El féretro abierto del papa Francisco llegó ayer a la basílica de San Pedro, escoltado por la Guardia Suiza y portado a hombros por los sediarios pontificios, para permanecer expuesto durante tres días previos a la celebración de su funeral, programado el sábado a las 10:00 hora local.
La procesión partió a las 9:00 hora local de la capilla de Santa Marta, su residencia, donde falleció este lunes a los 88 años tras sufrir un derrame cerebral. El cortejo recorrió la plaza de Santa Marta, cruzó el Arco de las Campanas y entró por la puerta central de la basílica, precedido por los cardenales y cerrado por sus secretarios y asistentes más cercanos.
Una vez en el Altar de la Confesión, frente a la tumba de San Pedro y bajo el baldaquino de Bernini, el cardenal camarlengo Kevin Farrell asperjó agua bendita sobre el ataúd y leyó un pasaje litúrgico para acompañar los restos mortales del pontífice en su última morada terrenal.

Desde primeras horas de la mañana, una fila constante de purpurados fue la primera en rendir homenaje al papa, seguida por miles de fieles llegados de todo el mundo, muchos de los cuales esperaron más de cuatro horas para contemplar su sencillo ataúd de madera. “Me erizó la piel”, confesó a la prensa Ivenes Bianco, llegada del sur de Italia, quien afirmó que, pese a encontrarse en Roma por tratamiento médico, no dudó en venir a despedirlo.
El Vaticano publicó además las primeras imágenes oficiales del pontífice en su féretro, ataviado con su capa roja y mitra, con un rosario entrelazado en sus manos. En la capilla de Santa Marta, los cardenales habían acudido ayer al funeral privado, descrito como “una muerte discreta, casi repentina, sin largo sufrimiento ni alarma pública”.
El papa Francisco recibirá sepultura el sábado en una ceremonia presidida por el decano del Colegio de Cardenales, Giovanni Battista Re, tras la liturgia de la Palabra y la misa fúnebre. El protocolo prevé tres fases: preparación del cuerpo, exposición para el público y, finalmente, el entierro en los Grutescos vaticanos.