En un foro organizado por el Instituto Fermín Toro en relación a la situación política de Centroamérica, los panelistas resaltaron la vía democrática utilizada por los gobernantes para acceder al poder y, desde allí, minar la democracia
Que la democracia está en crisis en el mundo no es una novedad, que este sistema de gobierno cuente con cada vez menos respaldo en Centroamérica tampoco es de extrañar. La relación entre mejora de las condiciones de vida de sus habitantes y democracia se está haciendo cada vez más lejana, lo que la hace menos atractiva para cada uno de los ciudadanos.
Lo que sí ha venido cambiando en el caso centroamericano es la manera como quienes detentan el poder acceden a él. Ya no se produce a través de un golpe de Estado encabezado por algún general con ínfulas de salvador de la patria. Ahora ocurre a través de los votos, método democrático que algunos emplean para debilitar la democracia.
Este tema fue abordado en un foro organizado por el Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro que dirige Ramón Guillermo Aveledo y que fue titulado «Los desafíos de la democracia en Centroamérica», el cual fue moderado por Edmundo González Urrutia y tuvo como ponentes a Julio Castillo López, Tiziano Breda y Giovanna de Michele.
Cada uno de ellos dio su visión sobre la situación política centroamericana y tuvo como punto de encuentro la necesidad de que la democracia dé respuesta a las necesidades de la ciudadanía, lo más rápido y de la manera más eficiente posible, como única manera para que sea el sistema de gobierno que defiendan los pueblos de estos paìses y se alejen del populismo, movimiento que se ha fortalecido en la región.
Un ejemplo de respuesta eficiente es lo que ha hecho el presidente de El Salvdor, Nayib Bukele, para enfrentar la inseguridad, pero la violación a los derechos humanos levanta una alarma sobre el método y, también se teme, que lo pueda extender hacia sus rivales políticos y terminar conformando un Estado policial.
El mexicano Julio Castillo López, puso como ejemplo lo ocurrido en municipio fronterizo de ese país, donde el alcalde anunció que expulsaría a los migrantes haitianos sin ninguna contemplación. Cuando le apuntaron que había que respetar los derechos humanos, respondió que los derechos humanos eran para los humanos derechos. El resultado fue un aumento de 15 puntos en la popularidad del alcalde.
Fortalecer el centro político
Para Julio Castillo López, filosofo, director de la Fundación Rafael Preciado de México e integrante del Partido de Acción Nacional, la diferencia política en el mundo actual no es entre izquierda y derecha, considera que tiene más que ver con los que creen en un Estado grande y «los que pensamos que se debe reivindicar las personas ante el Estado».
El personalismo con el que se identifican los partidos populistas, como el peronismo o el cardenismo, es una de los primeros aspectos que cuestiona de este tipo de movimientos, donde la demagogia se impone. «El populismo ofrece soluciones simples, con slogans como la inseguridad se acaba con abrazos, no con balazos, o cuando Trump le echó las culpas de todos los problemas de EEUU a los mexicanos».
Para Castillo, todos los populistas buscan polarizar, los de derecha a través del odio contra grupos sociales, mientras que los de izquierda lo hacen tratando de generar odio entre las clases sociales. «Todos van se escudan en la democracia para ir minando sus instituciones y al final acabar con la democracia».
Sus líderes se consideran por encima de las leyes, «algo que se ve muy claramente con Bukele, Andrés Manuel López Obrador quien dice que no me vengan con el cuenta de que la ley es la ley. La democracia ha perdidos adeptos, eso pasa en todo el mundo, no solo en América Latina sino en el mundo».
Refiere que los gobiernos populistas son apoyados por fans, quienes son fanáticos que defienden pasionalmente sus ideas. Cuando estén el el poder, a los líderes populistas les gusta la militarización, hacen alianzas internacionales entre ellos, «y parece que existe una legitimidad internacional que se las da Rusia».
Vivimos en un mundo inestable, dijo Castillo, en el que se trata de imponer la postverdad, donde hay unos mecanismos para generar confusión, lo que tampoco es nada nuevo, y refiere que estos laboratorios generaron la información de que el hombre no había llegado a la luna o de que a Kennedy lo mató la CIA.
Cree que es necesario crear instrumentos para la verificación de datos, con personas independientes. Refiere que en México, entes de este tipo, le han encontrado más de 100 mil mentiras a López Obrador, «10 mentiras diarias».
Se sitúa en el centro del espectro político, dice que «no hay quitarse de ahí. Vivimos un momento muy difícil de la democracia, necesitamos auténticos demócratas, es momento de demostrar que América Latina está de pie, que sí hay otras opciones». También considera necesario crear alianzas internacionales que defiendan la democracia.
