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jueves, 18 diciembre, 2025
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Andrés Antillano: En contextos autoritarios son las luchas sociales las que ayudan a construir la fuerza para la democratización

En "Comunes" proponemos construir la fuerza necesaria para salir del dilema entre un gobierno autoritario y una oposición que busca la solución afuera, señala el dirigente de izquierda. " Una intervención extranjera puede ser aún peor que lo que tenemos actualmente", advierte / Texto, fotos y videos: Vanessa Davies y José Gregorio Yépez

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El primer año de Comunes, una corriente de izquierda que está buscando una tercera opción para Venezuela, encuentra al país en una coyuntura complicada: afuera, la presión militar de Estados Unidos en el mar Caribe (con más de 80 pérdidas humanas) y la advertencia de que vendrán cosas peores; adentro, un cierre aún mayor del espacio cívico. Ambos temas están en el radar de Andrés Antillano, integrante de Comunes.

Este 2025 es un año «muy complicado para todo el país», comienza Antillano. «A partir del 28 de julio de 2024 se cierran los caminos democráticos, los caminos de la política; se polariza aún más la sociedad o la política. La política se polariza en dos extremos que, como ocurre con los extremos, se determinan pareciendo mucho, una suerte de dos caras de una misma moneda que juegan a clausurar las vías políticas para la solución de la crisis».

Antillano señala que los intentos para plantear otras opciones, como fue el caso de Enrique Márquez, «fueron duramente reprimidos, y nos parecía necesario hablar desde otra posición: desde posiciones de izquierda, desde posiciones de la inclusión social, de la justicia y de la democracia, y proponer distintas vías».

-¿Lo han podido hacer?

-Sí, yo creo que lo hemos podido hacer como lo hemos querido hacer, ¿no? Creemos que la política también debe pasar por una esfera distinta a la mediática y a las redes sociales, tiene que ser también volver a la política como artesanía, como construcción, como acompañamiento de las luchas. Es reconstruir un tejido social que está doblemente vulnerado tanto por la represión y el miedo como por la dinámica de supervivencia que hace que la gente se vea forzada a buscar subsistir, chapotear en la situación de pobreza generalizada, y que hace que la participación política sea no solo un lujo sino un peligro.

-¿Cómo empezar a reconstruir desde la gente desde la organizaciones sociales.

-En ese sentido hemos venido acompañando luchas por los derechos humanos, luchas de las madres de muchachos presos, luchas contra la represión, luchas de trabajadores, luchas de campesinos, luchas de comunidades afectadas por esta expansión de la lógica extractivista que termina convirtiendo el semiárido larense en una fábrica de carbón, o que en la Guajira reactiva los proyectos carboníferos, o en el Amazonas expande la frontera minera con extracción de oro y otros minerales. Nuestro esfuerzo ha sido para acompañar, apoyar estos procesos de lucha, y reconstruir un tejido social que ha sido doblemente vulnerado por la represión y por las dinámicas de supervivencia. Además, intentar construir una tercera posición que se desmarque de este juego suma cero, este juego que ha condenado al país a la destrucción y al desespero entre un gobierno autoritario neoliberal que cierra camino a las políticas y que incrementa la represión, y una oposición que ha optado por únicamente esperar que otro le haga el favorcito, ¿no?

-¿Han logrado poner esa tercera opción?

-Hemos insistido. La gente se inclina porque se vayan como sea. Creo que no es un asunto de corto plazo, pero el desespero explica que la gente termine endosando cualquier alternativa por descabellada, por dramática y por trágica que sea, pero con tal de salir de esto. Sin embargo, una intervención extranjera puede ser aún peor que lo que tenemos actualmente; entre otras cosas, porque una intervención extranjera no necesariamente va a cambiar el statu quo: o sea, puede fortalecer al mismo gobierno, puede venirle muy bien al mismo gobierno. Este es un escenario que podría terminar fortaleciendo al gobierno y generando más desaliento en la gente. El desespero hace que la gente busque cualquier alternativa, que  termine plegándose a cualquier cosa que pueda percibir como una solución, así sea una solución irreal. Y creo que es necesario empezar -entre todas las fuerzas democráticas, progresistas, populares- a hablar seriamente una estrategia, una estrategia de acumulación, una estrategia de construcción que permita reabrir los caminos y redemocratizar el país, reabrir los canales

-¿Cómo sería esa estrategia de acumulación?

