La decisión de restaurar las relaciones diplomáticas llevará inevitablemente a la apertura del comercio formal con el país vecino y allí hay una partida por jugar con implicaciones económicas, sociales y política. ¿Quiénes tienen las mejores cartas?
La economía y la política son hermanas que caminan juntas. A veces se niegan. A veces se confrontan, pero al final del camino son complementarias: Una no puede vivir sin la otra.
Tras la llegada de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia las fichas del dominó de las relaciones bilaterales se barajan, trayendo como consecuencia que todo el escenario se mueva.
“El tema Colombia representa una oportunidad y desafío”, sostiene el economista Asdrúbal Oliveros.
Al mirar el escenario que se sirve, una apertura comercial con Colombia -después de la ruptura de las relaciones diplomáticas en febrero de 2019- será un proceso que impactará al sector empresarial, a los consumidores y por supuesto tendrá incidencia en el escenario político.
Estos procesos no son un big bang, en el que de un momento a otro se desborda un dique y los bienes y servicios inundarán los mercados de ambos países.
Tampoco es cierto que los productos colombianos hayan desaparecido del todo en el mercado venezolano. Refrescos, cervezas de marcas europeas con licencia colombiana no son extrañas en anaqueles de bodegones.
Los textiles colombianos son comunes en las ofertas de comerciantes informales que venden vía redes sociales, mecanismo que proliferó gracias a la pandemia. Los proveedores colombianos se mantienen, a mayores costos claro está, gracias a las entregas puerta a puerta de los couriers.
¿Quién gana?
Al conversar sobre el tema con el economista Asdrúbal Oliveros, éste nos refiere que los efectos de lo que será esa apertura se comenzarán a sentirse en 2023.
“Hoy el intercambio comercial es extremadamente bajo y no llega a los 250 millones de dólares al año. Eso pudiera cuadruplicarse de cara al próximo año si se dan condiciones necesarias, es decir, que pudiera llegar a 1.000 millones de dólares en 2023”, afirma el director de la firma Ecoanálitica.
Oliveros abre el lente para ver en perspectiva las implicaciones de la inminente apertura comercial con Colombia con la llegada de Gustavo Petro al poder y señala que para los empresarios “es una oportunidad por la posibilidad de acceder a proveedores cercanos, donde los costos ligados a envíos sean más bajos y con tiempos más expeditos”.
“Pero también es un desafío. Las empresas colombianas pueden sacar ventaja en las primeras de cambio porque tienen una excelente relación calidad precios, que es un factor clave. En Venezuela hay un mercado ávido de productos”, acota Oliveros.
En la conversación surge la preocupación sobre el tiempo que tienen las empresas venezolanas fuera del mercado colombiano.
“La mayoría de los productos que colocaba Venezuela en Colombia venían de los sectores metales, ligado a minería y Guayana. Habrá qué ver si esos productos pueden conseguir nuevamente mercado en Colombia”, se pregunta Oliveros.
Adicionalmente, habrá que evaluar el tema legal. El economista indica al respecto que “hay que ver cómo les va a impactar en la estructura de costos la normativa que tiene Colombia para los productos importados en términos de empaques, normas de fabricación y las distintas exigencias a las que las empresas venezolanas tendrán que adaptarse”.
Proyecta que en una primera etapa los principales beneficiarios serán las empresas colombianas y “eso le va a meter mayor presión a las empresas venezolanas, sobre todo a las que producen, porque se van a topar con productos colombianos de calidad y de muy buen precio”.
“¿El ganador? El consumidor que seguramente tendrá una oferta más variada y podrá acceder a productos de mayor calidad y a buenos precios”, sentencia Oliveros.
En lo político
Gustavo Petro ha anunciado políticas pragmáticas de cara al tema regional. Reanudará las relaciones con Venezuela, lo que no significa que sea un aliado incondicional. Miraflores se conforma con un vecino no hostil.
Para deslindarse de una asociación ideológica con Maduro, Petro ha señalado que no hará expropiaciones y busca allanar las relaciones con el sector empresarial y Venezuela es una oportunidad.
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia (DANE) en 2021 las exportaciones más relevantes de Colombia hacia Venezuela fueron de productos químicos (24%) y Alimentos, bebidas y tabaco (22%), aún con las restricciones que imponen las relaciones diplomáticas rotas.
Miraflores ha desarrollado una política de exoneración de aranceles a las importaciones en función de abaratar los costos. Privilegia el abastecimiento y reducir las presiones sobre la inflación.
Con una apertura comercial con Colombia las empresas del vecino país tendrán mejores condiciones para entrar y abastecer el mercado bajando los precios de muchos productos, lo que podría verse como una mejora en la gestión de Maduro de cara a la población.
Miraflores busca espacio de gestión. Esto podría ser también un arma para controlar al sector empresarial, que es el mejor percibido en las encuestas junto a la Iglesia Católica y desde donde podría gestarse el outsider que capitalice la desconexión de la clase política con la población.
Mayor llegada de productos colombianos a mejores precios, debilitamiento del poder de presión de sectores empresariales sobre el Gobierno son variables en la ecuación para construir viabilidad política a la gestión de Maduro desde hoy al 2024.
Sin embargo, alta un elemento a considerar: El empleo y el ingreso de los sectores vulnerables.
Las importaciones sin aranceles y desde puertos cercanos abaratan los precios al consumidor, sin embargo, el estancamiento del uso de la capacidad instalada de las empresas en el país conspira contra el empleo de calidad y los ingresos de los venezolanos.
Esto ha obligado a muchos a refugiarse en la informalidad y el comercio, dejando en malas condiciones el sector manufactura, que es uno de los generadores de empleo y Producto Interno Bruto.
La sobrevaluación del bolívar de la que hablan los economistas favorecerá las compras en el exterior por encima de la producción nacional.
En este escenario surgen una serie de interrogantes:
¿Cuán beneficiados saldrán los consumidores venezolanos con la apertura del comercio con Colombia?
¿Cómo queda la producción nacional frente a la competitividad de las empresas colombianas?
¿Cómo queda el empleo de calidad en Venezuela si se exacerban las importaciones desde Colombia?
¿Cuánto control sobre los actores políticos y sociales ganará el Gobierno con la normalización del intercambio comercial?
¿Cuánto rédito ganará Miraflores en su gestión con una apertura comercial con Colombia?
Por ahora no lo sabemos. No tenemos bolas de cristal para ver el futuro, solo andamos con los pies planos pisando tierra evaluando la coyuntura política, económica y social del país. El juego sigue.