Un riesgo llamado Bukele
Tiziano Breda, investigador del Instituto Affari Internazionali, observa que son varios los países que van en la dirección de una concentración de poderes, suspensión de derechos ciudadanos, cooptación del sistema de justicia, donde la posición ideológica no impide que coincidan en determinados temas y pone como ejemplo la declaración del gobierno de Guatemala, en contra de la injerencia extranjera, punto en el que coincide plenamente con el gobierno de izquierda de Nicaragua.
Caracterizó tres tipos de sistemas autoritarios en Centroamérica. Uno ligado al caudillismo tradicional «y que tiene en apariencia matiz ideológico, recorrido histórico, tiene gobernantes que ven el mundo con lentes anacrónicos, como en Nicaragua, donde hay una perfecta identificación de la pareja gobernante con el Estado y las tácticas para mantener el poder son muy tradicionales, como las que existieron antes de que se produjera la revolución sandinista».
Otro perfil tiene el autoritarismo en Guatemala, donde dice que no es liderado por un dirigente, ni por un partido o por un sector económico o militar, pero donde se produce una negociación entre todos ellos y «empujan a una dirección de retorno a una época donde había mayor control sobre los poderes del Estado y se garantizaban más impunidad».
El tercer modelo es el encarnado por Nayib Bukele en El Salvador, que tiene repercusiones en toda América Latino, no solo en donde la institucionalidad es débil, apunta Breda, quien agrega que el presidente salvadoreño se ha beneficiado del descontento que había en su país, donde al faltar una cultura republicana la democracia en un concepto vacío para las mayorías, que lo que quieren es que les resuelvan sus problemas y donde la insatisfacción hacia la clase dominante se traslada hacia la democracia como sistema de gobierno.
Acota Breda, que el presidente salvadoreño ha logrado sus fines democráticamente, no se ha robado una elección y la confianza de sus compatriotas en el sistema democrático aumentó por las políticas empleadas para contener la inseguridad. Sin embargo, resalta que dichas políticas se han implementando violando los derechos humanos, y después de 16 meses de un estado de excepción donde el derecho a la defensa, la presunción de inocencia no se han respetado.
Cree que se ha venido imponiendo un discurso donde no importa que se violen los derechos humanos si con ello se logra contener a las bandas criminales y devolverles la seguridad a los salvadoreños. «Bukele sabe que su éxito está ligado a resultados y los ha logrado en materia de seguridad», políticas que le dan el respaldo, también, en otros países.
Estima que la comunidad internacional no ha sabido calibrar la respuesta que tiene que dar a este tipo de políticas, que además están siendo consideradas por otros gobiernos de esa región para ser aplicadas, como ocurre en Honduras. Ve como un riesgo que estas políticas de seguridad para controlar la delincuencia deriven en acciones arbitrarias para reprimir a los adversarios políticos en cada país donde se apliquen.
Los tres factores necesarios para la democracia
Por su parte, la profesora Giovanna de Michele, cree que se está o no en democracia, que es un sistema perfectible, para lo cual es necesario que existan gobernantes que se comporten de manera democrática, que los gobernados tengan cultura democrática y que las instituciones sean sólidas y hagan los pesos y contrapesos necesarios. «Si falta uno de esos tres elementos, se puede garantizar que habrá un déficit democrático».
Estima que en el caso centroamericano se deben tomar en cuenta las diferencias socioeconómicas que existen en la región y se declaró crítica de Bukele por mantener más de un año el Estado de excepción, aunque destacó que el 90% de los salvadoreños lo apoya, lo que le lleva a resaltar la diferente percepción que tienen los organismos internacionales como la OEA o la ONU, sobre lo que ocurre en El Salvador y lo que piensan sus habitantes.
Los ciudadanos le dan mayor preponderancia a su cotidianidad que a la vigencia de las instituciones, «le dan más importancia a su ración de pastel, a quienes les garantizan su seguridad y Bukele se las da», precisa de Michele
Resalta que son gobiernos que se identifican con los sectores más excluidos de sus sociedades, son gobiernos que le dan un matiz democrático a todas sus decisiones, por más antidemocráticas que sean y se esmeran por dar una imagen popular, de Michele atribuye esto a la realidad socioeconómica de la región.
Son líderes caudillistas, que saben leer la realidad y la explotan para su propio beneficio, borran el pasado reciente para regresar al pasado remoto y se engolosinan con el poder, pero para mejorar su propia calidad de vida, no pensando en el imprescindible bien público, los caracteriza de Michele.
Otros aspectos que los caracteriza es que sufren del complejo de Adán, cambian las constituciones para que nadie más llegue al poder y crean sociedades de sobrevivientes, donde los ciudadanos dependen del poder gubernamental y lleva a los ciudadanos a aceptar cualquier práctica antidemocrática del gobierno
