Un caraqueño que trabaja en Chacaito contó como fue usar el Metro de Caracas este lunes, después de más de cien días de pandemia en Venezuela
Miguel Hernández se despertó este lunes para ir a trabajar, vive en Catia desde hace un año, trabaja en Chacaito y se fue para llegar a la farmacia donde trabaja. A las ocho de la mañana tomó el sistema Metro en la estación Gato Negro con dirección Palo Verde.
Mucha gente dentro de la estación, separados debido al distanciamiento social, tapabocas y sus bolsos en la espalda, luego de casi veinte minutos el empleado farmacéutico logró abordar un vagón. Gente apretada como un día más en el Metro de Caracas. Ahí inició el viaje para llegar a su trabajo.
El vagón cerró sus puertas, inició su traslado. Pasó Agua Salud, Caño Amarillo y Capitolio se detuvo sin razón alguna. El parlante de la unidad dijo sin dar más explicaciones: Señores usuarios por favor dejen los vagones. Miguel se preguntó qué pasaba, sin querer buscar respuestas se bajó, esperó en el anden cerca de treinta minutos.
“Bueno, creo que así está todo tranquilo, ahora si me voy”, pensó. Abordó el tren y continuó hacia su destino. Las personas dentro del estrecho vagón se preguntaban el por qué de esa petición de dejar la unidad, pero aun así no prestaron mucha atención. El Metro seguía su día.
La Hoyada, Parque Carabobo, Bellas Artes, todas las estaciones sin problema, pero al llegar a la solitaria Colegio de Ingenieros nuevamente los bajaron del tren, todos nuevamente tomaron sus cosas y entre apretones desalojaron el tren. ¿Ahora que? Se preguntó Miguel.
En ese momento, unos empleados de la empresa de transporte se apersonaron al lugar. “Señores, quien no tenga salvoconducto, no tiene nada que hacer aquí”, dijo un trabajador del Metro.
Miguel cuenta que inició una charla de concientización, repetían nuevamente las medidas que en todas partes del mundo se han dicho: Mantener distancia, limpiarse las manos, usar tapabocas y salir solo para lo necesario.
Luego de toda esa charla, volvió abordar una tren subterráneo, pero al llegar a la siguiente estación, Plaza Venezuela, tuvo que volver a dejar otro vagón ya que la unidad a la que se había subido no tenía aire acondicionado. Una vez más aguardó casi media hora, volvió a subir a un tren y por fin al llegar a su destino, caminó a su trabajo y su jefe le preguntó: ¿Miguel, donde estabas? Pensé que no venías hoy.
“Yo le conté lo que pasó, estaba cansado y no me dijo mucho, me puse a trabajar y no se cómo va hacer cuando me regrese esta tarde”, sentenció Miguel.