«Cuando se revisa el comportamiento de los índices institucionales estamos en los últimos puestos. Eso no ha cambiado en lo absoluto», enfatiza la economista y profesora de la UCV
Es muy grande la tentación, al encontrar a la profesora Sary Levy en una actividad de Cedice este jueves 14 de julio, de preguntarle sobre el más reciente comentario del mandatario Nicolás Maduro acerca del crecimiento de la economía venezolana. La profesora de la UCV, individuo de número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, se prepara para convertir en una clase de 20 minutos todo el análisis económico sobre Estado, mercado y otros temas.
«Una de las cosas importantes, cuando un país verdaderamente crece, es evaluar dos aspectos: no solamente su tasa de crecimiento, sino también su sostenibilidad en el tiempo y su capacidad inclusiva», señala Levy. «En todo proceso tienes que favorecer que sea constante y creciente en el tiempo para que pueda verdaderamente fomentar el desarrollo».
Una cosa, insiste, es crecimiento económico, y otra cosa es desarrollo, «que es mucho más amplio».
Levy explica que sí hay tasas de variación positiva en consumo y producción: «No es que lo vamos a negar, ni mucho menos». Pero «lo que falta es su capacidad de sostenibilidad y de inclusividad. No está arrastrando a la población y no es sostenible». Hoy hay «un pequeño crecimiento sin para nada fomentar el desarrollo».
Uno de los elementos clave para el crecimiento son los incentivos para que permanezca, y hasta ahora «no se han dado las reformas necesarias, desde el punto de vista institucional, que eso amerita». Por ejemplo, «cuando se revisa el comportamiento de los índices institucionales estamos en los últimos puestos. Eso no ha cambiado en lo absoluto. Nosotros seguimos en el último puesto en el índice internacional de derechos de sociedad, salimos fatal en los índices de corrupción, en los de libertad económica y en la medición de competitividad y neutralidad tributaria quedamos de últimos».
Actualmente «tienes todas las barreras habidas y por haber para fomentar el desarrollo del país».
Para hablar sobre el pequeño crecimiento Levy se remonta a los años 2017 y 2018, con la superhiperinflación, escasez hasta el punto de ser «noticia internacional por falta de papel tualé». Para atender la crisis «se abrió un boquete en ese mallado de trabas, que fue permitir el uso de la divisa. Tan pronto se abrió ese boquete se pudo importar, se pudo abastecer el mercado y comenzó a permitirse el consumo».
Ese boquete, agrega, es la dolarización. «Independientemente de que sea informal, incompleta… Con todo y eso, vean todo lo que generó ese boquete. Nada más permitir el uso de la divisa pasó eso». Proceso que, con el impuesto a las grandes transacciones financieras, ha sufrido un revés: «En los comercios ha causado una pequeña contracción».
Pero los productos importados, precisa, «son prácticamente los mismos en todos los bodegones». Se pregunta cuántas papitas o chocolates van a comprar las familias. «Los podrás comprar una vez, pero ese no es el consumo de una familia. Además eso lo consume, a lo sumo, 5% de la población. Si estamos hablando de un consumo de 300 mil personas, eso no rinde más. Llega un momento en que ese es un circuito muy chiquito, lo cubriste, te emocionaste porque lo cubriste pero se quedó allí. Está estancado, o inclusive ha retrocedido un poco por el impuesto a las grandes transacciones financieras». Aunque ese impuesto lo ha justificado el gobierno para incentivar el bolívar, recuerda, «en realidad es que tienen una voracidad fiscal y ya no saben de dónde cobrar más impuestos»; esto, a la larga, genera más informalidad.
Otras cosas tampoco han cambiado. Una de ellas: el tiempo que pierde en trámites un pequeño empresario: mil horas en el año 2021, de las 2.500 que se trabajan. «Eso significa que la mitad del tiempo se te va haciendo trámites». En el país «hablamos mucho de emprendimiento, pero le hacemos la vida imposible a la empresa para realizarse, generar ingresos y poder pagar impuestos. Estamos jugando en contra de lo que decimos».
Para los inversionistas extranjeros no hay una disyuntiva, porque «si tengo un país con altísimo riesgo, altas horas de burocracia y terrible situación tributaria, ¿por qué voy a invertir allí?».
No es no pagar impuestos, aclara, sino hacerlo posible.
Sin embargo, expone, la población ha asumido el mercado mucho más que el gobierno.