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domingo, 22 diciembre, 2024
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Juan Requesens: Yo no quisiera que nadie del Gobierno pasara por lo que yo pasé

Texto y fotos: Vanessa Davies

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«El problema en Venezuela no solo es de violación del Estado de derecho y de la Constitución; es que nadie confía en nadie», subraya el dirigente político de Primero Justicia. Lanzó la plataforma Entre Todos con Marialbert Barrios y Ángel Medina

Formalmente tiene 35 años, pero en su cronología ha habido emociones tan fuertes que parece que, muy adentro, sumara más. Juan Requesens tiene las barajitas del diputado, preso político, dirigente partidista y seguramente otras que solo él conoce. Lo detuvieron dos veces en el contexto de protestas, «muy rápido». Y luego, «el 7 de agosto de 2018», rememora. Ahora promueve, con dos de sus compañeros de Primero Justicia -Marialbert Barrios y Ángel Medina Devis- la plataforma Entre Todos, para promover el voto en las elecciones presidenciales del 28 de julio y organizar a la gente que no quiere militancia partidista pero sí desea participar. «Uno nunca deja de ser político. Es una cosa que se lleva en la sangre. Una profesión y una vocación. Estuve cinco años fuera de la arena, por mi situación, pero ahora, de vuelta otra vez a las calles, compartiendo el rol. Tuve que ponerme a trabajar; tú sabes lo difícil que es ejercer la profesión de la política y obtener los medios para poder sustentarte a ti, tu familia, tus hijos».

-¿De qué está viviendo?

-Trabajo. Tuve la suerte, mientras estuve en casa por cárcel, de que un muy amigo me diera la oportunidad de estudiar inversiones inmobiliarias. Me dediqué a trabajar como analista financiero en un fondo de inversión inmobiliaria, soy analista financiero para una fundación española que desarrolla trabajos para Europa y hago análisis para algunos bufetes particulares que me contratan: análisis prospectivo, análisis de entorno. Con esos tres trabajos voy dándole durísimo. Y en la política, en otro rol.

-¿Cuál es el rol ahora?

-Estamos en una coyuntura electoral. Aún estoy en pleno desarrollo de mi situación judicial.

-¿Cuál es?

-Fui condenado a ocho años por el delito de conspiración. Pasamos a un tribunal de segunda instancia, fue ratificada la condena y ahora toca el Tribunal Supremo de Justicia, para poder apelar nuevamente la medida. Por lo tanto, mi situación judicial aún no está cerrada. Políticamente estamos en una coyuntura electoral. Una de las cosas, lo dije en una gira reciente en Barquisimeto, que me alegra de estos cinco años que estuve fuera de la arena es que me di cuenta de que no soy indispensable. Salí y, muchos muchachos que hace cinco años eran más muchachos, están en distintos cargos de representación política: secretarios juveniles, secretarios políticos, jefes de estado, jefes de municipio. Eso me alegró muchísimo, porque son muchachos que yo mismo formé, vi crecer, y luego de que salí de esta situación en la que estuve al final ellos llevan la responsabilidad de ser la vanguardia, de ser los dirigentes que nos guían. Por supuesto, tengo un liderazgo, una popularidad, y con ese poco capital que tengo, con el capital que tenga, busco trabajar desde una posición en la que articulo, organizo, me pongo a la orden de los que nos están liderando. En una coyuntura electoral trabajo sobra, y mi responsabilidad ahora es girar los estados, conformar equipos, motivar a la dirigencia y poder empujar hacia ese proceso del 28 que tanto esperamos.

-¿Qué pasa en PJ? ¿Sigue en PJ?

-Sí, sí. Soy vicepresidente del partido, de nuevas generaciones, y trabajando desde allí con los muchachos del partido. Pero la tarjeta se la dieron a otra gente. Sabes que la formación de la militancia de los partidos es particular. La gente milita en los partidos más por afinidades personales, amistades, lealtades. Encuentras en los partidos políticos mucha heterogeneidad doctrinaria; en PJ pasa eso. Lo bueno es que la diversidad dentro de la oposición es tal, que eso nos hace más fuertes, porque nos permite abrir muchos más frentes: de activismo, de organización, para empujar a los diversos objetivos que nos trazamos en cada una de las coyunturas.

-¿Para qué está usando ese capital?

