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sábado, 23 noviembre, 2024
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Edison Arciniega: Violencia en el campo venezolano se ha recrudecido porque los grupos delictivos quieren «raspar la olla»

Texto: José Gregorio Yépez y Vanessa Davies. Fotos: Joel David Zambrano-Contrapunto

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En el campo venezolano hay «una confederación delictiva rural a la cual se le sumó la delincuencia armada», asegura el presidente del Centro de Estudios Agroalimentarios. Las mafias rurales pusieron en el mismo lado a productores y a los campesinos honestos, sostiene

Edison Arciniega, presidente del Centro de Estudios Agroalimentarios, asegura que ha habido un cambio «en la actitud administrativa y procesal del Estado venezolano» en el campo; es decir, «está dejando de darles cobertura institucional y darles la razón a las mafias de ocupación, invasión, saqueo y reventa de tierras» y está negando rescates y ordenando desalojos. Pero en la práctica «esas decisiones no se llevan a los hechos, y cuando las decisiones salen, las mafias de ocupación, invasión, saqueo y reventa de tierras se tornan más violentas», apunta.

En consecuencia «pasamos de violaciones de derechos humanos por acción, que es lo que tuvimos hasta hace por lo menos dos años, a violaciones de derechos humanos por omisión». ¿Quién omite? «La fuerza pública», que debe hacer valer la autoridad.

Hay «unos 15 grupos» activos que «al final son con una confederación: son aliados unos de los otros», describe.

-¿Confederación delictiva?

-Es una confederación delictiva rural a la cual se le sumó la delincuencia armada. Este es un cambio importante, porque puedo lidiar con una turba o un acoso, pero lidiar con el poder de fuego es una cosa…

-¿Por qué se recrudece?

-Se recrudece porque estos grupos parece que lo que quieren es «raspar la olla». Ellos saben que el Estado tarde o temprano va a reaccionar.

-¿Cómo «raspar la olla?

-Terminar de saquear y terminar de lucrarse. Están muy nerviosos, porque tarde o temprano el Estado va a actuar. El Estado siempre termina actuando; tarde, pero actúa. Lo que nos preocupa es que esa tardanza del Estado genera victimización. Puede traducirse en que tengamos no solo una ola de violencia en términos de acoso e intimidación, sino una ola de violencia que se traduzca en muertos. Todos sabemos lo que puede suceder hasta que se eche el primer tiro.

El ciclo del despojo

«Están pasando cosas muy graves», afirma Arciniega. «Unidades de producción como el fundo Boralito», en el que «los grupos invasores tenían ocupada 60% de la unidad de producción, y después de que salió la orden de desalojo, arrinconaron al productor en cinco hectáreas con sus animales. Les han matado 20% del rebaño. Es en Barinas». También «hay incendios inmensos provocados por estos grupos» y dos intentos de sicariato (como el de Daniela Pérez en el Sur del Lago de Maracaibo).

Las zonas más afectadas por esto que Arciniega describe como un brote de violencia rural en los últimos 40 días están en los estados Zulia, Barinas, Mérida y Portuguesa, entre otros. «En esos dos corredores de piedemonte andino, donde están las tierras mejor irrigadas de Venezuela y con los mayores niveles de tierra negra y fértil, donde está 60% del rebaño nacional, donde está 65% de la producción de leche, donde está 70% del beneficio de carne, está concentrado este brote de violencia».

Como los grupos perdieron el apoyo del Estado «están recurriendo a alianzas con grupos delictivos armados», denuncia.

Según sus estimaciones «40 unidades de producción están siendo objeto de rebrote de esta violencia», con unas 120 mil hectáreas afectadas y cerca de 12 mil animales perjudicados en 40 días. Son «unidades de producción donde hay grupos de estas mafias ocupando total o parcialmente, o acosando a los productores». La mayoría de esas unidades de producción «están activas, y en proceso de ser destruidas por esas mafias».

Arciniega describe el «ciclo perverso» de estas mafias, en el que «todo es negocio». En la primera parte «saquean cosechas y animales; hay una saña contra la ganadería»; lo segundo es «el saqueo de las instalaciones y de la maquinaria: sacan los tractores, los ordeños, los bancos de transformadores, las bombas. Son como la langosta, que destruye todo; no dejan ni los marcos de las puertas». El único cultivo que desarrollan estos grupos «es poner cuatro matas de topocho, que crece rápido y produce muy poco».

Lo tercero que hacen es «que talan los bosques y venden la madera», y en tres años pueden haber dañado «400 mil hectáreas». La última parte es «la reventa de tierras, que es el siguiente negocio. Se las venden a campesinos que quieren tener espacio de producción, y los estafan y les cobran un canon».

Al final de este camino «el campesino nunca termina de tener tierras, no se resolvió el leit motiv de la reforma agraria; y tampoco se resolvió que el productor tuviera condiciones para seguir trabajando». Considera que Fedeagro y Fedenaga deben hacer más y manifiesta una gran decepción con el Estado «porque siento que el Estado llega hasta el papel», y se pregunta: «¿Dónde están los detenidos? ¿Dónde está el desalojo? ¿Dónde está el desarme de las mafias».

Teme que el país avance a la colombianización: que los productores se armen. «Hasta el perro más manso cuando lo arrinconan se defiende», advierte, pero reivindica que «los productores venezolanos, cuando los han puesto a escoger entre dejarse quitar la unidad de producción y disparar, han entregado la unidad de producción y han decidido seguir la ruta administrativa y judicial».

Sin embargo, reitera que existe «un riesgo inminente» de mayor violencia y que eso se detiene «con la acción del Estado contra las mafias». Destaca el trabajo de algunos integrantes de la comisión de diálogo de la Asamblea Nacional, que piensan que hay «infiltración de movimientos campesinos» y calculan que hay «350 millones de pérdidas por el abigeato». Hoy «tienes una discusión en el Parlamento, en la Comisión de Política Interior, de qué hacer con la violencia rural».

-¿No hay campesinos luchando por la tierra?

-Estas mafias, al principio, infiltraron los movimientos campesinos y terminaron victimizando a los campesinos.

-También hay denuncias de asesinatos de líderes campesinos por terratenientes.

-Sí, pero no son presentes. Todas las denuncias son viejas. No son de los últimos cinco años. Ahora los campesinos son víctimas de estas mafias.

En este momento, concluye, «estas bandas han victimizado tanto, y han creado tal precariedad, que pusieron del mismo lado a todo el mundo. De un lado está la ruralidad decente, honesta y laboriosa; y del otro lado están las mafias. Hoy hay un clamor policlasista de respuesta a esas mafias desde el campo venezolano».

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