El gobierno británico anunció que planea dar luz verde en las próximas semanas a pequeños ensayos al aire libre para investigar «técnicas de atenuación de la luz solar» con el fin de combatir el calentamiento global.
Con un fondo inicial de 50 millones de libras esterlinas, la Agencia de Investigación Avanzada (Aria) financiará “experimentos controlados de pequeña escala” que podrían incluir la inyección de aerosoles en la estratosfera o el blanqueamiento de nubes para reflejar más radiación solar.
Mark Symes, director del programa en Aria, subrayó que estos ensayos aportarán “datos físicos del mundo real”, complementando los modelos informáticos que, por sí solos, ofrecen información limitada. “Anunciaremos en breve los proyectos seleccionados y las fechas previstas para los experimentos exteriores”, afirmó. Además, garantizó que “todo estará diseñado para la máxima seguridad”, con plazos acotados, criterios de reversibilidad y prohibición absoluta de liberar sustancias tóxicas.
Aunque la geoingeniería solar suscita recelo —sus posibles efectos secundarios incluyen alteraciones en los patrones de lluvia y el riesgo de distraer de la reducción real de emisiones—, el estancamiento en la caída de gases de efecto invernadero urge a explorar soluciones de emergencia. Entre las técnicas más estudiadas figuran la inyección estratosférica de partículas reflectantes y el blanqueamiento marino de nubes mediante la pulverización de sal marina.
Investigaciones previas han mostrado que las emisiones de los barcos iluminan las nubes sobre las rutas marítimas, produciendo un enfriamiento local; del mismo modo, la erupción volcánica de Islandia en 2014 demostró cómo el dióxido de azufre intensifica la reflectividad de las nubes y enfría el planeta.
Por otro lado, se barajan propuestas como la siembra de cirros para facilitar la salida de calor al espacio, inspiradas en las estelas de los aviones, que ya generan un efecto refrescante involuntario.
Aria destinará también recursos a nuevos estudios de modelización, pruebas en laboratorio, monitorización climática y sondeos de opinión pública. Si los ensayos resultan exitosos, los científicos confían en que estas tecnologías puedan desplegarse a gran escala en menos de una década, siempre bajo un estricto marco ético y científico que priorice la reversibilidad y la protección ambiental.
Polémica
Si bien los científicos coinciden en la necesidad de reducir rápida y drásticamente las emisiones de dióxido de carbono, también existe preocupación por los posibles riesgos de la «geoingeniería solar».
Los críticos han expresado su preocupación de que las iniciativas de geoingeniería puedan ser contraproducentes e incluso agravar el cambio climático al desencadenar patrones climáticos destructivos.
Expertos han advertido previamente que esta técnica es una «estrategia arriesgada» que podría causar estragos en nuestros patrones climáticos, provocando sequías severas o ciclones devastadores.
El estudio de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey concluyó que detener repentinamente la «geoingeniería solar» tendría graves impactos en nuestro clima.
La interrupción abrupta aceleraría drásticamente el cambio climático, con graves consecuencias para la vida silvestre del planeta, según los investigadores.
«Un calentamiento rápido tras detener la geoingeniería representaría una gran amenaza para el medio ambiente y la biodiversidad», declaró el profesor Alan Robock, coautor del estudio.
«Si la geoingeniería se detuviera abruptamente, sería devastador, por lo que habría que asegurarse de que pudiera detenerse gradualmente, y es fácil imaginar escenarios que lo evitarían», concluyó el profesor.
En redes sociales, muchos usuarios mostraron rechazo contra la iniciativa, destacando el temor a causar un daño irreversible al clima del planeta.