Los planes del papa para realizar una visita relámpago a Córcega el 15 de diciembre están generando un cierto desconcierto en Francia, sobre todo teniendo en cuenta la negativa que había dado a participar en las ceremonias de reapertura al público de la catedral Notre Dame de París una semana antes.
La oficialización de este viaje a la ciudad de Ajaccio, que debería ser anunciada por el Vaticano en los próximos días, ha sido un asunto que se ha colado en la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal francesa que se está desarrollando en Lourdes (sur) del 5 al 10 de noviembre, según la prensa.
El papa, que la última vez que estuvo en Francia fue en Marsella en septiembre de 2023, debe volar a la isla francesa con ocasión de un coloquio sobre «la religiosidad popular en el Mediterráneo» en la que participarán prelados de diferentes países de la región, incluidos españoles e italianos.
Ni el Ayuntamiento de Ajaccio, ni la diócesis ni la prefectura (delegación del Gobierno) han querido confirmar este desplazamiento cuyo gran instigador para los medios ha sido el obispo de la ciudad, el cardenal François-Xavier Bustillo.
En cualquier caso, el teniente de alcalde, Alexandre Farina, admite en declaraciones publicadas por Le Monde que «se trabaja de forma seria en esta hipótesis y, si se verifica, haremos una reunión cada día para diseñar el dispositivo».
El programa más probable sería una llegada por la mañana, una misa, un encuentro con personalidades y autoridades políticas de la isla y un retorno por la tarde a Roma, que está a sólo 40 minutos de vuelo.
La apuesta de Francisco por Córcega genera mucha incomprensión, sobre todo por la fecha elegida, ya que había sido invitado por Emmanuel Macron, para estar presente en los actos que el presidente francés está organizando con gran boato para reabrir al público la catedral Notre Dame de París tras más de cinco años y medio de cierre por el incendio que sufrió en abril de 2019.
Oficialmente, su ausencia en París se explica porque ha convocado en Roma un «consistorio» para la creación de 21 nuevos cardenales y por su participación en las ceremonias de la Inmaculada Concepción en la capital italiana.
Pero algunas malas lenguas señalan otras razones, y en particular que el papa no quería ser la estrella invitada de unas ceremonias muy políticas con las que Macron espera brillar en medio de decenas de jefes de Estado y de Gobierno llegados de todo el mundo.
El cardenal Bustillo trató de explicar la iniciativa en la reunión a puerta cerrada con los obispos franceses en Lourdes, que acogieron la noticia con frialdad, según Le Figaro.
El jefe del Estado, al que tampoco sentó nada bien enterarse de los planes del papa para ir a Córcega, ha dado a entender que su presencia en la isla no está asegurada.
EFE