-Por mi formación, vengo de Acción Democrática, de la Universidad Central de Venezuela, apuesto mucho por la dirigencia partidista. No solo reivindico permanentemente la profesión de la política, sino que además me parece que, por mi personalidad, por lo que a mí me gusta y por lo que siento más afinidad casi siempre dedico mi trabajo político a la dirigencia. Esto no quiere decir que yo abandone espacios de la sociedad civil que son tan importantes, pero me gusta mucho, cuando voy a un municipio o un estado, reunirme con dirigentes. Ayudarles, colaborarles, cómo me pongo a la orden, poder ajustar detalles técnicos en cada una de las áreas que se puedan ajustar. Dirigencia de las diversas plataformas políticas que hay en la oposición. No tengo ningún tipo de distingo. Tengo 700 grupos de wasap con 700 compañeros de muchos partidos. Uno se va inclinando hacia donde tiene más afinidad, amistad, coincidencia en la forma de pensar, pero aunque no somos los mismos siempre se hacen esfuerzos transversales, y eso es importantísimo.

-¿Ve posible que el gobierno entregue el poder?

-Tenemos el deber de construir escenarios, hacer una interpretación de la realidad y poder anticiparnos a cada uno de los escenarios que hay. Para la oposición el único escenario es el de la Constitución. Pensar en otros es sumergirse en una discusión muy compleja y que, lamentablemente, no controlamos. Ojalá que en Venezuela lo normal no fuera anormal.

-¿A qué se refiere?

-Ojalá pudiéramos ir a una elección seguros de que el resultado se dará y puede haber alternabilidad sin ninguna presunción, incertidumbre o ansiedad de que pueda ocurrir algo que no esté planteado.

-Se planteó firmar un acuerdo y González Urrutia dijo que no lo va a firmar. Que para qué.

-No puedo hablar por el candidato ni comprometerlo, ni dar mi opinión sobre algo que debería hacer el candidato. Me cuido de eso porque yo no soy el candidato. Pero el 28 de julio hay una elección, en el Acuerdo de Barbados se firmó que se iban a reconocer los resultados. Hay mecanismos para todo esto. El 28 de julio tenemos que participar, y el que pierda, que reconozca. Punto. Hay 13 candidatos. Teóricamente cualquiera puede ganar. Literalmente hablando todos pueden ganar. Pero esta discusión de si el gobierno quiere entregar o no quiere entregar… si el gobierno aceptó unas condiciones para participar en un proceso electoral espero que sean conscientes de que la derrota es una posibilidad. Y que, si ellos pierden las elecciones, no solamente deben respetar la voluntad del pueblo, sino que además deben entregar, y se debe hace en paz. Ya Edmundo ha hablado bastante sobre reconciliación, sobre ese proceso de entrega del poder. Ya está. No lo hagamos más traumático nosotros mismos. Ni nosotros, ni ellos.

-¿Qué establece la Constitución para un escenario como el del 28? ¿Para un fraude?

-Hay mecanismos para poder exigir la revisión y la auditoría de esos resultados. No me gusta llenar mi discurso de anticipo al fraude. Creo que la narrativa de algunos sectores es eso: tratar de convencer de que ni votando se pueden cambiar las cosas.

-¿Cree que es deliberado?

-No me queda ninguna duda dentro de la suposición que hago. Peor no me queda ninguna duda de que, votando, nosotros podemos cambiar la realidad. Y quienes nos digan que no creo que están equivocados, y en algunos de esos sectores que dicen que no creo que hay una premeditación para desmotivar, desmoralizar y evitar la movilización masiva de los venezolanos hacia las urnas electorales. La Constitución lo establece. Hay un proceso electoral, votamos y en el país todas las fuerzas vivas tenemos que entender eso y empujar en esa dirección. ¿Obstáculos de aquí al 28? Seguro va a haber más de los que ya han habido, y no nos imaginamos cuáles van a ser, pero bueno, sorteemos las dificultades.

-¿Cómo se convierte la voluntad de cambio de la gente, el disgusto de la gente, en triunfo?

