«El modelo político que teníamos se venció, y el actual está muy mal, no ha podido dar resultados para el desarrollo político y económico y hay una conflictividad política muy alta», caracteriza el experto en negociación
De heridas y de vanidad están hechos, si no todos, buena parte de los conflictos. Lo sabe y lo dice Gustavo Velásquez, abogado y experto en negociación. Como los negociadores son como los barman o los sacerdotes, Velásquez habla muy poco de su experiencia como integrante del equipo de la Mesa de Unidad Democrática en los diálogos de 2017 y 2018. Mas sí insiste en que, en varios momentos de la historia, «nos hemos puesto de acuerdo para sacar a Venezuela adelante» porque «tenemos la vocación democrática de convivir» y «hemos aprendido a convivir a pesar de las diferencias».
Velásquez afirma que cualquier evento electoral, por más cuestionado que esté el organismo que lo dirija, «es una oportunidad para que el ciudadano exija, ponga sus aspiraciones de bienestar social, económico, educativo; y, también, para que quienes van a la contienda política, aunque vayan en desventaja, aprovechen la oportunidad para decir, para hacer escuchar su voz».
Su premisa es que «la democracia se construye todos los días». Aun cuando «estemos en momentos difíciles para la democracia, los que nos llamamos demócratas, quienes quieren ser dirigentes y tienen sensibilidad, deben participar» en los eventos electorales.

Regresa al pasado para visibilizar cómo las elecciones municipales -como las convocadas por el CNE para el 27 de julio- son «una de las novedades de la política venezolana, porque en Venezuela no se elegían alcaldes ni gobernadores; esa fue una conquista de las nuevas generaciones políticas frente a quienes fundaron el sistema democrático en los años 1960. Esta es una conquista de las nuevas generaciones políticas: elegir al alcalde directamente que, además, es el gobernante que está más cerca y el que atiende las necesidades del día a día».
Para Velásquez, «la abstención es el cáncer de la democracia», porque «si uno va a las cosas prácticas, a las experiencias, la abstención no ha definido ningún camino en ninguna parte del mundo. En Venezuela la abstención no funcionó. Hubo una época en la que Pedro Duno y Domingo Alberto Rangel plantearon el voto nulo, el voto protesta, pero era yendo a las urnas, no dejando de ir a las urnas».
Hoy «están enfrentadas dos posturas políticas, dos maneras de ver la vida: los sectores democráticos, bastante cercados; y quienes no propugnan la democracia y lo que quieren es la no participación, la obediencia permanente del ciudadano». La abstención, vista así, «no tiene muchas consecuencias, porque ¿qué es lo que va a pasar? Es entregarles el poder a quienes no quieren que yo vote. Es hasta cierta complacencia. La mejor protesta es votando, porque si bien hay problemas en el organismo electoral, tendrá que hacer un ‘trabajo’ para no mostrar la realidad. Hay otras maneras de protesta, pero el voto tiene un valor».
Quienes detentan posiciones de poder en el país deben dialogar, dice el experto en negociación Gustavo Velásquez. La Venezuela que tenemos ahora no les sirve a la mayoría de los venezolanos, subrayó. La reforma de la Constitución es un tema para conversar https://t.co/4DjeYyLpFs pic.twitter.com/IlaIALS6qv
— contrapunto.com (@contrapuntovzla) June 11, 2025
Velásquez considera que el 28 de julio de 2024 se demostró la voluntad democrática del pueblo venezolano; y sin dejar de agradecerles a los líderes «hay que hacerle un homenaje al pueblo venezolano, que vio una rendija por la que se metió y le demostró al mundo entero la vocación democrática». Aunque en lo práctico el 28 de julio «no sirvió para acceder al poder» eso «no significa que no podamos seguir usando las armas como el voto y la protesta pacífica».
El juego del poder, subraya, «no se puede abandonar», porque «¿a qué estamos llamando, su no buscamos la participación pacífica de los venezolanos en las oportunidades que haya para votar? ¿Cuál es la alternativa?».
-¿El voto sigue decidiendo?
-Claro que sí. Una cosa es el instrumento, que es el voto; y otra cosa es la voluntad, la movilización del venezolano hacia el rescate de la democracia. La oportunidad es la participación. Allí estaría la diferencia entre esas dos visiones. No hay que tapar el sol con un dedo; sabemos que estamos en una gran problemática, pero los demócratas conquistan el poder por la movilización social; no tienen otra arma. Los demócratas no promueven otro tipo de acciones para ganar el poder.