-Tenemos algunas ideas. Pero no es solamente un asunto nuestro, sino que debe ser construido un debate muy amplio con sectores democráticos.

-¿Se está dando ese debate?

-Sí, en estos momentos, por ejemplo, estamos intentando construir una agenda frente a la crisis. Una agenda que pasa por el rechazo a la intervención extranjera y la defensa de la soberanía nacional; que pase por recuperar la Constitución frente al estado de excepción permanente que ha instalado el gobierno; que pase por la amnistía general, libertad para todos los presos políticos y perseguidos; que pase por mejora de las condiciones de vida de las condiciones materiales con aumento de salario, mejoras de las desesperantes condiciones en que vive la mayoría del país y que se proponga una salida electoral a la actual crisis.

-Pero ¿qué se han encontrado ustedes en ese trabajo artesanal, en esa nueva política?

-Yo creo que ahí hay tres cosas: el escepticismo, la despolitización, el descreimiento en la política. Creo que los efectos del autoritarismo y del miedo terminan favoreciendo el mismo autoritarismo porque hace que la gente se desafilie de la política, no vea la política como un medio para resolver sus conflictos, sus problemas. Entonces la gente se refugia en la supervivencia y en ver cómo hace, y te lo dicen: «No me importa la política, eso no es asunto mío». Yo creo que el apoyo a María Corina, o el apoyo de mucha gente a la intervención extranjera, es un síntoma de la falta de otras alternativas; por eso hay que construir una alternativa y proponérsela a la gente como una alternativa real. Veo que hay disposición a pelear por los problemas inmediatos. Creo que, más allá de esta coyuntura que plantea el despliegue naval norteamericano en el Caribe, la reanimación de la gente va a pasar por las luchas sociales, la lucha por su cotidianidad. La lucha de los trabajadores por mejores salarios, la lucha de una comunidad que no tiene agua porque le restituyen el servicio, la lucha de los campesinos por recuperar la tierra. Es decir, las luchas son las que van a marcar la coyuntura. La gente tiene miedo, la gente está escéptica, no ve alternativa, y posiblemente esta coyuntura en el Caribe siembre aún más escepticismo y desánimo en la gente, pero la gente se enfrenta a las duras condiciones de supervivencia y al dilema de tener que protestar por mejorar sus condiciones de vida, aunque esto signifique de enfrentar la represión.

Lo que viene, augura, es «la reanimación de las luchas sociales. Creo que el gobierno lo intuye, y por eso es que justamente en estos últimos días se ha ensañado contra sectores sindicales una vez más, anticipando que el signo de lo de lo que va a ocurrir después va a estar muy marcado por las luchas de los trabajadores, por la lucha de las comunidades. Hay que acompañar estas luchas, hay que apoyar estas luchas porque allí es que puede florecer la esperanza».

Como analista, refiere que «en contextos autoritarios son las luchas sociales las que van permitiendo construir una fuerza suficiente. Que la lucha por el salario, la lucha por el agua, la lucha por los derechos humanos, después puede desembocar en lucha por la democratización».

-Pero si usted lo sabe, el gobierno lo sabe. ¿No cree que el gobierno lo va a impedir?