-En el caso de un proceso electoral hay un trabajo titánico. Nosotros lo vivimos en el 2015: Ni tú ni yo nos imaginamos la avalancha de votos que íbamos a obtener las fuerzas de la Mesa de la Unidad en ese proceso electoral. En el caso de la designación de los escaños hubo un poquito de esa Ley Orgánica de Procesos Electorales que en el 2010 benefició al gobierno y en el 2015 benefició a la oposición con la sobrerepresentación. Fue un proceso electoral en el que nos preparamos bien, tuvimos nuestros testigos, nuestros miembros de mesa, aceitamos nuestra maquinaria y cuando la población y la ciudadanía salieron masivamente a votar fue incontenible. Hay una realidad: uno vota, y una vez que uno puya esa pantalla, y ese voto se procesa, de ahí al CNE ese voto no lo van a cambiar ni lo pueden cambiar. Y hay otra realidad también, y es que el voto es secreto. ¿Qué hay que hacer? Garantizar que más gente de la que moviliza el gobierno puye a favor de Edmundo González, y garantizar que en cada centro de votación lo que vieron nuestros testigos sea lo que imprime ese chorizo final.

-¿Esa maquinaria existe?

-En 2015 fue un proceso fácil y difícil. Fue un proceso difícil porque al haber tantos candidatos, es decir, 165 candidatos con sus respectivos suplentes, tú tenías que estar, y recuerdo que en esa época el exrector Picón fue quizá uno de los artífices de eso, tenías que estar pendiente de 165 maquinarias distintas en todo el país. Esa era la parte difícil, que como era tan desconcentrado, tenías que articularlo todo. La parte fácil era que, como eran 165 candidatos, cada candidato garantizaba su maquinaria. Ahora es difícil y fácil; es fácil porque es un proceso nacional en el que hay más control centralizado del padrón electoral, pero es difícil precisamente por eso: porque tienes que hacer con un solo líder el esfuerzo completo del padrón.

-¿Hay cómo hacerlo?

-Bueno, yo no soy responsable de ese trabajo. No digo esto para despegarme de la responsabilidad, sino que es un trabajo que la oposición se toma tan en serio, que tiene a sus mejores dirigentes electorales haciendo, y por eso es que te digo que el trabajo político no es solo salir en televisión y liderar el proceso de ser candidato; tenemos personas muy capaces, muy capaces en las distintas coordinaciones electorales de los partidos políticos, en
individualidades que son expertas en la materia que están abocadas a este trabajo, y esas personas están encerradas 24/7 detrás de un escritorio un grupo, y el otro está 24/7 girando el país, capacitando a nuestros testigos, identificando los miembros y haciendo ese trabajo. Lo estamos haciendo todas las fuerzas políticas que nos estamos viendo el 28, porque eso también lo está haciendo el gobierno lo está haciendo Ecarri y lo está haciendo todo el mundo.

-¿Eliminar la candidatura, la tarjeta de la MUD, es un escenario posible?

-A mí me cuesta decir cuál es mi opinión, porque si la digo, puedo condicionar lo demás pero la voy a dar: si nos eliminan la tarjeta, si se suprime la tarjeta de la unidad, mi opinión personalísima es que votemos en otra donde salga Edmundo, y ya está. Hay que empujar. Nosotros tenemos que llegar al 28 y el objetivo es que gane Edmundo González.

-¿Si no fuese Edmundo González el candidato?

-Uff, no, esa ya es una discusión más dura y no me atrevo a dar mi opinión. Te repito: Juan Requesens, yo, mi opinión personalísima, es que nosotros el 28 tenemos que votar. Ahora, que el Gobierno quiere suprimir la tarjeta de la unidad, suprimir la candidatura de Edmundo…Bueno, eso es otro abuso más a la lista de abusos que van sumando, pero por ahora, Edmundo y la unidad. Vamos para allá. Hay que votar.

-¿El 28 se acaba el mundo?

-Yo pensaba así. Muchas veces lo planteé todo como la batalla final. El 28 de julio es un paso importantísimo, pero a mí me da tanta nota y tanta emoción pensar en la victoria del 28, como me da emoción pensar en la reconstrucción de este país, porque de nada sirve que ganemos el 28 para hacer las cosas mal. No, no. El mundo no se acaba el 28, ni el 29, ni el 30; ni se acabó cuando me metieron preso a mí. Diría Galileo Galilei que «sin embargo, se mueve»; el mundo sigue girando siempre.

-Hablaba de reconciliación. En su condición de preso político, ¿cree que es posible hablar de reconciliación?

