Los trabajadores que viven del día a día le buscan la vuelta a la poca actividad económica para ver qué llevan y con qué lo llevan a la casa. Esta franja de la población todavía espera respuestas
Y entramos a la quinta semana de cuarentena en Venezuela. En Caracas, se observa un movimiento en la mañana que paulatinamente se detiene al transcurrir el día. Hacia las dos o tres de la tarde hay un nuevo pequeño movimiento y a las cuatro de la tarde, las calles dejan ver su rayado de banda a banda.
En general la estrategia de aislamiento social se cumple, aunque se observan focos de movimiento en las zonas populares, donde la necesidad de “resolver el día a día”, se impone.
Cumplir con la cuarentena puede resultar muy caro. Muchos trabajadores que se ven en la calles al ser consultados indican que “o nos mata el coronavirus o el hambre”. Algunos venezolanos no pueden detenerse, porque dependen del día a día para llevar el sustento a su casa.
La mayoría de los que se enfrentan a este dilema no trabajan en los sectores estratégicos definidos por el Gobierno, pero su oficio sí es definitivamente estratégico para llevar “pa’ la casa” y eso los obliga a salir, no solo comprar comida, sino a conseguir con qué comprarla.
El país sufre una hiperinflación que no da tregua y siete años de recesión que hace definir que vivimos en una economía en recesión.
Además Venezuela vive con una sociedad partida en dos: Aquellos que reciben dólares y los que no. Estos últimos comenzaron a crecer a partir de la pandemia del coronavirus que impide a muchos recibir la remesa o la pequeña ayuda en divisas que llegaba del exterior. «Es que afuera no está mejor la cosa».
¿Quiénes enfrenta la contradicción de cumplir la cuarentena o tener que tomar el riesgo -junto a la familia que queda en casa- de salir a buscar el día a día?
Quienes tienen hijos y/o adultos mayores bajo su responsabilidad y que no perciben un 15 y último vinculado a un trabajo formal.
Por ellos, precisamente, pidió el papa Francisco en el Domingo de Resurrección y propuso la creación de un salario universal «para los trabajadores más humildes y sin derechos».
“Los males que aquejan a todos, a ustedes los golpean doblemente”, denunció Francisco en la carta en la que explica que las dificultades del confinamiento son mayores “cuando la vivienda es precaria” o se “carece de un techo”, cuando se vive “el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja”, como sufren los trabajadores “independientes o de la economía popular” .
En Venezuela podemos hacer una cortísima lista,a manera de ejemplo, de quiénes están en esta situación: Taxistas, mototaxistas, cuidadores de carros, parqueros, plomeros, albañiles, choferes de transporte interurbano, trabajadoras domésticas, mensajeros independientes, buhoneros, peluqueros que pagan por la silla en las franquicias, trabajadoras sexuales, mesoneros cuyo mayor ingreso se vincula con las propinas.
A estos trabajadores se suman los profesionales por cuenta propia como abogados, odontólogos, periodistas free lance, corredores de seguro, administradores, contadores, médicos especialistas que deben hacer consultas interactuando con pacientes con padecimientos no crónicos, músicos de sesión o de sitios nocturnos (los pocos que quedan con música en vivo).
En la calle
Alberto tiene dos hijos. Una tiene 14 años y el varón 10. Es mototaxista su esposa cuida los niños y a su madre, una mujer de la tercera edad.
Los ingresos de la casa dependen del caballo de dos ruedas que todos los días sale jinetear.
“Yo no puedo pararme”, dice mientras grita las bondades de su servicio en una esquina cercana a la estación del Metro en Chacaito.
Conversamos brevemente, no se puede descuidar y los clientes son escasos. “La carrera mínima es un dólar, así me protejo de la inflación».
Nos apartamos. Llega una mujer de aproximadamente 30 años. Es clienta y le pide “la carrera”. Negocian. Hay regateo. Hay acuerdo.
“Tengo que trabajar. Sin trabajar no como. A mi no me llega la caja. No tengo de otra. Menos mal que la señora aceptó que fuera, ella no puede con la casa sola. Además resuelvo la comida¡, me paga trescientos (300.000 bolívares) por todo el día y hasta me da una harina y unos granitos a veces”, dijo la mujer mientras se montaba como parrillera. Allí es imposible la distancia social.
“Seguro me baña con el antibacteriar (sic) cuando vaya a entrar”, dijo.
Y sigue
Ya es oficial que la cuarentena sigue. Los muchachos no vuelven a la escuela por lo que resta del año escolar.
Las cifras oficiales muestran unos los resultados por debajo del promedio de los países de la región que justifican la decisión oficial.
El gobierno se siente satisfecho con los resultados de la «cuarentena social, voluntaria y ahora radical», pero insiste en que «no es momento de aflojar. Hay que mantener el distanciamiento social para cortar las correas de transmisión del contagio».
La frase es repetida todos los días bien sea por Delcy o Jorge Rodríguez, y por el propio Maduro
Las reservas de comida se acaban en las casas de quienes lograron surtirse, pero también se acaban los recursos con qué salir a comprar en los puntos que permanecen abiertos estratégicamente.
Mientras esto pase, Alberto y su clienta seguirán saliendo a buscar el sustento.
¿Cuántos más se sumarán a esa riesgosa salida porque agotaron las provisiones? ¿A cuántos se les acabó el dinero guardado y tienen que salir a producirlo? También pasa que se acabó lo que quedaba de los «dolaritos» que mandaron del exterior y «ahora hay que inventarse una».
¿Cuál es la respuesta que tendrá el Gobierno para solventar estas necesidades que va aumentando en distintos sectores de la sociedad?
Comienza la quinta semana de cuarentena y cada vez surgen más preguntas.
No tenemos una bola de cristal para saber las respuestas, apenas si tenemos los pies planos.