El precio oficial es borrado, por la vía de los hechos, en el estado Zulia. Un litro se consigue en tres dólares y más, señala el diputado Elias Matta
¿Viene de Colombia? ¿Viene de Venezuela? ¿Viene de Irán? Nadie lo sabe. Pero la realidad es que en el estado Zulia se ofrece gasolina «colombiana», «venezolana» o «iraní». Por supuesto, no se oferta al precio oficial de 0,50 centavos de dólar por litro. En otros estados, como Sucre, la historia se repite.
«En Estados Unidos (EEUU) un galón de gasolina vale 2 dólares. Un litro cuesta 0,50 dólares. Nosotros lo pagamos a 2 y 3 dólares, cuatro o seis veces más», explica el diputado Elías Matta, presidente de la Comisión de Energía y Petróleo de la Asamblea Nacional (AN).
La gasolina a dos y tres dólares se debe a que hay escasez del producto, y la distribución de lo disponible la controla un grupo, detalla Matta en conversación con contrapunto.com. «No hay suficiente, es vendida por los caminos verdes. En Maracaibo ya hay zonas abiertas de libre compra de gasolina por punto, y una garrafa de 5 litros cuesta 8 dólares. Cuando escasea mucho la ponen en 10 dólares. Te preguntan si quieres gasolina colombiana o venezolana; la venezolana es más cara».
En Caracas se redujeron drásticamente las colas para surtirse con combustible en las estaciones de servicio dolarizadas. En las subsidiadas siguen las filas durante horas, y hay que dormir o amanecer en ellas.
Todo el mundo tiene un cuento sobre la gasolina. El que paga el litro a tres y cuatro dólares considera que el litro a uno o dos dólares está ‘barato». Otro narra que antes salía gasolina hacia Curazao desde el estado Falcón, y hoy es al revés.
La calidad del combustible es harina de otro costal. El dirigente de Un Nuevo Tiempo (UNT) no acusa a la gasolina importada de perjudicar los vehículos, pero sí advierte que los carros se dañan. Podría deberse a las condiciones de almacenamiento o a que haya sido mezclada, puntualiza.
El doctor Alejandro Rísquez es una de las víctimas de la calidad de la gasolina. «He sufrido directamente. No solo el carro me falla, es que se dañó el flotante», relata Rísquez. No culpa directamente a la gasolina iraní, pero lo cierto es que hoy tiene un problema que antes no tenía.