-Sí creo que es posible hablar de reconciliación, pero con un par de peros. Yo siempre tengo un pero para todo. El primero es que debemos ser empáticos; no tenemos que compartir el sentimiento ajeno, pero tenemos que ser empáticos con el sentimiento ajeno. Y cuando me refiero a empático es entender que cada quien ha vivido su proceso y cada quien tiene derecho a sentirse como le provoque sentirse. Yo no soy más, ni tengo más derecho, ni tengo ni merezco más por haber pasado cinco años preso, que el que no va a votar por el gobierno porque no se puede comprar una camioneta de año. Cada quien tiene su proceso, su duelo y su drama, y es tan importante mi drama como el de otro. Te puedo dar el ejemplo de lo mío para lo alto para lo bueno y para lo malo, porque mucha gente dirá «bueno, Requesens tiene razones suficiente como para no votar por el gobierno o para decir «no creo en la reconciliación». Y yo lo digo a veces: sí, fueron años muy duros, fueron cinco años en los que mi mamá sufrió muchísimo, pero mi mamá me recibió en libertad. Hay mamás que no pueden sacar a su muchacho de la tumba. Cada quien tiene su drama y vive su experiencia. Y eso es absolutamente legítimo, eso es lo primero que voy a decir en esto de la reconciliación.
Y así como lo mío y lo de la mamá que enterró su muchacho y lo del que no tiene para comprarse un carro de último año, te digo que del otro lado de la acera, hay gente que está convencida de que si mañana nosotros ganamos las elecciones, vamos a ir por ellos y los vamos a perseguir hasta… Y tampoco. Cada quien tiene su propio drama, su propia experiencia.

Lo primero, reitera, es la empatía. Lo segundo es creer en las instituciones. Cita a uno de sus profesores, Rafael Romero, que le aseguró que justicia es estado de derecho, las reglas, los compromisos. En la sociedad «estamos blancos, azules, rojos, amarillos, anaranjados, verdes morados, todos los colores. Bueno, reglas claras, promover el estado de derecho y con esas reglas, bueno, habrá justicia. Pero es con esas; no es con las reglas que ponga Juan Requesens, porque la emocionalidad, el sentimiento y la venganza no sirven para una transición efectiva en un país.

-¿Quién puede manejar eso con buena cabeza?

-Las sociedades viven cada una sus propios procesos. Hay sociedades que a veces cuentan con
personales que con mucha fuerza empujan; liderazgos democratizantes, como es el caso de Sudáfrica y Mandela. Pero también hay una frase que decía mucho otro amigo mío: «No hay Mandela sin De Klerk.

-En el caso venezolano, ¿quién sería el Mandela?

-No me gusta hacer comparaciones en ese sentido. Edmundo González me cae muy bien, pero además me parece que precisamente su experiencia, su carrera diplomática le brinda una paciencia y una capacidad de generar acuerdos que hoy requiere el país. Pero a veces las sociedades se reinstitucionalizan y profundizan sus democracias a través del liderazgo fuerte, y otras veces a través del liderazgo colectivo.

-¿No sabemos cuál será el nuestro?

-Yo no lo tengo claro, pero lo que sí tengo claro es que hoy más que hace, cinco, que hace 10 y que hace 15 años hay más comprensión de esto que tú y yo estamos hablando. Hace 10 años la polarización quizás evitaba que un gran número de individualidades hablaran de capacidad de acuerdos, de heterogeneidad, de pluralidad, de diversidad. Hoy tú misma puedes hacer el ejercicio y dirás «sí, cada vez hay más individualidades hablando de esto». Te doy un ejemplo: yo, hace seis años, quizá no hablaba de esto, porque como estaba al calor de las protestas, y como mi rol siempre ha sido ser un agitador, uno no habla. Luego uno crece, y tiene otro rol, y entiende que hay procesos que son importantes. ¿Qué te quiero decir? Empatía, y no negar lo que es lógico. Siento rabia, frustración, dolor. Pienso en mis hijos, pienso en el tiempo que perdí. ¿Cómo no me va a dar rabia? Si no sintiera eso sería un ser superior, y no lo soy. Pero sí tenemos empatía con los sentimientos de los demás, si reconocemos que cada quien tiene derecho a sentirse como le provoque, y entendemos que justicia es estado de derecho, podemos avanzar en la construcción de una sociedad democrática, plural, diversa sin esa sed de venganza que durante algunos años ha llenado nuestro imaginario. Pero tiene que haber libertad para los presos políticos.