-Seguramente el gobierno lo puede impedir por la represión, pero la gente va a tener que enfrentar el dilema de «o me muero de hambre o enfrento a la represión». Pero además el gobierno no puede hacer nada, porque es un gobierno con profundo compromiso con las élites económicas. Es un gobierno empresario. No es como la Cuarta República, que los empresarios tenían sus políticos. Los actuales gobernantes son empresarios, encarnan los nuevos sectores empresariales del país. Y entonces se imponen los intereses empresariales. Si lograran, por ejemplo, levantarse las sanciones, este gobierno no va a hacer nada por mejorar las condiciones de vida de los sectores más humildes, sino que va a incrementar la explotación el despojo.

-¿Qué puede hacer al gobierno reflexionar, cambiar? ¿Es la presión, es el diálogo?

-Como Comunes creemos que la solución es política, negociada, constitucional, pacífica. Aquí no hay vía de fuerza, porque en las vías de fuerza siempre los que pierden son los más pobres; los que ganan son los poderosos, los que tienen la capacidad de ejercer la fuerza. En este caso, esta es la fuerza entre el gobierno de Maduro y el gobierno de un irresponsable como Trump, a quien ni siquiera le preocupa la democracia venezolana, sino fundamentalmente alinear a toda la región al mandato norteamericano, a la democracia norteamericana; una especie de revival del monroísmo, ¿no? América Latina es su patio trasero, ese es el propósito de todo este despliegue de fuerza en el Caribe. Creemos que la vía es una vía política, una vía negociada, pero la negociación y el diálogo no es un asunto de buena fe, sino es un asunto de desarrollar las fuerzas y las capacidades propias del campo popular para obligar a la negociación y para obligar a un acuerdo que garantice la redemocratización del país y recuperar los derechos sociales, recuperar la Constitución, recuperar las condiciones de vida para las grandes mayorías.

-¿Cuáles son los objetivos que tendría el gobierno para ir a esa negociación?

-La estrategia de la oposición dominante ha sido una estrategia cortoplacista, ¿no? Una estrategia cortoplacista, una estrategia de atajo institucional que, entre otras cosas, no tiene fe, no confía en las fuerzas populares, en las fuerzas de los sectores sobre quienes recae el peso material de la tragedia que vive el país. Esta es la fuerza que puede transformar el país. Por eso, se trata de una estrategia que justamente apueste por la organización de las grandes mayorías para que puedan ser los sujetos de la transformación.

-¿Cómo ve eso para 2026?

-Nosotros creemos que hay dos cosas fundamentales. Una, animar, cualificar, profundizar las luchas sociales. Este escenario del Caribe le viene muy bien al gobierno de Maduro, porque sirve para aumentar la represión y para justamente bloquear las luchas sociales bajo el argumento de la defensa de la patria. Creo que, cuando pase esta coyuntura del Caribe, van a empezar de nuevo las protestas, las movilizaciones, y hay que acompañarlas, hay que cualificarlas, hay que hacerlas visibles. Parece que no pasa nada, pero la gente está peleando por sus derechos. La otra cosa fundamental es la unidad de los sectores democráticos, populares, progresistas en torno a la defensa de la Constitución, en torno a una salida democrática, popular, constitucional de la actual crisis. Creemos que hay que recuperar la vía electoral como una vía solución de los conflictos. Creemos que el 28 de julio deja una deuda pendiente, por unas elecciones cuyos resultados fueron corrompidos, y pensamos que la única forma de resolver esto de manera satisfactoria es hacer unas nuevas elecciones.

-¿Qué le dice a la gente que argumenta «ya yo voté»?

-Creo que eso es parte de lo que quiere el gobierno: sembrar el escepticismo, la desesperanza; que la gente no vote, que la gente abandone la vía electoral y la vía política. Esa es, justamente, una de las grandes victorias del gobierno. El gobierno, después del 28 de julio convirtió una derrota electoral en una victoria política porque se mantiene en el poder, porque ha desmandado a la oposición y ha sembrado el escepticismo y la despolitización en las grandes mayorías. Las grandes mayorías que votaron contra el gobierno ahora prefieren entregarle al gobierno el poder sin ningún tipo de resistencia por la vía electoral. Entonces, en la medida en que no hay vía política para solucionar esto, y la vía militar está en manos de factores que no controla nadie, la gente se queda esperando que sean otros los que resuelvan su problema.

