iba a apoyar con el esfuerzo que estamos haciendo ahora, y no fue así. Vimos que llegaron algunos barcos de maíz amarillo y algo de blanco justo en el mes de octubre, un mes en el que entramos en cosecha», criticó.
Los silos, ocupados con maíz importado, no pueden recibir el maíz nacional, y encima ese maíz nacional se paga a un precio que no cubre los costos de producción, y mucho menos genera ganancias, resumió Fantinel.
Los agricultores, subrayó el presidente de Fedeagro, «necesitan una señal positiva, que los induzca a mantener el ritmo de crecimiento». Hasta ahora no ha sido así. «Tenemos más de 50 o 60 industrias de harinas precocidas, más de 100 de alimentos balanceados, que están muy por debajo del precio de importación», alertó Fantinel.
Venezuela llegó a ser autosuficiente en maíz blanco; es decir, casi 100% de las arepas eran venezolanas en el año 2007, porque se producían 1,4 millones de toneladas, de acuerdo con datos de los productores. Fedeagro calcula que la producción de maíz cayó 40% desde 2008, y ese retroceso se detuvo en 2020. Para este año, confirmó, «se estima una producción cercana al millón de toneladas, lo cual significa un trienio de crecimiento, aún cuando está todavía lejos de alcanzar los volúmenes de finales de la primera década de este siglo». El sector privado ha sembrado y cosechado «a pulmón propio, con un exiguo apoyo del sistema bancario nacional y sin estímulos concretos derivados de la acción oficial». Con casi todo en contra, ha aumentado la productividad, destacó: «Pasamos de 3.500 kilos en promedio nacional a 4.120 kilos, que es un paso importantísimo».
Mas si el precio del maíz no satisface la expectativa de los productores, si se paga por debajo de lo que esperan o si la agroindustria privilegia las importaciones, eso «va a ralentizar la siembra del año que viene, los productores buscarán otros cultivos, muchos desaparecerán» y aumentará la dependencia de las importaciones, alertó Fantinel. Inciden, entre otros, factores como que la compra de insumos debe hacerse en noviembre para que lleguen en mayo de 2023, que 70% o más de los tractores del país están dañados «y lo que estamos haciendo ahora es canibalizando tractores».
El maíz venezolano, defendió, es mucho mejor que el importado. «Queremos ofrecer, y lo estamos haciendo, productos de calidad para la industria venezolana. Nuestro maíz es recién cosechado, es un maíz mejor que el importado», describió. También «produce más en molienda para la harina precocida» y para la industria de alimentos balanceados. Tener maíz suficiente para la arepa es un asunto, además, de soberanía alimentaria. «Son más de 12 mil productores nacionales entre pequeños, grandes y medianos».
De contar con el apoyo de la agroindustria y de la banca, indicó Fantinel, sería posible, incluso, exportar maíz.