Han migrado «dos o tres generaciones de especialistas», y para formar nuevos se necesitan entre 10 y 15 años, advierte el director de Médicos Unidos de Venezuela. A la nueva ministra de Salud le propone: «Vamos a sentarnos para hablar como venezolanos» y pensando en el ciudadano. «Siempre estaremos dispuestos para hablar con las autoridades; dependerá de las autoridades ver lo que nosotros vemos en la calle»
Es médico de salud pública («no veo el árbol, veo el bosque y más allá») y médico cirujano (amante de la adrenalina de los quirófanos). Resulta difícil determinar cuál de las dos pesa más en su verbo al momento de hablar sobre el Día del Médico en Venezuela, que se conmemora este jueves 10 de marzo. Jaime Lorenzo, director de Médicos Unidos de Venezuela (MUV), afirma que se llega al Día del Médico «en un momento muy duro para todo el equipo sanitario», porque todos los avances que lograron grandes figuras de la medicina se hicieron añicos en los años recientes.
«Sabemos que regresamos, en muchos casos, a los años 50, con una mortalidad materna elevada, una mortalidad infantil elevada, tuberculosis, desnutrición en niños y personas de tercera edad», describe en entrevista con contrapunto.com. Además, la red ambulatoria no está plenamente operativa, y la red de hospitales se vino abajo. Centros de salud en los que se llegó, incluso, a hacer trasplantes o practicar intervenciones de neurocirugía sin abrir el cráneo, rememora.
Hoy «el retroceso ha sido terrible», concluye. Un paciente «tiene que adquirir 80% del material y 90% de los medicamentos que van a ser usados; primordialmente, los más caros». Para que las personas sean atendidas en los hospitales deben «pagar casi todo: lo único que no pagan es la cama y el recurso humano, ya muy diezmado por la situación socioeconómica».
La migración forzada -estimada por la Federación Médica Venezolana en 40 mil profesionales- hizo que los menores de 50 años «optaran por irse del país». Incluso «estamos hablando de la sumatoria de dos o tres generaciones de especialistas, que es el mayor daño». La primera generación que se marchó es la de los especialistas. «Luego han salido los jóvenes recién graduados, y posteriormente estudiantes de medicina» que incluso optaron por graduarse por secretaría o no retirar el título.
«Eso nos indica que el daño es terrible», enfatiza, y refiere que, para formarse como cirujano, «más o menos a los 10 años podía ser que era cirujano» porque a la teoría se unieron la experiencia, el aprendizaje de errores. «Ese tiempo es casi igual para todas las especialidades», acota.
Hay «un vacío para dar respuesta a las necesidades de la sociedad» y «no vemos ningún plan que nos diga que se va en camino de superar esto. Durante mi formación yo pasé por la mano de menos de 80 y pico de especialistas en diferentes ramas».
Por si fuera poco, advierte que «el deterioro de todo el sistema público de salud, y del sitio de estudio por excelencia que son los hospitales» impide que los médicos más jóvenes tengan las mismas posibilidades de formación del pasado. «Nosotros nos formamos e hicimos nuestros posgrados en hospitales públicos, donde aparte de poder atender cualquier patología teníamos gran cantidad de insumos y capacidad para darles respuesta a las personas», contrasta Lorenzo.
Al disminuir la cantidad de personas dispuestas a enseñar «tu formación ya merma, y si luego de que te gradúas vas a un centro hospitalario con menos especialistas» eso revela «que el daño es terrible» y que la posibilidad de recuperación «va a costar mucho tiempo: son 10 o 15 años para formar un especialista de buen nivel».
Ya se observan ambulatorios rurales sin médicos, alerta. «Nos encontramos que tampoco están cubiertos por los médicos integrales comunitarios; es decir que los médicos que están egresando no cubren las necesidades del país».
Los médicos que no se marcharon sí se han visto obligados «a buscar otros medios alternativos para poder subsistir, y muchos de esos médicos están en el sector privado y no necesariamente en el área de salud», refiere. «Los que tienen un vehículo están haciendo carreras, hacen delivery, algunos trabajaron en cuidado de pacientes con COVID-19. Algunos han buscado trabajar dando clases», ayudan a familiares como vendedores.
Los salarios son irrisorios. Un especialista como Jaime Lorenzo gana «42 dólares mensuales», y eso, porque tiene bono nocturno y un horario completo. «Podría echar 80 litros de gasolina a mi carro. Más nada. O hacer dos o tres compras».
Sin embargo, todavía hay interés en estudiar medicina, y si se le pregunta a Lorenzo, responde «es que amamos esta profesión».
Con su visión del bosque, solicita «sacar de la diatriba ideológico-política salud, educación y alimentación». Dice que no logra entender cómo el gobierno del mandatario Nicolás Maduro decidió levantarse de la mesa de negociación en México con el pretexto de la detención del empresario Alex Saab. «No logro entender que se privilegie un hombre, de quien no sabemos si es un delincuente o cometió los delitos de los que se le acusa, por encima de los niños que necesitaron trasplante, de los niños que murieron por procesos oncológicos, de los adultos mayores que fallecieron por desnutrición. Eso, como hombre, no lo entiendo».
Como medidas inmediatas, plantea darles razones a los médicos para no marcharse y el rescate de la infraestructura de los hospitales. «Lo que tenemos, mejorarlo, para que el ciudadano sea atendido con calidad, respeto y dignidad», describe. A la nueva ministra de Salud le propone «vamos a sentarnos para hablar como venezolanos» y pensando en el ciudadano. «Siempre estaremos dispuestos para hablar con las autoridades; dependerá de las autoridades ver lo que nosotros vemos en la calle», como ciudadanos comiendo basura y niños mendigando en las esquinas.