Para Comunes es clave «recuperar la confianza en el voto, recuperar la confianza en la política, pero esto pasa por ofrecerle a la gente una vía clara, esto que llamamos una estrategia, para garantizar no solamente la redemocratización, sino además la recuperación de las condiciones de vida de las grandes mayorías, porque ambas cosas están muy juntas. Sin democracia no hay justicia social, no hay derechos sociales, no hay salarios justos, no hay condiciones de vida adecuadas.

-¿Cómo ve el desarrollo de esta crisis?

-Esto se parece mucho a lo que pasó en el 2019, 2021, más allá de que la intensidad y el despliegue sea distinto. Es la idea de la máxima presión para forzar un cambio de gobierno en Venezuela. Ya no funcionó entonces, y no sé si funciona en esta ocasión. Creo que Trump está buscando una amenaza creíble que genere un quiebre interno; hasta ahora no ha habido un quiebre interno. Hay un escándalo por lo que evidentemente es un crimen de guerra con el asesinato de gente en el mar y los dobles disparos para aniquilar sobrevivientes. Creo que su margen de maniobra es muy escaso, no sé hasta qué punto están dispuestos a empantanarse en una operación militar clásica de despliegue de tropas acá; no lo veo tan claro. Podría pensarse en acciones mucho más puntuales que no necesariamente van a debilitar el gobierno, y que, por el contrario pueden fortalecerlo. Recuerdo que Enrique Márquez decía: «Eso es como que tú metes un tigre en tu casa, y después ¿cómo lo sacas? Metieron a Estados Unidos en el conflicto venezolano, y esto hace que el conflicto venezolano tenga unas dimensiones que nos conducen a una tragedia aún mayor.

-Para Comunes, ¿qué debería hacer Trump? ¿Qué debería hacer Maduro y qué debería hacer María Corina?

-Nosotros hemos dicho que la salida debe ser democrática, pacífica, electoral y soberana.

-¿Eso significa que Trump debería irse?

-Trump debería irse. Yo creo que debería haber una negociación entre la oposición y el gobierno, incluyendo a María Corina, que es un factor fundamental de la oposición, y buscar una salida a la crisis actual, porque es una crisis que tiende a cronificarse. Yo creo que el principal riesgo es que esta crisis no solamente no se resuelva, sino que tiende a hacerse crónica. Una especie de crisis continua que no va a encontrar ninguna salida. La presencia norteamericana nos pone en una situación dilemática, porque si lo peor que pueda ocurrir es que pase algo, lo segundo peor es que no pase nada. Estamos atrapados entre dos escenarios, uno peor que otro. Frente a eso creemos que hay que buscar una salida.

-¿Quiénes pueden mediar allí? ¿Qué actores internacionales, qué actores nacionales pueden servir para abrir esa puerta?

-Es un momento complicado porque el bandolerismo de Trump hace que cualquier país y cualquier actor multilateral se inhiba. Trump ha instalado un estilo de guapo de barrio que intimida cualquier posible disensión, cualquier posible crítica. A mí me parece que hay que buscar fórmulas dentro de Venezuela. Celebramos y saludamos los esfuerzos que ha hecho el presidente Petro en esa dirección. Petro y Lula, que han planteado esta fórmula para salir de la crisis. Creo que algunos presidentes de la región que permitan mediar entre los distintos actores pueden contribuir, pero esencialmente hay que hacer una salida entre los venezolanos. Los venezolanos tenemos los elementos fundamentales para nuestra propia solución. Pero estamos atrapados entre un gobierno que ha decidido profundizar su deriva autoritaria y una oposición que cree que la solución va a venir de afuera. Nosotros decimos que hay que construir la fuerza necesaria que permita salir de una manera democrática de la actual situación.

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