Trabajan con «el promedio» y buscan sobrevivir pese a los enredos económicos. Este es el retrato que hace el director de Atraem
En las calles de Caracas también circulan el bolívar, el dólar y lo que los comerciantes llaman el «dólar promedio». La brecha entre el dólar y el bolívar han incidido en el trabajo de vendedoras y vendedores informales, que han incorporado otras mercancías para adaptarse a las necesidades de usuarias y usuarios y se manejan con «el promedio».
La mejor descripción de lo que sucede en Caracas -en zonas como Petare, Catia y El Valle- la ofrece Alfredo Padilla, «economista callejero» y director de Atraem. «En estos días le pregunté a un comprador y cambiador de dólares, que se4 pone en la entrada del Centro Comercial El Valle, cómo estaba cambiando. En ese momento el paralelo estaba en ciento y algo, y el oficial, en 70, y él me dijo ‘nosotros vamos como entre Guarenas y Guatire: a 80’. Ellos buscan un intermedio».
Sin embargo, señala Padilla, algunos comerciantes de calle no trasladan todo al consumidor, porque se exponen a que no les compren, sino que ganan menos. «Hacen lo posible por reponer mercancía en función de la demanda».
Puestos a escoger, la ropa no es una mercancía de primera necesidad. «En las zonas populares lo que más se ve es la venta de pantalones, medias y franelas, pero la ropa de vestir es ropa usada, no ropa nueva».
-¿A qué lo atribuye?
-A que la ropa de vestir es más costosa. Y otra ropa es imprescindible. La gente no deja de ponerse medias, necesita ropa interior y se pone mínimo una franela para salir a trabajar.
-¿Está cambiando el mercado?
-Claro. Por estar en la calle en contacto con el consumidor ellos aprenden. Hay un vendedor de café que conozco, que tiene varios termos con una carretilla, y ahora veo que tiene también malhojillo y otros tecitos parecidos. Le pregunté: «¿Estás vendiendo esas cosas?». Y me respondió: «La gente pide calmantes, y como eso es muy caro en la farmacia, la gente compra cosas como estas». Son tecitos calmantes porque el estrés es muy fuerte y las medicinas para estas cosas son muy caras. Los vendedoes de café han incorporado, en los termos, estos tecitos.
A pesar de las dificultades económicas sigue el consumo fuera del hogar porque, como lo recuerda Padilla, «cuando la gente sale a trabajar no regresa hasta la noche, y los alimentos ya elaborados se venden bastante, como perroscalientes. No hay oportunidad, si sales a trabajar, de retornar y preparar comida en la casa, como se hacía antes; por eso se mantiene la demanda de productos finales».
En el comercio informal se desempeñan mujeres y hombres de todas las edades, que incluso llevan a los hijos al trabajo en la calle. “Es un esfuerzo muy grande, porque la labor comienza muy temprano y termina tarde en la noche para el resguardo de la mercancía”. Ese resguardo puede quedar -previo pago- en manos de locales comerciales, en manos de “vigilantes” y hasta supuestas oficinas públicas.
Para el ejecutivo caraqueño el vendedor de la calle también es un pagador de tributos, porque ordenanzas y decretos buscan “que tengan que pagar para estar en la calle; de manera que esa masa de trabajadores de la economía informal va a convertirse en una corriente tributaria”.