-¿Cómo se maneja? ¿Cómo se compensa?

-Tiene que haber libertad inmediata para todos nuestros presos políticos. ¿Cómo compensas la vida de un joven para una madre? No hay. Pero tiene que haber justicia. Tiene que haber procesos judiciales que les permitan a las madres cerrar páginas y abrir otras nuevas. Para uno mismo, la muerte de los muchachos ha sido muy dolorosa. No hay nada peor que la muerte de un muchacho. Lo único peor que eso es la muerte sin justicia, sin cerrar capítulos judiciales, sin definir responsabilidades. Son procesos que se han vivido en otras naciones y que Venezuela va a tener que copiar, traducirlo a su manera y avanzar.

-¿Justicia transicional?

-Claro que sí. No soy amigo de decir que Venezuela está en una transición, porque me parece que los procesos de transición tienen unas características y unas particularidades y entraría en un debate politológico. Técnicos en el área hay muchísimos. Pero una cosa es el discurso político en el que metes unas categorías de justicia transicional para tratar de convencer a la gente de que estamos en una transición; y otra cosa es atravesar un proceso en el que se crean mecanismos institucionales, individuales y colectivos, para poder apuntar a través de los diversos mecanismos a la concreción de unos objetivos.

-¿Cómo podemos llegar a la reinstitucionalización del país, gane González Urrutia o se mantenga Maduro?

-Mucho diálogo y negociación, concretar la incorporación de los más capaces, brindar mecanismos para que ambas partes confíen en la otra. El problema en Venezuela no solo es de violación del estado de derecho y de la Constitución; es que nadie confía en nadie. Aquí nadie confía en nadie. Una de las cosas que más me sorprendieron al salir de la cárcel es ver cómo muchos dirigentes de oposición les creen más a las vocerías del gobierno que a los dirigentes opositores. Una gente del gobierno saca un tuit y en la oposición dicen «ahhhhh, ¿vieron?». Los fake news. Las redes sociales. Hay mucha desconfianza y capacidad de ensañamiento contra dirigentes que es algo bárbaro. Así son los extremos. Los extremos trabajan con ese lenguaje amigo-enemigo: estás conmigo o estás contra mí.

-¿Qué palabras usaría?

-Yo soy tan relativista que, incluso, puedo relativizar mis propias opiniones. Trato de hacer el ejercicio de no totalizar mis opiniones. Eso me lo enseñó mi profesor de la maestría, el profesor Aveledo. Yo tiendo a ser determinista, todo tiene que ser, o va a ser, y el profesor Aveledo siempre me ha dicho: «Trata de dar un margen para que tu opinión no sea la que es definitivamente». Hay que escuchar, generar mecanismos de confianza, que mis acciones concuerden con mis palabras, asumir compromisos y cumplirlos, tratar de ser prudente y oportuno. Una cosa es ser objetivo y otra cosa es ser imparcial. Yo me considero una persona bastante objetiva pero yo no soy imparcial. Yo no soy imparcial; yo tomo postura, y mis adversarios pueden esperar de mí de todo menos guabineo. Yo, en cuanto llego a un sitio, identifico quién es quién y me parcializo a favor de alguno, porque así soy yo. Esta es mi forma de hacer, no es la que debe ser. El gobierno sabe que en mí tiene a un adversario.

-Pero no un enemigo.

-Pero no un enemigo. Y estuve preso 5 años y por supuesto que tengo rabia, frustración; me recuerdo de cosas y me da mucha rabia, mucho dolor, mucho sentimiento. Pero yo sé que si yo voy a plantear una guerra suma cero, lejos de sumar, resto, y solo se repite el círculo vicioso. Es más, te voy a decir algo: Yo no quisiera que nadie del gobierno pasara por lo que yo pasé ni por lo que han pasado mis hermanos. Yo lo que quisiera es que sacaran a mis hermanos de la cárcel.

-¿No se los desea?

-No, vale. Eso no suma y yo creo que este país necesita empezar a sumar, y a multiplicar, no a restar ni a dividir, y mucho menos, a amenazar.

-Cuando dice que no quiere que nadie pase por lo que ha pasado, ¿a qué se refiere?

