El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha intensificado su ofensiva contra la ciudad de Chicago, donde actualmente se encuentran desplegados doscientos efectivos de la Guardia Nacional. La medida se produce luego de que el Gobierno federal calificara a esta ciudad del norte del país como una «zona de guerra», en medio de una creciente tensión entre la administración republicana y las autoridades locales demócratas.
El despliegue en Chicago se suma a intervenciones similares en otras ciudades gobernadas por demócratas, como Los Ángeles, Washington y Memphis, todas realizadas sin el consentimiento de los gobiernos locales. La estrategia ha generado controversia por el uso de fuerzas federales en contextos de seguridad urbana.
Desde hace semanas, Trump ha dirigido duras críticas contra Chicago, refiriéndose a la ciudad como un «agujero de ratas» y «capital mundial del asesinato», en alusión a los frecuentes tiroteos registrados semanalmente. Las declaraciones han sido acompañadas por acciones concretas, como el envío de tropas y mensajes en redes sociales.
Paralelamente, los alrededores del centro de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), ubicado en las afueras de Chicago, han sido escenario de protestas diarias. Decenas de activistas se congregan para bloquear la salida de vehículos oficiales, y en algunos casos se han reportado incidentes con lanzamiento de piedras y botellas.
En una publicación realizada el jueves 8 de octubre en la red Truth Social, Trump arremetió contra las autoridades locales: “¡El alcalde de Chicago debería estar en la cárcel por no proteger a los oficiales de ICE! ¡El gobernador Pritzker también!”, escribió el mandatario, en referencia al hostigamiento que enfrentan los agentes federales en la ciudad.
La situación en Chicago se mantiene bajo vigilancia, mientras continúan las manifestaciones y el debate sobre el uso de fuerzas federales en jurisdicciones locales.