-¿Quién ganó el 25 de mayo: el gobierno, que se quedó con todo, o la oposición que llamó a abstenerse?
-No ganó ninguno de los dos y los venezolanos tampoco ganaron nada. Ese es un juego peor que el suma cero, porque estamos perdiendo valor entre todos. ¿Qué peldaño subimos los venezolanos, los que somos oposición democrática y el gobierno? El gobierno siguió en el poder, conquistó más espacios.
-¿Ganó?
-No, porque una cosa muy importante para cualquier gobierno es la voluntad de la gente. Este gobierno no tiene la voluntad de la gente, y entonces el ganar con esa abstención… Ellos coparon todos los espacios, pero seguramente en un momento de reflexión deben ver que no están ganando la voluntad de la gente, del país, de la mayoría. Ese es un peso muy grande sobre la sostenibilidad en el poder de cualquier gobierno, aunque gane posiciones. El venezolano no es tonto, el venezolano tiene intuición y tiene en su sangre el «veneno» de la democracia, de votar, protestar y decir. Y cuando el venezolano más sencillo ve cómo se copan los espacios de poder, y no hay un resultado claro, se da cuenta de que eso no es correcto. Y la sociedad, por más traumatizada que esté, siempre se mueve por ciertos principios y valores básicos. Democracia, equidad y participación son valores que no se están viendo.
En su análisis, evalúa que la exclusión es uno de los grandes problemas que arrastra el país desde hace años. «Pero hemos logrado ponernos de acuerdo» después de que «arruinamos a Venezuela, matamos a muchos hermanos venezolanos en los diferentes conflictos». Al final del camino «hemos logrado sentarnos cuando conseguimos liberarnos de los egos que entorpecen las posibilidades de diálogo. Los egos están a flor de piel en todos los bandos».

-¿Cuáles son las señales?
-El propio discurso político. El discurso político de la mayoría de los dirigentes que tienen más atención lleva a agravar el conflicto. Este país que tenemos no les sirve a las mayorías. Puede que les sirva a las cúpulas, pero esta Venezuela tenemos que cambiarla, y no la vamos a cambiar persiguiendo gente. Tenemos que construirla hablando, conversando y procurando bajar la guardia entre los protagonistas del conflicto, o hacer que intervengan otros sectores nacionales que son los que más sufren. No es discutir sobre quién detenta el poder en este momento, porque eso es circunstancial, es inevitable, eso no dura para toda la vida; pero sí sentarnos a plantear hasta cuándo vamos a seguir haciendo que Venezuela retroceda en todos los ámbitos.
Saca a colación la reforma constitucional que ha pregonado el gobierno. «¿Vamos a seguir con el mismo método de llamar a la abstención para que la gente no opine sobre el futuro constitucional de su país? ¿Vamos a seguir el método de que al final nada queda claro?». Analiza que el país parece avanzar hacia una crisis económica con hiperinflación, control de la divisa y escasez. «¿Por que está esa situación? Porque nosotros no tenemos un problema económico; tenemos un problema político del que deriva los demás males».
El país tiene herramientas para manejar el diálogo y el consenso, destaca, «y hay gente muy preparada para esas cosas», y también «se puede buscar gente de afuera», pero «si nos vamos a sentar en una mesa de diálogo para definir cuándo es que me toca el poder, vamos a perder el tiempo. Nos tenemos que sentar en la mesa a resolver cómo nos ponemos de acuerdo, independientemente de quién detente el poder, para tenderle la mano al venezolano».
Otros factores deben intervenir, convoca Velásquez. «Las universidades tienen un gran papel. El rector de la UCV está procurando hacer esas cosas, el sector empresarial, el sector económico. Uno entiende la situación en la que están, pero tenemos que pensar el país desde todos los ámbitos». No se trata «de discutir el conflicto entre dos sectores políticos» sino «discutir cuál es la Venezuela que vamos a inventar porque el modelo político que teníamos se venció y el actual está muy mal, no ha podido dar resultados para el desarrollo político y económico y hay una conflictividad política muy alta».
Con base en su experiencia, enfatiza que «más que dedicarnos a ver quién comenzó primero, o a utilizar los espacios para cobrársela a otro hoy o mañana, hay que llevar otro discurso».