Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí que ha dominado la política de su país como ninguna otra figura en las últimas décadas, es un nombre que evoca tanto admiración como controversia. Con una carrera marcada por guerras, escándalos y una férrea defensa de la seguridad nacional, Netanyahu se ha convertido en un símbolo de la resistencia israelí y, para muchos críticos, en un obstáculo para la paz en Medio Oriente.
Nacido en Tel Aviv en 1949, en el seno de una distinguida familia sionista (su padre, Benzion Netanyahu, fue un renombrado historiador), Netanyahu forjó su carácter en una mezcla de intelecto académico y servicio militar. Tras combatir en la unidad de élite Sayeret Matkal, donde participó en audaces operaciones, se trasladó a Estados Unidos para estudiar en el MIT y en Harvard. Esta experiencia bicultural le proporcionó no solo una profunda comprensión de la política estadounidense, sino también una fluidez en inglés que se convertiría en una de sus mayores ventajas diplomáticas.
Su carrera política comenzó después de una destacada trayectoria en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), incluyendo su participación en misiones de comando de élite. Pero fue la tragedia la que lo impulsó a la vida pública: la muerte de su hermano Yonatan, héroe de la operación de rescate en Entebbe (1976), lo motivó a dedicarse a la seguridad nacional. Tras años como diplomático y embajador ante la ONU, en 1996 se convirtió en el primer ministro más joven de la historia de Israel.
Su ascenso político fue meteórico. Tras servir como embajador de Israel ante las Naciones Unidas, donde demostró su habilidad para defender los intereses de su país en la arena internacional, fue elegido miembro de la Knéset (Parlamento israelí) en 1988. En 1996, a la edad de 46 años, se convirtió en el primer ministro más joven de Israel, marcando el inicio de una era que redefiniría la derecha israelí.
Su estilo de gobierno
Netanyahu, conocido popularmente como «Bibi», ha gobernado Israel durante más de 15 años, superando incluso al fundador del Estado, David Ben-Gurion. Su estrategia política se basa en una combinación de mano dura contra amenazas externas (como Hamás e Irán) y políticas económicas neoliberales que, pese a críticas, modernizaron el país.
Sin embargo, su liderazgo también ha estado plagado de acusaciones de corrupción, divisiones sociales y un creciente autoritarismo. Las protestas masivas en 2023 contra su reforma judicial, que sus detractores ven como un intento de controlar el poder judicial, mostraron un Israel profundamente dividido.
El «Mago» de la economía y la seguridad
Los partidarios de Netanyahu lo ven como el «mago» que impulsó la economía israelí hacia la prosperidad. Bajo su liderazgo, Israel se transformó en una potencia tecnológica, a menudo apodada la «Start-up Nation«, atrayendo inversiones y fomentando la innovación. Se le atribuye la liberalización económica y una gestión fiscal que, según sus defensores, fortaleció la resiliencia del país.
En el ámbito de la seguridad, su postura firme frente a las amenazas externas ha sido un pilar de su popularidad. Ha priorizado la capacidad militar de Israel y la disuasión, llevando a cabo operaciones contra grupos militantes y oponiéndose fervientemente al programa nuclear iraní, que considera una amenaza existencial. Su retórica contundente y su visión de un Israel fuerte y seguro han resonado profundamente entre una parte significativa de la población.
Controversias y más
Sin embargo, la trayectoria de Netanyahu está igualmente marcada por la controversia. Sus críticos lo acusan de socavar las instituciones democráticas de Israel, de utilizar la retórica divisoria para movilizar a su base y de priorizar su propia supervivencia política por encima de la unidad nacional. Las acusaciones de corrupción en su contra, que culminaron en un prolongado juicio, han empañado su legado y generado profundas divisiones en la sociedad israelí.
En el conflicto palestino-israelí, Netanyahu mantiene una postura firme contra las concesiones territoriales, abogando por la seguridad de Israel como prioridad máxima y expandiendo los asentamientos en Cisjordania. Esta política ha sido una fuente constante de fricción con la comunidad internacional y ha complicado los esfuerzos por alcanzar una paz duradera. Sus detractores lo acusan de haber estancado el proceso de paz y de no haber presentado una visión clara para una solución de dos estados.
A pesar de los desafíos legales y la constante polarización política, la capacidad de Netanyahu para regresar al poder en múltiples ocasiones es un testimonio de su resiliencia y de su habilidad para conectar con una parte considerable del electorado israelí. Es un maestro de la política electoral, capaz de construir coaliciones complejas y de navegar por las corrientes a menudo impredecibles de la sociedad israelí.
Legado en juego
Benjamín Netanyahu, para bien o para mal, ha moldeado la política israelí contemporánea como ninguna otra figura. Su legado es un tejido complejo de logros económicos y de seguridad, tensiones políticas internas y controversias éticas. Independientemente de cómo se le juzgue en el futuro, es innegable que su persistencia, su visión y su inquebrantable determinación han dejado una marca imborrable en la historia de Israel y en el siempre volátil escenario de Oriente Medio.
Netanyahu se ve a sí mismo como el protector de Israel frente a un mundo hostil. Sus partidarios lo consideran un líder indispensable; sus críticos, un obstáculo para la democracia. Con un juicio por corrupción pendiente y una guerra sin fin a la vista, su destino parece ligado al de la nación que ha gobernado por tanto tiempo.
Para mucho analistas, una cosa es cierta: «Cuando la historia juzgue a Netanyahu, lo hará como el hombre que, para bien o para mal, moldeó a Israel en el siglo XXI«.
Aclaratoria: Este es un perfil netamente informativo, siendo lo más objetivos y consultando varias fuentes digitales