-Siendo inocente vivir un proceso judicial como el que yo viví. Abusos, atropellos, tener que mentirles a mis hijos que estaban chiquitos sobre que su papá estaba en una misión secreta y no preso; después tener que explicarles cuando crecieron que sí, que su papá estaba preso. Tener que explicarles a mis hijos por qué no los puedo verl. Tener que a mi mamá fuera del Helicoide cinco o seis horas para recibirle una comida, para que me la diera… La angustia que esa señora vivió… Mi papá, mi hermana… Eso eso es algo que yo no quisiera que nadie viviera, y todavía lo siguen viviendo.

-¿Cuál es la idea de la plataforma Entre Todos?

-Ángel, Marialbert y yo hemos encontrado la oportunidad de poder articular y organizar dirigentes con la forma de pensar de nosotros, que creen en nuestros valores, y esas luchas dispersas que están por allí de muchas corrientes, de compañeros de partidos, compañeros de ONG, compañeros independientes, individualidades, articularlas a favor de una plataforma que surge como una plataforma de acción ciudadana. Si usted está en un partido político, si está en una ONG, si usted es un sindicalista, si usted es un gremialista, bienvenido. Esto es una red, un movimiento de movimientos.

-¿La idea de esa red es trascender el 28?

-Actualmente hay una coyuntura electoral que que nos pone prioridad. Pero sí, precisamente, la idea esa red es poder trascender el 28 como una red de activismo de acción ciudadana. Como dice el lema: «Sentir, pensar y hacer».

-¿Tienen expectativas, después del 28, de candidaturas para regionales, legislativas?

-Muchos compañeros de la plataforma y de los partidos por supuesto que están aspirando y nosotros estamos con toda la concentración el 28 y con toda la concentración en cualquier proceso electoral que se venga. Yo, por mi parte, quiero fungir como una persona que pueda impulsar distintos liderazgos que se merecen y que han trabajado muchísimo sus localidades. Hoy el objetivo es el 28, y luego vendrán otros procesos que serán importantísimos.

-¿Ve la continuidad de Maduro en el poder? ¿Se ven a ustedes activos con Maduro en el poder

-El mundo sigue girando. Por supuesto.

-¿Tiene alguna relación con gente del gobierno?

-No. En la época universitaria conocí a Héctor Rodríguez, Víctor… pero no tengo relación directa con ninguno del gobierno. Siendo presidente de la Federación uno contactaba un PNB, un viceministro, un ministro… Creo que era Jeyson Guzmán el ministro de educación superior y le tranque 300 veces la esquina del Chorro, pero no: nunca me han llamado para hablar con ellos.

-¿Jorge Rodríguez?

-No. En el caso de mi libertad específicamente ellos negociaron a través de la comisión de la delegación de Barbados.

-¿Ni se han intentado comunicar?

-Cuando hay alguna cosa, a través de la delegación. Cuando ha habido convocatorias a los procesos judiciales hablo con mis abogados. Por supuesto, mientras estuve preso mantenía comunicación fluida con el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, pero no tengo comunicación directa.

-Si pudiera hablar con Jorge Rodríguez, ¿qué le diría?

-Creo que le diría que libere a los hermanos, que libere los presos, que avancemos en la libertad de los presos políticos. Creo que se lo diría sin problema; justo después de saludarlo le diría que qué hay que hacer para liberar a los compañeros presos. Lo dije con Vladimir o con Olavarrieta: Si yo puedo, a través de mi testimonio y mi capacidad de socializar, lograr espacios de acuerdo y de confianza con actores claves, pues hagámoslo; yo no tengo problema.

-¿Con quién estaría dispuesto a hablar? ¿Hasta con Maduro, si fuese el caso?

-Con quien sea. Ellos son el gobierno. Si hay que hablar, se habla. Pero ellos tienen que ver que nosotros somos la oposición y que nosotros estamos en un proceso electoral y que nosotros vamos el 28 a votar por Edmundo. Venezuela es un país muy chiquito, ¿no? «Yo no hablo con nadie»… Aquí todo el mundo habla, aquí todo el mundo habla. Es bueno, eso no es malo; solo que nadie puede tomarse atribuciones que no le competen. Yo no puedo hablar en nombre de la Unidad, de Edmundo ni de nadie.

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